Rescate.

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Vin colgó la llamada y su mirada quedó clavada en su celular. Diversas preguntas se formaban en su cabeza, pero sabía que pronto serían respondidas.

—Mierda —maldijo chasqueando su lengua —, no volveré a hacer trabajos de infiltración.

El chico suspiró y observó ventana del auto viejo y abollado donde se encontraba, de donde corrían las gotas de la lluvia que parecía no tener fin. Recargó su frente en el volante, descansando su cabeza hasta que un fuerte sonido lo sacó de sus pensamientos.

En la ventana de su asiento, una mano ensangrentada se hizo presente golpeando ligeramente para llamar su atención.
Vin, alarmado, sacó su cuchillo y abrió la ventana al visualizar a Sett apoyado sobre un chico herido.

—¡Sett! —gritó abriendo la puerta rápidamente, saliendo para tomar el rostro de su compañero en sus manos-, está inconsciente ¡Mierda! Mételo al asiento de atrás. —indicó al chico que lo sostenía, dudoso.

Él hizo caso y con mucho cuidado, abrió la puerta del asiento y entró junto a él. Lo sentó y acomodó el suéter amarillo que rodeaba su cuerpo, cubriendo su herida.
Vin volvió al asiento de conductor, buscó en la parte de abajo y sacó un arma de fuego, la guardo en su cinturón y salió.

—Oye, quédate aquí y asegúrate que ese tipo no se muera —ordenó abriendo la puerta del asiento de atrás—, te daré esto en caso de que estés en peligro —dijo entregándole las llaves del automóvil—, pero si me dejas aquí te cortaré esas lindas manos tuyas ¿entendido?

Vin salió y cerró la puerta. Caminó de regreso a la casa abandonada donde había observado a Sett entrar, asegurándose de que la lluvia se había llevado todo el rastro de sangre que pudo dejar al salir.
Cuando llegó, observó el charco del líquido carmín donde suponía que había salido herido.

—Si llega la policía esto será un problema. —dijo mientras llevaba sus manos a su cadera, pensando la forma de limpiar la escena.

—¡Vin! Maldición, no creerás lo que el cabrón de Sett hizo —escuchó decir a un hombre mayor que se acercaba agitado—, era un maldito topo, necesitamos encontrar... ¿qué pasó aquí?

—¡Ah! Genial, me ahorras ir a buscarte -dijo Vin de manera alegre, sosteniendo los hombros de aquel hombre con fuerza—. No tengo que limpiar, ¡sólo ensuciar más!

Antes de que aquel hombre pudiera responder, sintió un filo sobre su garganta y un dolor agudo lo invadió. De repente, sintió su boca llenarse y, desesperado por respirar, llevó sus manos a su cuello sintiendo el cálido líquido brotar de su cuerpo.

—Vin... maldi... —alcanzó a decir mientras perdía el equilibrio y caer al suelo.

—Oh porfavor, era obvio —dijo soltando una carcajada—. El Seikei está acabado, tocaron a la peor persona que se les pudo ocurrir —dijo mientras se acercaba a observar su rostro moribundo, con una expresión de odio—, el hermano pequeño del Rey. —dijo con una sonrisa torcida, disfrutando esa chispa de terror que cruzó su mirada antes de que la vida abandonará su cuerpo.

Cuando Vin dejo de escuchar su ruidoso intento de respirar, tomó sus brazos y arrastró el cuerpo por toda la habitación, abriendo su abdomen con su cuchillo dejando salir sus órganos para que la sangre se esparciera con más facilidad. Luego, sacudió sus manos mojadas, limpiando la sangre en el charco de agua más grande que encontró y regresó por el camino del que vino.

Observó el automóvil en el mismo lugar donde lo dejo, entró en el asiento del conductor y, satisfecho, llevó su mirada a Jyushimatsu.

—No te preocupes —dijo con una sonrisa calmada—, todo esta arreglado, volvemos a casa. —dijo mientras extendía su mano para que le entregará las llaves.

Hitsuyō - Osomatsu-sanWhere stories live. Discover now