Capítulo 37

6 0 0
                                    

Capítulo 37

Ciel

El reloj marcaba las 7:40 de la noche.

Había una sola cosa de los eventos elegantes que me encantaba, los vestidos. Largos, cortos, con encaje, negros o de colores, no importaba si iban desde el mas sencillo hasta el más elaborado, eran la cosa más preciosa que puede existir.

Mi abuela tenía una regla de oro, una que le heredó a mamá, a Alizée y a mi: El vestido no te hace brillar, tu haces brillar al vestido. Sin siquiera pedirlo, había heredado todos aquellos vestidos preciosos escondidos en el ático de la abuela cuando cumplí los dieciséis, la única condición, tenían que permanecer en mi familia incluso hasta después de que ella partiera de este mundo. Aún en cada navidad o año nuevo ella sube a escondidas a mi armario para admirar con nostalgia aquella ropa que usó en los sesenta, creyendo que ninguno de nosotros la notaremos.

Los estampados floreados y yo raramente combinamos, pero hoy, aquel vestido color crema con flores estampadas en colores rosado, azul y lila pastel hacían que mi pequeña figura se viera aún más tonificada que de costumbre. Era de tirantes, con una falda que me llegaba un poco más abajo de las rodillas y se movía en cada vuelta que daba; la cadena dorada colgada de mi cuello y los aretes en forma de corazón colgando de mis orejas terminan de dar ese toque retro que sin pensarlo tanto salió a la perfección. Alice mi cabello y aunque no terminaba por acostumbrarme, el café al final no había resultado tan mal, al menos ya no tenía que estar retocando mis raíces cada dos semanas.

Aún estaba en pantuflas y con el bolso a medio llenar cuando Alizée entró en pijama a mi habitación, con cara de fastidio y una bolsa de palomitas. Pude reírme de no ser porque estaba muy concentrada buscando una de mis zapatillas blancas debajo de la cama. Tres años antes yo también había sido una Alizée enojada por no poder ir a la fiesta más importante de la compañía donde trabaja papá.

- ¿Es el vestido de la abuela?- preguntó, acercándose al tocador para examinarlo a detalle.

- Me queda perfecto, ¿no crees?- la interrumpí, tomando el par de guantes de tul blanco que había dejado sobre mi cama.

- Si tu lo dices...

- Vamos Alizée, no porque aún no tengas edad suficiente para ir a la fiesta vas a amargarnos la noche a todos.- le pique la nariz con gentileza- Hoy no lo vas a conseguir, dulcesito.

Ella frunció el ceño y una mirada de curiosidad y de extrañeza le recorrió el rostro. Estaba empezando a incomodarme con esos ojos amenazadores mirando hacia mi reflejo, tanto que no dejaba que me arreglara el maquillaje a gusto.

- ¿Qué?- levante una ceja.

- Estás más alegre de lo normal, ¿por qué?

- Nadie dijo que estaba alegre- le mentí.

Le robe un puñado de palomitas antes de salir corriendo de mi habitación con Alizee por detrás, que suerte que llevaba los tacones y el bolso en la mano, sino hubiera caído rodando por las escaleras y adiós a la velada.

¿Feliz? Ja, iba a pasar alrededor de tres horas completas conviviendo con la araña psicópata, en un evento donde iban a estar los más prestigiosos empresarios de la ciudad y los compañeros de trabajo más allegados a mi papá, sin mencionar al hermano celoso de Alex cuidandome la espalda y mi mamá vigilando cada uno de nuestros movimientos, obvio estaba todo menos feliz. Con toda esa atención encima, mi felicidad se estaba viendo opacada por aquellos ojos marrones que juzgaran mi vestido en el momento que baje del auto y no solo los de él, sino también los de cierta persona de aspecto intimidante que nunca presté atención hasta que Poe apareció en mi vida. Teníamos un plan y debía ocultar muy bien mis emociones si quería que funcionara. Claro que no estoy feliz de ser el centro de atención.

Cuando vas a besarme...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora