Capítulo 9

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Ciel

Quien sabe cuánto tiempo me quede bajo la regadera, con el agua y el tiente escurriéndome por la nariz y el vapor mojando todo a su paso. Cuando salí de ducharme, tenía menos de dos horas para arreglarme y todo por culpa de Alizée que se había tomado su tiempo en terminar. Gracias a Dios que dejo agua caliente cuando la saque a la fuerza para que dejara de molestar.

Hoy sí que fue un día de locos y con justa razón.

La mayoría hemos tenido ese bonito sentimiento del primer amor y si no es así, no tienes una idea de lo que te pierdes, porque es inocente, infantil y bonito, no como los otros novios que tienes después de los quince años, esos son una bola de idiotas. Yo creí durante tres años que esa niñería había pasado y era lo suficiente madura como para seguir no creyendo en esas cosas, pero cuando mamá dijo que Edward había vuelto a la ciudad, todo se fue a la mierda. Las mariposas que casi nunca sentía se me formaron en el estómago y el corazón no había vuelto a latir con normalidad desde que me llegó la noticia.

<<¿Qué diablos te está pasando?>>

Camine al espejo para quitarme la toalla y empezar a arreglarme el cabello.

Voy a darles un pequeño consejo: Si a tu hermano no le gusta el color de tu cabello y quiere jugarte una muy mala broma, NUNCA JAMAS LE CONFIEN QUE LO COMPRE.

Castaño.

Café claro.

EL MALDITO CAFÉ QUE ME ESFORCÉ TANTO POR OCULTAR.

Grite, un grito que pudo escucharse hasta el patio de enfrente, porque el primero que acudió a la llamada fue mi papá. Traía en su mano el bate de beisbol que tenía siempre en una esquina del pasillo y el nudo de su corbata había quedado a medias.

- ¿Estas bien?- papá empuño el bate y con mucha precaución recorrió con su mirada mi habitación en busca de lo que había hecho gritar- Belleza, ¿Por qué gritaste?- bajo su guardia y entendió que debía tratarse de una araña o algo un tanto menos peligroso.

- Es café... MI CABELLO ES CAFÉ.

- ¿Y ahora qué? Oh...- Alex acaba de entrar y apenas se pudo contener la risa cuando me vio.

- ¡TÚ!... ¡Cambiaste la caja!

Avente la toalla a la cama y papá tuvo que sujetarme de la cintura para que no agarra como costal de boxeo a mi hermano. Alex siguió riendo y diciendo cosas como, ¿no sabía que lo ocuparías hoy? Y el maldito "ups". Seguí forcejeando, cuidando que la tolla que cubría mi cuerpo no se desarreglara.

Al carajo la cena, al carajo Alex, al carajo todo.

Iba a quedarme el resto de la noche encerrada en mi habitación y no volvería a salir de ahí hasta que pasaran los quince días para poder teñirlo de nuevo.

- Ciel, es suficiente- papá me abrazo y acaricio mi cabeza para relajarme.

Forceje por última vez e intente no ponerme a llorar. Me separe del abrazo y molesta me fui a sentar a la orilla de mi cama.

- Acaba de arruinarme la noche, papá.

- Lo siento, Regina George.

- ¡Que no me digas así?

Me levante de la cama y volví a correr para arañarle el suéter negro que traía puesto, pero otra vez, me detuvieron en el intento

- Los dos, ya basta- Mi papá levanto una ceja y no hubo de otra más que calmarme.

Le hizo una señal a Alex para que nos dejara solos y después de una falsa disculpa, salió de mi habitación.

- No tenía que cambiar la caja, me pudo preguntar...

Cuando vas a besarme...Where stories live. Discover now