Poder.

22 4 3
                                    

Había algo extraño en el corazón de Jyushimatsu.

Sentía emoción, incertidumbre, alegría, una bola de emociones que le costaba nombrar. Pero sabía muy bien la causa; pues desde su encuentro en el club no podía evitar sonreír de más cuando pensaba en Homura. Tal vez había descubierto las famosas mariposas en el estómago, incluso ahora no podía prestarle atención a su mejor amigo por seguir pensando en ella, en su rostro, en su risa y en su manera tan única de pronunciar su nombre.

—¿Estás escuchando? —preguntó Sett, molesto—. Esto es importante Matsumatsu-kun.

Entonces la realidad lo golpeó y recordó porqué estaba cenando en casa de Sett.

—Uh... Sí —asintió, prestando atención por primera vez.

—El jefe lo quiere vivo —dijo, tomando desprevenido a Jyushimatsu—, así que tenemos que prepararnos bien.

—¿Vivo? ¿Vamos a secuestrar a alguien? —preguntó, incómodo con la idea.

—De eso he estado hablado toda la hora —se quejó cruzando sus brazos—. ¿Por qué estás tan distraído?

Jyushimatsu llevó su mano a la nuca avergonzado.

—Oí que fuiste al club —dijo con una mirada interrogativa—. ¿El sexo te volvió estúpido?

—No es eso.

Sett alzó una ceja, analizando su rostro.

—¿Es la mujer? —preguntó, haciendo que Jyushimatsu lo mirará de inmediato—. ¿La vagina es tan maravillosa ahora que la probaste?

—¡Aún soy virgen! —exclamó sonrojado—. Sólo... Hablamos.

—¿Le pagaste a una mujer para hablar? Hombre, ese es otro nivel de virginidad —se burló con una carcajada.

—Fue idea de senpai —excusó—. Además, Homura-chan no quería hacerlo.

Sett lo miró fijamente, tomando un ceño preocupado cuando se dió cuenta.

—No te habrás enamorado ¿Verdad, Matsumatsu-kun? —preguntó preocupado.

Jyushimatsu no respondió.

—Las mujeres de allí no son buenas personas —habló tomando agua de un vaso, mirándolo fijamente —. La mayoría son drogadictas que abren las piernas por un poco de polvo.

—¡Ella no es así! —exclamó golpeando la mesa—. Está pagando una deuda.

Sett mordió su labio y soltó un suspiro.

—Jyushimatsu, el mercado sexual no es un juego, e involucrarte con ella no te sacará nada bueno —explicó, observando cómo evitaba su mirada—. Olvídala, ahora necesitas concéntrate en esto, es tu pase de entrada.

Está vez Jyushimatsu soltó un suspiro y frunció su ceño.

—¿Por qué querría yo entrar? —dijo cruzando sus brazos—. Las peleas son divertidas, pero yo no quiero secuestrar a nadie.

—Escucha, el Fukūnakami no es una organización cualquiera, muchos matarían por la oportunidad que te conseguí, Jyushimatsu —dijo, comenzando a molestarse—. Si ahora te retractas no va a haber una segunda oportunidad, todo habrá sido para nada.

—¿Y qué tiene de bueno? —preguntó enojado—. No tiene nada que yo quiera.

—Poder —dijo levantando la voz—. Poder que no conseguirás de ninguna otra manera, el poder de cambiar, de ser más fuerte.

—¡Yo no necesito poder!—gritó golpeando la mesa.

—Tú lo sabes muy bien. Lo que se siente que te arrebaten tu libertad, que te encierran y te dejen pudrirte como un pedazo de mierda. Ahora no eres nadie, y nunca conseguirás nada si no tienes el poder para hacerlo —habló con un tono desafiante.

Hitsuyō - Osomatsu-sanWhere stories live. Discover now