Perdido.

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Pequeñas gotas cayeron en el vidrio de la ventana del pasajero, justo donde Choromatsu estaba sentado. Él, observó las gotas deslizarse por la superficie hasta llegar al límite de su visión, luego solo desvío su mirada cruzándose con la de su subordinado.

-Me pregunto si lo hizo consiente de su parentesco. -habló Michi llevando la mano a su mentón, refiriéndose al asunto que estaban tratando.

-Incluso si lo hizo, no hay manera en que afecte directamente a la compañía. -respondió y suspiró, comenzaba a cansarse de tratar con sus "nuevos" hermanos, y aún no los conocía en plenitud.

-Es verdad -asintió el más pequeño-, si es el caso, talvez piensa que ellos eran su talón de Aquiles.

-Probablemente es algo que él pensaría -contestó aprobando la suposición de Michi-. De todas formas, ¿Dónde está ese hombre ahora?

-Antes me informaron que estaba en la estación de policía -contestó entendiendo a quien se refería con su mirada-, ¿Por qué?

Choromatsu lo pensó un segundo y habló.

-El hospital está cerca de la estación, sería una muy mala coincidencia que se cruce con Karamatsu.

-Eso sería desafortunado.

Él asintió, completamente de acuerdo con el secretario.

-Su corazón es demasiado blando -dijo mirando de nuevo a la ventana-, ojalá no cause más problemas de los que necesito.

[ . . . ]

Ichimatsu no podría estar más sorprendido.

La entrada que acaban de cruzar tenía un portón con un par de guardias, y lo más sorprendente es la elegante "T" que decoraba la punta de la facinante reja. Luego, estaba el limpio césped que se mantenía en el margen del camino de la colina que cruzaban para llegar a la verdadera entrada principal, perfectamente cortado y justo en los alrededores de la famosa mansión se reunía un jardín de rosas, aquellas flores estaban brillantes y hermosas, como si les dieran la bienvenida con su vivo color.

El auto paró justo enfrente y el chófer los invitó a bajar, cuando lo hicieron finalmente el automóvil se perdió en alguno de los largos caminos del lugar.

-¡Tienen una mansión! -gritó Todomatsu, quien aún no podía creer que era la propiedad de sus hermanos.

-¡Es enorme! -gritó Jyushimatsu, igual de incrédulo que Todo.

-¿A dónde teníamos que ir? -preguntó anonado Ichimatsu.

Su pregunta no obtuvo respuesta cuando Jyushi y Todo se adentraron en la gran casa, corriendo y gritando como un par de niños antes de que el mayor logrará decirles algo.

Un suspiro se escapó de sus labios, pero no los detuvo, más bien corrió detrás de ellos esperando no quedarse solo en la aterradora grandeza de la mansión.

[ . . . ]

Todomatsu se perdió.

Él no podía creer lo que veían sus ojos y en algún momento ya no escuchó a Jyushimatsu detrás suyo.

Y se quedó solo.

Una maldición se escapó de sus labios y comenzó a recorrer los pasillos por los que antes había pasado, hasta que llegó a la cocina. Y en ningún momento había cruzado la cocina, así que no pudo hacer más que suspirar de la frustración y regresar al pasillo por el que últimamente había estado dando vueltas.

-Que mierda, este lugar es innecesariamente grande ¿Y por qué todo es igual? Deberían poner un cuadro o dos en las paredes, es escalofriante. -se quejó observando el monótono color de las paredes, las cuales estaban cuidadosamente limpias, casi parecían nuevas.

Él se detuvo en una ventana cubierta por un par de cortinas guinda, las abrió y se encontró con un jardín diferente a la de la entrada, era más vivo y estaba rodeado de elegantes rejas pintadas de blanco, y no se limitaba a un par de rosas, había todo tipo de flores, variando de color y especies, dándole una imagen casi angelical.

Su mirada se perdió en la inmensidad de colores y su mente comenzó a divagar, recordando las palabras con las que le había advertido su antiguo novio.
Pero ahora era diferente, Jyushimatsu había sido salvado por ellos, así que eso significaba que ellos no eran malos.

Y también significaba que no podían protegerlos del todo.

Era consiente que el secuestro de su hermano podría estar relacionado con ellos, de no ser así dudaba que Choromatsu los hubiera traído a su hogar, con las pocas palabras que habían cruzado podía hacerse una idea de su carácter, y era suficiente para saber que él no hacía acciones de caridad, el pase de "hermanos" no lo podía tomar en cuenta, porque a penas se conocían.

Pero ahí estaba, en la boca del lobo.

No fue capaz de contarle a Ichimatsu, y ahora se arrepentía de ello, se había convencido de que solo eran suposiciones de un ex loco, mas no pudo evitar relacionarlo con absolutamente todo y comerse por dentro las uñas.

-¡Aahhhgg! -gritó frotando con fuerza su cabello, deteniendo sus pensamientos- No más vueltas, iré y regresaré con Ichimatsu-niisan y esperaré a Karamatsu-niisan -comenzó a hablar mientras caminaba y doblaba por una esquina, caminando sin pensar y entrando por dónde podía-, y luego discutiré con Choromatsu-niisan para que no nos saque del país y Jyu...

Un inmenso cuadro solitario acaparó todas su atención, justo al final de una habitación con muebles y objetos con apariencia antigua.

Un cuadro donde salían cuatro personas, a dos los conocía, y a uno podía imaginarse quien era.

Pero el cuarto era un completo desconocido. Él tenía una mirada extraña, que a pesar de solo ser una foto le causó escalofríos en su espalda.

-¿Qué...?

Confundido, procedió a analizarlo. Observó el rostro de Choromatsu del lado izquierdo, era jóven al igual que los otros dos, calculaba unos quince o diesiseis años y su mirada era diferente, más... Inocente. No podía creerlo, Todomatsu estaba seguro de que él había nacido con esos ojos fríos que no dudarían en apuñalar a su hermano menor en cualquier momento, pero ahora sabía que no era así.

Hizo un gesto de sorpresa y su mirada se dirigió al centro en la parte superior.

Karamatsu también era diferente, a diferente de su carácter de ahora se veía inseguro, apenado, como si lo hubieran forzado a poner su cara menos lamentable.

Todomatsu reprimió una risa y pasó al lado derecho.

Quien suponía era su primer hermano mayor sonreía con placer, era una sonrisa genuina. Osomatsu aparecía con el traje desordenado, a diferencia de sus hermanos, su corbata no estaba bien puesta y su chaqueta no estaba cerrada, su pose relajada era suficiente para que Todomatsu se contagiara de su comodidad.

Él sonrió con tristeza.

Pero finalmente, bajó a ese hombre.

El cuarto era un hombre más viejo, estaba sentado en un sofá con los tres jóvenes detrás suyo, su aspecto serio y sus ojos incomodaban a Todomatsu, pero de alguna forma no pudo despegar sus ojos de él. Tenía el presentimiento de que sería bueno conocer su cara, pero no entendía por qué.

Todomatsu suspiró cuando terminó de observar y frunció el seño.

-¿Dónde se habrá ido esa mirada de Choromatsu? ¿Por qué no hemos conocido a Osomatsu-niisan? Tengo tantas preguntas... -dijo molesto y confundido.

E inseguro de si conocer las respuestas sería bueno.

Continuará...

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora