Vacaciones Eternas.

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El frío de la noche era especialmente fuerte, tras terminar el papeleo suspiró, era bastante pues ahora era doble.

— ¡Choromatsu!— llego el mayor, de manera apresurada, interrumpiendo el agradable silencio que había.

— ¿Qué?— No alzó la vista de el papel que segundos atras había agarrado, evitando que se cayera por el viento causado.

— ¡¿Por qué no me dijiste nada?!

— No lo vi necesario.— Levantó la mirada hacía la de su hermano y dejo el papel en su lugar.

— ¡¿Cómo no va a ser necesario?! ¡Le dijiste a nuestros hermanos que acababamos de conocer, que se fueran al demonio!— gritó, golpeando fuertemente el escritorio con sus palmas.

— ¡Porque sabía que ibas a reaccionar así! ¿Te das cuenta de lo peligroso que es que se queden en Japón? ¡Les estoy haciendo un favor! — Se levantó abruptamente de su asiento, mirándolo con la misma intensidad. 

— ¡Podemos buscar una solución que no sea mandarlos al extranjero!

— ¡¿Y qué sugieres?! ¡¿Qué les invitemos dulcemente a nuestra casa, y los metamos de la forma más generosa a la maldita yakuza?! Sabes que lo unico que vamos a hacer nosotros en sus vidas, es arruinarlas.— dijo calmando el tono de su voz, provocando el mismo efecto en su hermano.

— No me refería a eso... —soltó un suspiro —. Es solo que...

— Deja que me encargue de esto — dijo volviendo a sentarse, tomando una pequeña pila de papeles en sus manos para levantarlas y darles ligeros golpes en el pulcro escritorio, emparejándolos —. Por favor.

Un silencio inundo el lugar, dejando escuchar el golpeteo del boligrafo de Choromatsu sobre la mesa, meditando.

"Deja que me encargue de TU trabajo". Pensó Choromatsu, molesto y cansado de discutir.

Karamatsu lo miro preocupado y finalmente llevó su mano a su sien.

— Está bien, solo sí prometes reunirte al menos una vez con ellos para conocerlos— dijo atrayendo la mirada de su hermano —. Son unos buenos chicos, no te cuesta nada.

Choromatsu soltó un suspiro y asintió.

Karamatsu asintió de vuelta y salió de la habitación cerrando suavemente la puerta tras él.

Choromatsu fijó su mirada en la puerta por unos cuantos segundos antes de caer sobre el respaldo del asiento. Desvió su mirada a un portaretrato caído, a su lado estaba otro con una foto de él y sus hermanos junto junto a un joven Haru recién graduado, sosteniendo su certificado muy felices. Una sonrisa se expandió en sus labios recordando ese hermoso momento, donde vivían sin la presión que ahora los agobiaba.

Luego, volvió su mirada al anterior y, curioso, extendió su mano y lo levantó. De repente los recuerdos lo invadieron.
La foto a penas cabía en el marco y a pesar de los años parecía haberse conservado bastante bien. Era una imagen de Osomatsu cuando eran niños con Haru sobre sus hombros, intentando mantener el equilibrio. Si bien, parecía algo borrosa se veía casi a la perfección. Otra sonrisa de nuevo en sus labios, pero esta vez era más nostálgica y una lagrima se asomó por su párpado.

— ¿Por qué tuviste que irte, Osomatsu-niisan?

[ . . . ]

Karamatsu inhaló el cigarrillo, lo mantuvo mantuvo sus pulmones un segundo y dejo salir el humo en un suspiro. Haru, a su lado, lo miraba fijamente, observando cada uno de sus movimientos. Ambos descansaban en un parque de la ciudad, recargados sobre las puertas del lujoso auto.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora