Secuestro.

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⚠️ADVERTENCIA⚠️
Este capítulo trata explícitamente temas como la violencia y la autolesión. Por favor, si eres sensible a estos temas salta o espera hasta el siguiente capítulo.
Favor de leer con discreción.

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—Maldición ¿lo mataste? —preguntó una voz extraña, con un tono burlón.

Sólo lo golpeé un poco —respondió otra voz desde un dispositivo móvil—, pero mira quien es... ¡Es el Apóstol de Fukōnakami!

—¡¿Qué?! ¿Por qué nos estaba persiguiendo? Ah... No importa, sal de ahí antes de que llegue la policía. —dijo una tercera voz.

Voy en camino. —dijo con un tono burlón, antes de terminar la llamada.

Jyushimatsu aún podía escuchar la camioneta avanzar, sus ojos estaban vendados y su cuerpo aplastado por un hombre más grande.
Cuando lo interceptaron, estuvo por escapar pero un golpe en su nariz hizo que perdiera sus fuerzas.
Se sentía mareado, perdido, y al costarle tanto respirar, agobiado. Su nariz no dejaba de sangrar, sus brazos amarrados por detrás y sus piernas estaban completamente inmovilizadas, y el miedo estaba comenzando a avivar sus nervios.

—Eres duro, eh —dijo la primera voz, quien estaba sentado sobre él, palmeando la cara hinchada de Jyushimatsu—. Me diste un buen golpe, cabrón.

—¿Un buen golpe? Gritáste como una niña, ¡Kyaaa! —bromeó la segunda voz, imitando una voz aguda.

Un montón de risas abrumaron los oídos de Jyushi, quien comenzaba a sudar y soltar pequeñas lágrimas con sus párpados cerrados con fuerza.

Una conversación casual siguió por varios minutos, tiempo en el que Jyushimatsu sintió que su mundo se derrumbaba.
Diversas preguntas cruzaban por su cabeza, preguntas que no podía expresar por la cinta adhesiva que unía fuertemente sus labios. La incomodidad lo llevaba a intentar moverse, pero cada vez que lo hacía, o intentaba, recibía fuertes insultos y golpes.

"¿Por qué yo?" pensó mientras comenzaba a sollozar. Sintiendo sus heridas arder con fuerza, como si un fuego invisible los estuviera presionando.

Pasaron minutos u horas, ya no lo sabía, había perdido la noción del tiempo cuando lo secuestraron. El tiempo parecía poco relevante para las personas que se burlaban de él.

En algún momento escuchó la puerta de la camioneta deslizarse para abrirse y un viento frío lo golpeó en el rostro.

—¿Puntuales? Que extraño. —dijo una voz externa.

—Vin debe de estar en camino —comentó bajando del automóvil—. ¿Sabes a quien encontramos? ¡A el Apóstol de Fukōnakami! ¿Puedes creerlo?

—Estúpido, eso no es una buena noticia —lo regañó la primera voz, aún dentro y comenzando cortar la cinta de las piernas de Jyushimatsu, luego, lo levantó—. Estaremos en problemas si nos encuentra la cabeza de Fukōnakami.

—¿Es una broma? Desde que mataron a su jefe son inofensivos, ni una mosca podrían matar. —bromeó soltando una carcajada ruidosa.

Un gruñido detuvo la conversación.

—¿Lo apuñalaste? —preguntó molesto la voz externa.

—¡No! Sólo lo tomé del brazo. —se excusó tomándolo con más fuerza.

Jyushimatsu soltó un gemido de dolor e intentó soltarse empujando con sus fuerzas restantes hacía atrás. Se abalanzó al hombre que los sujetaba con su espalda, provocando que él gritará y lo soltara, luego chocó con la puerta aún abierta cuando intentó salir y cayó de la camioneta golpeándose en lado izquierdo de su rostro contra el suelo.

Hitsuyō - Osomatsu-sanWhere stories live. Discover now