Capitulo 1

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10 años antes

Ciel.

- ¡A que no me alcanzas, Tara!- grite a mi mejor amiga desde el prescolar.

Tara aceleró su carrera y me esquivó.

- Eres una lenta, Ciel.

Soltó una carcajada y siguió corriendo por la banqueta. Ella corría tan rápido y yo apenas podía seguirle el paso, era una de las tontas ventajas que le dejaba entrenar para correr en los maratones junto a su papá. Casi a nada de alcanzarla se detuvo, frente a la casa al otro lado de la calle que creía inhabitada, en la misma casa embrujada donde Tara y yo jurábamos ver fantasmas cuando apagamos las luces y espiábamos desde la ventana de mi cuarto.

Había un gran camión estacionado que decía "mudanza" y del otro lado la puerta grandes cajas y muebles entraban y salían con ayuda de señores que nunca había visto.

- ¿Que está pasando?- pregunte a mi amiga mientras me acercaba disminuyendo la velocidad.

- Creo, que se mudan - respondió ella.

¿Mudan?

Entonces por eso durante el último mes le estaban haciendo reparaciones, que entonces me parecían una cosa nada importante.

Oh no, eso significa vecinos.

Cálmate Ciel, no puede ser tan malo qué tal si tienen un perro.

- ¡Vecinos! - grite al fin.

Mi madre me tomo del hombro y sonrió. Por como traía bien agarrado un envase repleto de galletas recién horneadas, significaba que ya se había dado cuenta de su llegada desde hace un buen rato.

- Si, belleza. - me dijo dulce- Son vecinos.

Y como si ella los hubiera llamado un auto gris llegó por la calle y se estacionó enfrente del camino de mudanza. Bonito carro la verdad, debía ser último modelo o algo así por su diseño tan bonito. Primero bajo un hombre alto, después una mujer de estatura mediana que ayudó a bajar a una niña pequeña como de unos 5 años y al final bajo un chico como de unos 12 que nos miró a Tara y a mí, brindándonos una sonrisa bastante coqueto.

- Creo que tendrán nuevos amigos, niñas.

Mi mamá cruzo la calle y se acercó para saludar a los nuevos inquilinos de la casa frente a la nuestra con el envase lleno de galletas en mano, dejándonos a Tara y a mí sola y a nuestra suerte paradas en la acera.

- ¿Y qué hacemos ahora? - dijo mi amiga.

No contesté y me limite a hacer una cara de disgusto.

No quiero nuevos amigos. No quiero nuevos vecinos. Tara y yo estamos muy bien solitas. No necesito otra persona.

Me senté en la orilla de la banqueta aun pensando en cómo sería tener que ver todos los días a nuevas personas. Ni que fuera tan difícil, pero igual va a ser incómodo. ¡Ya no poder jugar a que veíamos fantasmas!

Tara se sentó a mi lado y entonces saco una moneda de su bolsillo.

- Si sale cara, vamos a saludar- lanzo la moneda al aire- y si cae sol nos quedamos solo viendo como tu mamá hace en trabajo sucio. - destapó la mano en donde segundos antes había caído la moneda.

Cara.

Tara con una sonrisa de oreja a oreja, se paró y me brindó su mano para que me parará.

- Lo dijo la moneda- obligada le di la mano y cruzamos la calle.

Mi mamá nos presentó con los desconocidos y después de un rato yo ya estaba bastante aburrida y eso que no teníamos ni diez minutos socializando. Mi mejor amiga sin darme cuanto empezó a jugar con los nuevos vecinos, ni siquiera vivía en este vecindario y ya hasta se llevaba con ellos mejor que yo, mi mamá ya se había hecho amiga de la nueva vecina y yo seguía parada a su lado, en el mismo lugar donde según Tara y yo había acordado esperarla. Me senté en la orilla de la banqueta y espere.

Siempre hubo esas veces en donde mi curiosidad me metía en problemas y para mi suerte, este pudo ser el mejor problema de todos en los que me metí mientras fingía ser una detective.

Como estaba bastante aburrida para seguir esperando, me levante y antes de cruzar la calle vi como una silueta se movía incomoda dentro del auto. Tal vez y si tenían un perrito. Mire adentro del auto y por un espacio muy pequeño que tenía la ventanilla logre asomarme para encontrar a la bestia peluda de cuatro patas, pero lo que encontré fue más que eso. Eran un niño con audífonos que hasta su música se escuchaba del otro lado de la ventana. Tenía los ojos cerrados y fue un alivio, porque de verme notado hubiera salido corriendo. Me le quede viendo y aun con la poca luz dentro del coche pude verlo, con el pelo negro azabache y tez blanca, los brazos cruzados y la cabeza agachada.

Me pare de puntitas para poder verlo mejor.

Parecía vestir una sudadera bastante grande y un pantalón de mezclilla, me incline más y entonces hice un ruido.

El niño salió de su trance abriendo los ojos y entonces giro su cabeza lentamente hasta que hizo contacto visual conmigo.

Sus ojos eran de un color verde o gris no pude distinguirlo bien, pero lo importante es que lograron sonrojarme. Abrí los ojos y me dio la misma mirada mientras inclinaba su cabeza confundido.

¡¡A correr!!

Me aleje del auto antes de que pudiera acercase por completo a la puerta para abrirla. La abrió para salir a investigarme y sin pensarlo ni otro segundo eche a correr a mi casa con Tara detrás mío que se dio cuenta de lo que había pasado.

- ¡Oye!- el niño grito bajándose y dudando en si debía seguirme o no.

Y si su mamá no lo hubiera llamado para presentarlo a la mía, se hubiera dado cuenta que había cruzado la calle para esconderme en la casa que estaba frente a la suya.

Recién entramos, cerré la puerta y me fui directo al ventanal para seguir viendo desde adentro. Abrí las cortinas y en la otra calle estaba el chico de los audífonos que miraba a mi casa sin prestar mucha atención a lo que su mamá le estaba diciendo.

Tara se acercó al ventanal y lo saludo sin preocupación.

- ¡¿Qué haces!?- la empuje y ella solo sintió cosquillas- te va a ver.

- Ese es el punto y se ve agradable. - ahora ella era la que me empujaba para que le hiciera un espacio en el sillón- Puede tener nuestra edad.

Y desde el otro lado el chico le regreso el saludo a mi amiga. Tara tenía razón, se veía agradable y su cara curiosa mirando atento a mi ventana me hizo suspirar.

- Es muy lindo- dije sin pensar y poniendo mis codos en la orilla del ventanal para recargar mi cara en ellos.

Podía sentir una sonrisa de tonta en la cara.

- ¡A Ciel le gusta su nuevo vecino!- se burló Tara.

Las mejillas me ardían y gire para enseñarle la lengua.

- Solo digo que es lindo - le aclaré - y dudo mucho que seamos amigos algún día. Se ve que no somos el tipo de amigas para él.

- Tal vez. - Tara se alejó de la venta y me dio golpe en el hombro para que le hiciera caso - Vamos arriba, quiero ver H2O en tu televisión.

Se alejó de la ventana y me dejó a mí sola viendo al niño de los audífonos.

Tara tenía tanta razón y tarde mucho tiempo en darme cuenta que lo que dijo ese día era bastante cierto.


Cuando vas a besarme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora