Decisión.

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Osomatsu dejo morir a la nueva madre de Haru.

Y no se sentía culpable.

Lo había salvado, de no ser por él, Haru abría muerto junto a esa pareja ordinaria, ¿Acaso eso no era peor?
Pero Haru no parecía feliz de estar vivo, sino todo lo contrario, no lo decía, pero él sabía que deseaba haber ardido junto a ellos. Aunque él no lo entendía, Osomatsu no ardería con Tougou, su "padre", más bien todo lo contrario, sería el primero en arrojarlo al fuego.

No es que lo odiara, simplemente, luego de haber visto la piel quemada de esa mujer, no resistiría la tentación de arrojar un cuerpo más a las llamas.

Y eso lo asustaba.

¿Desde cuándo había dejado de pensar en las personas, cómo humanos?

Finalmente se había dado cuenta de cómo la llegada al Fūkunakami había afectado su corazón. No lo sorprendía, pues las tareas que Tougou lo mandaba a hacer haría que cualquiera perdiera aunque sea un poco de humanidad.

Un sollozo lo sacó de sus pensamientos y levantó la mirada a una mujer recostada en el suelo.

—Lo siento, de verdad, por favor no toque a mi hija —susurró la mujer, temblando con sus últimas fuerza.

—Debiste pensarlo mejor antes de endeudarse con nosotros —dijo de manera desinteresada, suspirando de fastidio—. Supongo que no te interesa tanto tu hija ¿no?

—No... no, lo siento, por favor...

—Alto —se escuchó un susurro, viniendo de una habitación con una puerta abierta llena de estampados infantiles—. Déjala en paz.

—Oh, que valiente —sonrió Osomatsu, acercándose a la pequeña—, ¿Quieres tomar su lugar?

La niña guardó silencio, temblando.

—Sen... Vuelve a... tu habitación —pidió la mujer, intentando incorporarse.

—¿Qué debería hacer, Sakurai-san? —preguntó sentándose en sus tobillos, quedando a la altura del infante— Nosotros no manejamos la prostitución infantil, pero conozco a alguien que sí, y por una niña tan linda como esta le pagarían lo suficiente para que salde la deuda ¿Qué piensas?

La mujer se congeló en su lugar, y Osomatsu interpretó su silencio como una respuesta afirmativa, por lo que se levantó acercando su mano al delgado brazo de la menor.

—No te atrevas a tocar mi hija, escoria —respondió finalmente con una voz fuerte, furiosa, determinada.

Osomatsu sonrió, y relajado volvió su mirada a ella.

—Así es, soy la mayor escoria que conocerás —dijo acercándose a paso lento, amenazante.

Ella mantuvo su mirada, temblando, herida e indefensa, pero determinada a no ceder a su hija.

—Muy bien, este será el trato —comenzó—. Su esposo nos está dando problemas, así que mátalo.

—¿Eh?

—Mátalo, entrégate a la policía, y pondré a salvo a tu hija.

—¿Por qué mi marido...?

Decide, Sakurai Mikami-san, ¿Tu esposo problemático, o tu inocente hija? —cuestionó, mirando con esa misma sonrisa y elevando sus palmas al mencionar cada uno—. Sólo diré que esa inocencia le resulta atractiva a muchas personas.

Ella gruño, apretando su mandíbula con fuerza.

—Bastardo...

Osomatsu se dio la vuelta hacia la puerta, despidiéndose con ademán de la niña, y antes de salir, se detuvo un momento para aspirar el aroma del lugar.

Hitsuyō - Osomatsu-sanWhere stories live. Discover now