Capítulo 13

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Ciel

Un dólar...Cincuenta dólares...Cien dólares... ¡Quinientos dólares!

Los billetes le volaban a mi hermana con cada partida que ganaba y la sonrisa de Alex se agrandaba con cada billete que salía de la cartera de Jasper.

El muy idiota pensó que cambiando de juego iba a poder ganarle, lo que no sabía, era que la pequeña dulcecito era experta jugando ajedrez.

Mientras Alex y yo somos pésimos para las apuestas y juegos de mesa, Alizée era la niña prodigio en los juegos de azar, fue la única que pudo aprender las mañas del abuelo en los juegos antes de pasar a mejor vida, y que jodida suerte tuvo.

- ¿Es todo?- Alizée levanto una ceja y su pequeña inocencia de doce años atormento a los dos hermanos tramposos.

Jasper no sabía cómo responder, estaba impactado, mirando el dinero sobre la mesa y Edward a duras penas entrego el último billete de diez dólares que le quedaba. Mi hermana sonrió feliz, y giro a vernos con emoción.

- ¿Ya puedo comer postre?

- Tú puedes comer todo el postre que quieras, dulcecito.

Alex le abrió paso a la cocina y mi hermana sin pensarlo ni un segundo, se levantó, con una bolsa rosa afelpada repleta de dinero que después le aventó a mi hermano. Desapareció por la cocina y sus gritos de emoción por contarle a María, se escucharon hasta el comedor.

Mire el reloj en la pared y marcando apenas las diez de la noche, el inocente juego de mesa llego a su fin, con un rey de color negro tirado sobre el tablero y un caballo blanco ocupando su espacio.

- Fue una buena derrota - Edward palmeo la espalada de su hermano derrotado.

- Esto fue una estafa. - Jasper se levantó de golpe y tomo la chamarra sobre su respaldo.- Pueden tener todo mi dinero, pero exijo mi apuesta inicial...

Mi hermano dejo de recargarse en la pared y tomo las piezas del ajedrez para guardarlas dentro de una caja de madera.

- Una niña de doce años te venció, acéptalo y seamos adultos, Jasper.- Alex tomo la caja para guardarla, se dio media vuelta y cruzo el pasillo hasta la sala de estar con los demás.

La mirada de odio de Jasper recorrió todo mi cuerpo y camino por el mismo pasillo que mi hermano. Me gustaría saber cuál es su jodido problema, un rechazo cualquiera lo supera, hasta yo soy más madura.

- ¡Esto no se ha acabado Alexei!...

Y los que explotan al perder somos nosotros, "siempre". Idiota inmaduro, debería aprender de Alizée.

De la emoción por ver ganar a mi hermana, el juego y dos copas de vino corriendo por mis venas, los nervios habían pasado a tercer plano. Ya de que me preocupaba, lo único bonito que recibí fue una sonrisa y que me ayudaran a no caer.

Tome la manija de la puerta para salir a tomar aire. Necesitaba encontrar una manera de zafarme del silencio incomodo que Edward provocaba a la distancia y escapar sutilmente de la habitación para no verme tan obvia.

- ¿Me estas evitando?

Cualquiera el libre de evitar a otro, ya ni eso puede hacer una tranquila.

<<Por Dios...>>

Mis dedos temblaron al tomar la manija y en un falso intento por salir, gire para verlo.

Grave error.

No debía de sobrar más de un metro de distancia entre nosotros y sus piernas no me dejaban mucho espacio para poder salir corriendo o escaparme. Por qué tiene que ser tan alto y recargarse sobre la mesa. Su semblante estaba serio y de una forma ridícula que cruzara los brazos, me hacía perder la razón. Regrese a tomar la manija y los vidrios empañados por dentro anunciaban que el frio del exterior estaba fatal. No quería congelarme, pero tampoco hablar. Le hubiera echo caso a mi hermana sobre el vestido para tomar un café, ese al menos tenia suéter.

- Siempre que tienes un problema, corres.

- Y tú, cuando apagan las luces, lloras.

- Solo fue una vez y tuviste la culpa.

Resople y de mala gana, tomando el poco control que me quedaba, gire para enfrentarlo.

La escuela militar sí que lo favoreció. Tenía los músculos bien definidos y los rasgos de su cara te daban esa sensación de redención. Edward podría ser ese tipo misterios que te topas en la calle y volteas después de que te deja detrás por lo bueno que esta. Era un soldado en cuerpo de adolescente, uno que debió pasarla mal. Y aun con todos esos cambios, seguía gustándome, mucho más de lo que ya lo hacía antes.

- ¿De qué quieres hablar?

- No lo sé, tal vez, ¿por qué pan y mantequilla se volvieron agua y aceite?

De todos los malditos temas que podría preguntar, ¿en serio tenía que preguntar por Tara? Agh, otra pregunta estúpida y no importa cuanto lo quiera, pero voy a dejarlo hablando solo.

- Si quieres saber de mis problemas sociales, ve y mejor pregúntale a otra persona.

Quise esquivarlo para subir hasta mi habitación, pero su mano agarrando mi brazo evito que me fuera. El gris de sus ojos se apodero de mi atención y no pude pensar en otra cosa diferente que no fuera su mirada penetrante sobre mi rostro.

- Cuatro meses, eso dijiste la última vez.

- Nadie cambia tanto en cuatro meses.

Edward desvió la mirada y aflojo el agarre en mi brazo.

- Tal vez no, pero en dos años sí.

Ninguno de los dos éramos los niños inocentes que jugaban con globos de agua en el patio, persiguiendo a Dobby por los arbustos de mi casa o escondiendo las cosas de Tara para hacerla enfadar.

- Salúdame a Tara- forcé una sonrisa y me aleje de su lado.

Tenía que intentarlo, si no reprimía lo que sentía, el recuerdo del pasado me seguiría atormentado y no me dejaría avanzar. Tenía que intentar dejar ir al chico de los audífonos, el que me robo el corazón desde el primer instante en que lo vi.

- Eres un ángel muy necio - sus pasos rápido me hicieron voltear y cuando sus brazos me rodearon en un abrazo, el mandito corazón traicionero olvido todo lo que el cerebro le ordeno.

A quien iba engañar, me gustaba mucho como para olvidarlo de un minuto a otro. ¿Estas cosas siempre tienen que ser así de difíciles? Con razón existen tantas películas románticas.

- Me estas aplastando, quítate.

Edward se echó a reír.

- Que fría.

- Ya lo sé- juguete con mi cabello y le di un pequeño empujón para limitar mi espacio personal.

- Sigues siendo igual de irritable, entonces no estás tan perdida.

- Tu eres el perdido, audífonos.

- Como digas, ángel.

Tal vez... tal vez yo podría acarrearlo a mi mundo... o igual y no, pero intentar llamar su atención, no estaba mal. Los demás podían esperar, yo ya espere demasiado para que Edward Soto me vea como algo más que su amiga y vecina. Yo lo vi primero y va a ser mío primero.

Sonreí y tirando de su mano para llevarlo a la sala de estar, el comienzo de mi plan para conquistarlo empezó la marcha y con el comienzo más difícil de todos: alejarlo de los estándares más bajos de popularidad. 

Cuando vas a besarme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora