Soledad.

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Un joven Ichimatsu observaba el espejo del baño de su casa, perdido en su propia imagen. Sus ojeras eran cada día más evidentes y su cabello había adoptado una forma extraña en el tiempo que lo había descuidado. Suspiró deviando sus ojos a el inhalador en su mano, su asma comenzó a empeorar y se vió obligado a comprar uno, cosa que no había contentado del todo a su padre.

Lo guardó en su bolsillo y salió del baño, caminó hacía su instituto con paso lento y calmado, últimamente estaban distantes sus hermanos por lo que, para evitar una plática incómoda que probablemente acabaría en discusión, se levantó más temprano y salió esperando que lo alcancen.

En las puertas de la escuela un par de estudiantes llamaron su atención.

—¿Matsuno Todomatsu es gay? —preguntó incrédulo, siendo callado por su compañero.

—Eso dicen los rumores —dijo el otro chico, notando la presencia de Ichimatsu—. Ah mierda, ahí está.

—¿Qué? —el primero le dirigió una mirada, casi inmediatamente relajándose al verlo con más claridad—. No es él, es su hermano.

—¿Cuál de los dos?

—Ni idea. Pobre, debe ser duro parecerte a un marica.

Siguieron con su no-tan-amigable charla, pero Ichimatsu había dejado de escucharlos.

Se cambió de zapatos y caminó a su aula, sentándose en su pupitre cerca de la ventana. El día estaba tranquilo, el sol se alzaba cómo cada día y él lo admiraba desde la sombra, sus días eran pacíficos cuando se abstenía de entrometerse en las peleas de Jyushimatsu y los asuntos de Todomatsu, de alguna forma sentía que se quitaba un peso de encima.

Pero lo único que hacía era esquivar ese peso que se negaba a cargar; la responsabilidad del hermano mayor.

[ . . . ]

Un jóven Todomatsu acomodó una gasa discretamente en su mejilla, le ardía y no podía evitar querer rascar las heridas, pero si no quería cicatrices entonces tenía que dejarlas en paz. Con eso en mente salió de la enfermería con la mirada en el suelo, evitando el contacto visual, nervioso.

La hora del almuerzo se hacía eterna cuando no tenías amigos con quiénes pasarla, por lo que decidió subir al techo. Ahí rara vez había alguien, pues la puerta estaba con candado casi todo el tiempo, excepto cuando Todomatsu forzaba la cerradura.
Sus habilidades se las debía a Junichi, su único amigo en el mundo. Fue el primero con quién salió del closet y gracias a él conoció a su primer novio, aunque la relación no terminó muy bien, Junichi se mantuvo a su lado en todo momento.

Luego de un par de minutos logró abrir la cerradura, retiró la cadena y finalmente abrió la puerta. Dejó que el suave aire limpiará sus penas, cerrando los ojos ante sus caricias.

Los rumores de su orientación sexual se esparcieron tan pronto como su ex lo mencionó. Entonces comenzó a odiar las miradas sobre él, los murmullos en su entorno, y los insultos grabados en sus pertenencias, por lo qué cada vez que tenía oportunidad, escapaba a un lugar solitario.
Veía a sus hermanos en la mañana, excepto a  Ichimatsu, pues aún cuando él se despertaba temprano su hermano siempre iba un paso adelante, pero rara vez intercambiaban palabras. Por lo que a veces los ignoraba inconscientemente.

Dejó salir un suspiro y se acercó a la reja que cubría las orillas, asomándose por un pequeño espacio mientras recargaba su cabeza sobre esta.

A lo lejos visualizo a quien creía era su hermano.

Jyushimatsu se encontraba sentado detrás de un salón, sentado sobre sus tobillos en una pose agresiva. Estaba lo suficientemente cerca para que Todomatsu pudiera observar un cigarro sin prender posado en sus labios.

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora