Cumpleaños: Segunda parte

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La herida en su cabeza ardía cada vez que la tocaba, se sentía mareado y el frío lo torturaba cada vez más. Y, el estar en medio de la noche sobre un juego para niños de metal la intensidad del viento helado era mas efectivo. ¿Cómo había terminado así? Se sentía patético, seguramente su esposa lo odiaría tanto como lo hacen sus hijos. 
De repente, todos los pensamientos que había evitado surgieron de las cenizas de su cabeza. Era un ser despreciable, basura, una escoria que no había tenido la humanidad de cuidar lo último que quedo de su esposa. Alguien que implanto el miedo en la mitad de sus indefensos hijos a una edad muy temprana, y, de manera cobarde, abandono a la otra mitad. 

Se dio cuenta de que los quería mientras paseaba por la calle, y en su camino se cruzo una familia feliz y sonriente. Reían y jugaban juntos.

Quería recuperar a su familia, pero era muy tarde. 

Aún siendo la basura que es, siempre se pregunto sobre la seguridad de sus hijos, ¿Donde estaban? ¿Estaban comiendo bien? ¿Seguían vivos?, sin embargo nunca busco una respuesta, por miedo a asumir la responsabilidad. Luego de muchos años evadiendo sus miedos, tuvo el valor de intentar recuperar a sus niños, pero ese era el resultado. Esperaba ese resultado, ese y más... Pero en el fondo de su corazón quería ser perdonado. 

Después de todo, la escoria también tiene sentimientos ¿eh?

Matsuzo miró el cielo, tan sereno como siempre. Aún era el cumpleaños de sus hijos, y el aniversario de la muerte de su mujer. Ahora que lo recordaba, no les había dado ni un regalo, en ese día tan especial de todos los años a lo único que se dedicaba era a lamentarse del sacrificio de Matsuyo. Que patético.

Cerro los ojos, intentando imaginar un futuro donde no hubiese abandonado a sus otros tres hijos, tal vez, estarían los siete viendo televisión ahora mismo jugando y divirtiéndose como los niños que son.  

Suspiró, al recordar sus inútiles disculpas.

—Lo siento.—dijo Matsuzo, sin tener el valor de mirarlos a los ojos. 

—¿Eh?—los tres, simplemente creyeron haber escuchado mal.

—No me hagan repetirlo—habló de manera brusca—. Lo lamento.

—¿Qué... Lamentas?—preguntó Ichimatsu.

—Todo—dijo apretando la cerveza en su mano—. Lo sien...

—¡CÁLLATE!—gritó su hijo mayor.

—¿Qué...?

—¿Crees qué te perdonaremos... Luego de todo lo que nos hiciste pasar?—preguntó sin esperar respuesta—. ¿Cuándo ni siquiera nuestros nombres recuerdas?

—¿De qué hablas?

—No te hagas el tonto—acusó con voz temblorosa, sus lagrimas amenazando salir y su cuerpo temblando cual gelatina—. ¿Cuál es su nombre?—cuestionó señalando a uno de sus hermanos.

—Es... Osomatsu, no preguntes cosas obvias. —respondió, ganándose una mirada de desprecio. 

—Yo soy Todomatsu...—respondió el menor, sintiendo una ola de tristeza e ira combinada. 

Matsuzo se sorprendió de su error, ¿No se supone que había abandonado a Todomatsu?

—¿Ves?—Ichimatsu, por primera vez en su vida se sintió furioso—. A quien realmente odiaría mamá es a ti.

—¡Tú...!—el hombre, quien había mantenido su postura en un segundo la perdió y, con fuerza, arremetió una cachetada en la mejilla izquierda de su hijo, lanzando su cuerpo al suelo.

Luego de darse cuenta de lo que había hecho, observo como sus otros niños se acercaban a su hermano preocupados. A él lo miraban con terror.

Bueno, después de darle ese golpe no podía esperar que lo perdonarán. ¿No?

Él suspiró, era un desastre. Se sentía cansado y el frío no ayudaba. Llevo su mano a su bolsillo trasero y sacó de ahí la bolsa que le había enviado el profesor, respiró hondo y lo abrió. De ahí, sacó un par de fotos impresas con una descripción en la parte de atrás. Sacó la primera que tomo y la volteó, observando la imagen de tres niños iguales jugando en un árbol con otro niño castaño, los cuatro jugaban felices y sonreían.
Matsuzo sonrió de manera sincera. Al menos la mitad de sus niños eran felices.
Luego, volteó la foto mirando con horror el pequeño texto, escrito con un marcador permanente.

"Te devolveré sus cabezas

S."

Un escalofrío recorrió su espalda y temió, de nuevo condenaba la vida de su única familia.


Continuará...

Hitsuyō - Osomatsu-sanWhere stories live. Discover now