Ciel
Un dólar...Cincuenta dólares...Cien dólares... ¡Quinientos dólares!
Los billetes le volaban a mi hermana con cada partida que ganaba y la sonrisa de Alex se agrandaba con cada billete que salía de la cartera de Jasper.
El muy idiota pensó que cambiando de juego iba a poder ganarle, lo que no sabía, era que la pequeña dulcecito era experta jugando ajedrez.
Mientras Alex y yo somos pésimos para las apuestas y juegos de mesa, Alizée era la niña prodigio en los juegos de azar, fue la única que pudo aprender las mañas del abuelo en los juegos antes de pasar a mejor vida, y que jodida suerte tuvo.
- ¿Es todo?- Alizée levanto una ceja y su pequeña inocencia de doce años atormento a los dos hermanos tramposos.
Jasper no sabía cómo responder, estaba impactado, mirando el dinero sobre la mesa y Edward a duras penas entrego el último billete de diez dólares que le quedaba. Mi hermana sonrió feliz, y giro a vernos con emoción.
- ¿Ya puedo comer postre?
- Tú puedes comer todo el postre que quieras, dulcecito.
Alex le abrió paso a la cocina y mi hermana sin pensarlo ni un segundo, se levantó, con una bolsa rosa afelpada repleta de dinero que después le aventó a mi hermano. Desapareció por la cocina y sus gritos de emoción por contarle a María, se escucharon hasta el comedor.
Mire el reloj en la pared y marcando apenas las diez de la noche, el inocente juego de mesa llego a su fin, con un rey de color negro tirado sobre el tablero y un caballo blanco ocupando su espacio.
- Fue una buena derrota - Edward palmeo la espalada de su hermano derrotado.
- Esto fue una estafa. - Jasper se levantó de golpe y tomo la chamarra sobre su respaldo.- Pueden tener todo mi dinero, pero exijo mi apuesta inicial...
Mi hermano dejo de recargarse en la pared y tomo las piezas del ajedrez para guardarlas dentro de una caja de madera.
- Una niña de doce años te venció, acéptalo y seamos adultos, Jasper.- Alex tomo la caja para guardarla, se dio media vuelta y cruzo el pasillo hasta la sala de estar con los demás.
La mirada de odio de Jasper recorrió todo mi cuerpo y camino por el mismo pasillo que mi hermano. Me gustaría saber cuál es su jodido problema, un rechazo cualquiera lo supera, hasta yo soy más madura.
- ¡Esto no se ha acabado Alexei!...
Y los que explotan al perder somos nosotros, "siempre". Idiota inmaduro, debería aprender de Alizée.
De la emoción por ver ganar a mi hermana, el juego y dos copas de vino corriendo por mis venas, los nervios habían pasado a tercer plano. Ya de que me preocupaba, lo único bonito que recibí fue una sonrisa y que me ayudaran a no caer.
Tome la manija de la puerta para salir a tomar aire. Necesitaba encontrar una manera de zafarme del silencio incomodo que Edward provocaba a la distancia y escapar sutilmente de la habitación para no verme tan obvia.
- ¿Me estas evitando?
Cualquiera el libre de evitar a otro, ya ni eso puede hacer una tranquila.
<<Por Dios...>>
Mis dedos temblaron al tomar la manija y en un falso intento por salir, gire para verlo.
Grave error.
No debía de sobrar más de un metro de distancia entre nosotros y sus piernas no me dejaban mucho espacio para poder salir corriendo o escaparme. Por qué tiene que ser tan alto y recargarse sobre la mesa. Su semblante estaba serio y de una forma ridícula que cruzara los brazos, me hacía perder la razón. Regrese a tomar la manija y los vidrios empañados por dentro anunciaban que el frio del exterior estaba fatal. No quería congelarme, pero tampoco hablar. Le hubiera echo caso a mi hermana sobre el vestido para tomar un café, ese al menos tenia suéter.
- Siempre que tienes un problema, corres.
- Y tú, cuando apagan las luces, lloras.
- Solo fue una vez y tuviste la culpa.
Resople y de mala gana, tomando el poco control que me quedaba, gire para enfrentarlo.
La escuela militar sí que lo favoreció. Tenía los músculos bien definidos y los rasgos de su cara te daban esa sensación de redención. Edward podría ser ese tipo misterios que te topas en la calle y volteas después de que te deja detrás por lo bueno que esta. Era un soldado en cuerpo de adolescente, uno que debió pasarla mal. Y aun con todos esos cambios, seguía gustándome, mucho más de lo que ya lo hacía antes.
- ¿De qué quieres hablar?
- No lo sé, tal vez, ¿por qué pan y mantequilla se volvieron agua y aceite?
De todos los malditos temas que podría preguntar, ¿en serio tenía que preguntar por Tara? Agh, otra pregunta estúpida y no importa cuanto lo quiera, pero voy a dejarlo hablando solo.
- Si quieres saber de mis problemas sociales, ve y mejor pregúntale a otra persona.
Quise esquivarlo para subir hasta mi habitación, pero su mano agarrando mi brazo evito que me fuera. El gris de sus ojos se apodero de mi atención y no pude pensar en otra cosa diferente que no fuera su mirada penetrante sobre mi rostro.
- Cuatro meses, eso dijiste la última vez.
- Nadie cambia tanto en cuatro meses.
Edward desvió la mirada y aflojo el agarre en mi brazo.
- Tal vez no, pero en dos años sí.
Ninguno de los dos éramos los niños inocentes que jugaban con globos de agua en el patio, persiguiendo a Dobby por los arbustos de mi casa o escondiendo las cosas de Tara para hacerla enfadar.
- Salúdame a Tara- forcé una sonrisa y me aleje de su lado.
Tenía que intentarlo, si no reprimía lo que sentía, el recuerdo del pasado me seguiría atormentado y no me dejaría avanzar. Tenía que intentar dejar ir al chico de los audífonos, el que me robo el corazón desde el primer instante en que lo vi.
- Eres un ángel muy necio - sus pasos rápido me hicieron voltear y cuando sus brazos me rodearon en un abrazo, el mandito corazón traicionero olvido todo lo que el cerebro le ordeno.
A quien iba engañar, me gustaba mucho como para olvidarlo de un minuto a otro. ¿Estas cosas siempre tienen que ser así de difíciles? Con razón existen tantas películas románticas.
- Me estas aplastando, quítate.
Edward se echó a reír.
- Que fría.
- Ya lo sé- juguete con mi cabello y le di un pequeño empujón para limitar mi espacio personal.
- Sigues siendo igual de irritable, entonces no estás tan perdida.
- Tu eres el perdido, audífonos.
- Como digas, ángel.
Tal vez... tal vez yo podría acarrearlo a mi mundo... o igual y no, pero intentar llamar su atención, no estaba mal. Los demás podían esperar, yo ya espere demasiado para que Edward Soto me vea como algo más que su amiga y vecina. Yo lo vi primero y va a ser mío primero.
Sonreí y tirando de su mano para llevarlo a la sala de estar, el comienzo de mi plan para conquistarlo empezó la marcha y con el comienzo más difícil de todos: alejarlo de los estándares más bajos de popularidad.
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Cuando vas a besarme...
Teen FictionElla era la niña que nadie notaba hasta que la conoció el popular... Al diablo con eso. Porque no hablar de la niña bonita. De la niña que es la abejita reina de un gran panal. De la niña rica. Las niñas bonitas también tienen sentimientos y se enam...