Invierno

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Con el cielo cubierto de nubes, la familia Matsuno descansaba en el kotatsu familiar refugiándose del frío, este eran tan grande que había espacio de sobra.

Matsuzo, miraba fijamente a el mayor de los trillizos, el pequeño Ichimatsu evitaba sus ojos fijando su mirada en sus sudorosas manos. El sabía que significa esa mirada llena de odio.
En sus castos años de vida ya había sido maltratado múltiples veces, su padre descargaba su irá y dolor en su pequeño y frágil cuerpo, tenía cicatrices que sabía que no iban a desaparecer y el daño emocional tampoco se quedaba atrás. Sin embargo, prefería eso a observar desde lejos él como golpeaba a sus hermanos menores. Era egoísta, si, porque les dejaba la tortura de ser espectadores del dolor de su hermano sin oportunidad de negarse.
Las palabras de culpa siempre acompañaban los golpes, amenazas, insultos. Cada una de ellas dolía tanto como la primera vez, siempre las mismas palabras.

— Ichimatsu, tráeme otra cerveza. —mandó el intoxicado hombre al hijo mayor— ¡Ya!

El pequeño se paró sin esperar un segundo y se dirigió a la cocina, tan desordenada como siempre. Se acercó al refrigerador y saco de ahí otra lata de cerveza, corriendo la cerró y volvió con su padre para luego dejarla frente a él.

— Bien, siéntate. —ordenó y el chiquillo acató al instante, volviendo a lado de su hermanos.

La voz del adulto retumbó entre las cuatro paredes, su voz estaba claramente temblorosa y eso les provocaba un terror inevitable.
Su padre era más peligroso cuando estaba borracho y eso lo sabían de sobra. Los tres se miraron entre si y asintieron, era la oportunidad perfecta para escapar a su habitación, el lugar donde finalmente podían relajarse.

Los trillizos se levantaron del kotatsu y se despidieron de su progenitor para luego avanzar en fila hacía el piso de arriba.

— ¡Hey! —gritó el mayor— ¡¿Cuándo les dije que pueden levantarse?! —preguntó alzando la voz y levantándose tembloroso.

— Pero papá, mañana tenemos colegio... —excusó Todomatsu refugiándose detrás de Jyushi.

— ¡Ustedes no se mandan solos! —volvio a gritar acercándose al menor de forma intimidante— No tienen derecho a desobedecer ¡Soy su padre! Maldita escoria...

— ¡Espera, Papá! —gritó Ichimatsu cuando observo como la gruesa mano de su padre se acercaba a él, cerró sus ojos con miedo y, sintió como su cuero cabelludo era jalado con fuerza y sacudido como trapo viejo.

— ¡No me levantes la voz!

El frágil cuerpo de Ichi fue azotado contra el suelo cuando su padre lo lanzo hacia una pared, el chillo de dolor y los fuertes pasos de su padre acercándose fue lo único que pudo escuchar, no tardó en sentir su pie estrellarse contra su estómago una y otra vez. Sentía su cuerpo hervir y la poca comida que disfruto, pelear por quedarse en su estómago a pesar de las fuertes arcadas que sentía provocadas por los seguidos golpes hacía su persona.

Las lágrimas de los menores no faltaron mientras se abrazaban, Jyushimatsu rodeaba a Todomatsu en sus brazos, mientras él se refugiaba en su cuello temblando de terror.

¿Es normal querer desparecer? Ese pensamiento invadió la mente del mayor mientras aguantaba los gritos de dolor hasta que la irá de su padre se calmara.

¿Qué error cometimos para que nos castiguen así? Pensaron los más pequeños de los Matsuno, aferrándose con fuerza a sus cuerpos para evitar salir corriendo de está situación.

[...]

A la mañana siguiente, Ichimatsu se vio obligado a levantarse adolorido mientras que Jyushimatsu lo consolaba con ligeras caricias y palabras de consuelo. Todomatsu, se quedaba cerca de sus hermanos como siempre, se sentía tranquilo con su sola presencia.
Los tres pequeños caminaban de la mano por la calle, Jyushi cargaba de la mochila del mayor mientras él solo se sostenía de sus hermanos para caminar.

Se sentía débil, roto, aunque no era nada de lo que no estuviera acostumbrado.

— Desearía crecer más rápido. —habló repentinamente el mayor de los tres— Así nos iríamos de la casa del maldito de Matsuzo.

Todo y Jyushi asintieron de forma triste. Tenía razón. Tenía toda la maldita razón, pero era imposible. No podían crecer tan rápido con solo diez años de edad.

Luego de un largo silencio incómodo, el segundo mayor habló.

— Cuando lo hagamos, viviremos los tres juntos, y compraré un bate de béisbol. —dijo Jyushimatsu aliviando el tenso ambiente.

— A mi me gustaría ser popular y super genial. —comentó Todomatsu con sus mejillas rosadas.

Los mayores no pudieron evitar soltar una risa ante el comentario de su hermano, Todo hizo un puchero pero luego de un momento se unió a sus hermanos. Había pasado un tiempo desde que se sentían tan relajados.
El camino a la escuela fue largo, el invierno estaba a la vuelta de la esquina y ya empezaban a sentirlo, luego de la corta conversación se mantuvieron en silencio, ninguno de los tres querían arruinar el buen ambiente que tenían hasta ahora, se sentían cómodos.
Cuando llegaron, entraron a sus respectivas clases separándose en el camino. Jyushimatsu estaba notablemente preocupado por Ichimatsu, pero no había nada que pudiera hacer con que fueran a clases distintas, no le quedaba de otra más que tragarse su preocupación y esperar que su hermano se encuentre estable.
A la hora del almuerzo los trillizos se encontraron en el patio de la escuela, se sentaron juntos y comenzaron a comer el almuerzo que ellos mismo habían preparado. Los primeros dias, causaron curiosidad entre los niños al ser tan inusual el ver tres caras iguales, sin embargo luego de un tiempo se volvió algo cotidiano y por fin los dejaron con su espacio. Aquellos tres pequeños no eran muy sociables, todos tenían el pensamiento que todo lo que necesitaban eran sus queridos hermanos. Después de todo así es como había sido durante toda su vida.

Al final del día salían de las instalaciones mientras que observaban como algunos niños iban de la mano con sus padres, como sus madres los abrazaban con cariño y les preguntaban el cómo fue su día.
Aquellos gestos de amor era algo desconocido para ellos.
Con un suspiro, los hermanos comenzaron a caminar hacia su casa en total silencio. Hasta que uno se animó a romperlo.

— Me hubiera gustado que mamá no muriera, quizá, de ser así ahora mismo nos llevaría a casa de la mano. —dijo Todo con la mirada baja y con algunas lágrimas asomándose por sus párpados, amenazando salir.

— Todomatsu... —Inchimatsu no encontró palabras para consolar a su hermano menor, causando que esté rompiera en llanto.

Jyushimatsu rodeo a su hermano con sus brazos, abrigándolo con un cálido abrazo. Ichi se trago sus lágrimas mientras intentaba parecer fuerte ante la dura realidad. Aunque aún era un niño. Los sollozos del Matsuno menor fueron lo único que pudieron escuchar en la calle, acompañados con los de su hermano mayor de forma silenciosa.

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¡Gracias por leer!

Hitsuyō - Osomatsu-sanWhere stories live. Discover now