Capítulo 35

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Ciel.

La incomodidad es uno de los peores sentimientos que una persona puede sentir, te consume, te aparta, te aísla de todas aquellas pequeñas cosas que crees insignificantes o importantes. Siempre he considerado que es más sencillo para algunos lidiar con un corazón roto que con la incomodidad.

Nunca me gustaron los consultorios, me parecen la cosa más repugnante que existe para poder atender la salud de una persona, son incómodos, fríos y con un color blanco enfermizo que se cuela incluso entre las esquinas más diminutas de la habitación.

Alex debía de llevar fácil un capítulo entero de aquel libro aburrido que se compró la semana pasada en todo el tiempo que ya teníamos esperando a que el paciente del otro lado de la enorme puerta de madera negra saliera o dejara de llorar. Mi cita se atrasó una hora, pero la persona que estaba del otro lado de la puerta debía de estarlo pasando mucho peor que yo, no tenía caso quejarme.

Perdí la cuenta de cuantas veces llevaba escuchando la misma canción, la última vez que lo note iba en la repetición número seis. Mire la bandeja de entrada de mis notificaciones en el celular, había ignorado aquel mensaje incómodo de Tara durante más de una hora:

¿Qué tal la terapia?

Decía aquel mensaje incómodo. Mi mejor amiga no tenía idea de que llegue tarde a la cita por diez minutos y tuvieron que dejarme al final del día para evitar regresar de nuevo, obvio, esa fue idea de Alex, según él teníamos que aprovechar ahora que nuestros padres estaban en una junta importante si es que quería seguir guardando mi secreto solo con mis hermanos.

Empalideci, cuando de aquella puerta negra salió una chica no mucho más grande que yo llorando y limpiando los restos de aquellas lágrimas negras que le recorrían el rostro. Tome mi bolso y de no ser por que mi hermano puso una mano sobre mi hombro, hubiera salido corriendo con las llaves del auto que me dio antes de entrar a la recepción y huir para llegar y encerrarme en mi enorme armario rosado.

- Relájate, belleza. Nadie va a comerte ahí adentro- mi hermano me soltó solo un segundo para voltear la página a su libro.

- Que fácil es decirlo.- hace mucho que había dejado de comerme las uñas, pero por alguna razón esa vieja y asquerosa costumbre volvió así como si nada de nuevo para atormentar mis dedos.

- ¿Estás segura que quieres entrar sola?- Alex por un momento dejo de leer para prestarme atención.

- Si, no es para tanto.

Normalmente no me consideraba una persona cobarde, pero ahora, parecía que estaba en uno de esos capítulos donde salía un perrito rosado llamado Coraje.

La recepcionista entró y salió del consultorio tan rápido que apenas me dio tiempo de analizar que una mujer que no debía estar rebasando los 27 ya me estaba esperando para entrar a aquella cita del terror que tanto tiempo había dejado postergar.

Agh, no puedo creer que perdone a Poe y a Tara por organizar una cita con el psicólogo a mis espaldas. Yo creí que eso de tomar terapia era más una broma que se inventó en el momento para molestarme y poder firmar así nuestro pacto.

- ¿Ciel?- llamó la psicóloga desde el marco de la puerta donde estaba recargada, mirándome fijamente con una sonrisa en el rostro.

- N-no- Trague saliva.

Ella volvió a sonreír de forma amable.

- Ya puedes pasar.

Virgen de las abejas que estás en los cielos, bendice a esta pobre alma que su único pecado fue ser hermosa.

Cuando vas a besarme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora