Reencuentro.

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Volviendo al presente, dos semanas pasaron luego de aquel incidente. Ichimatsu, Jyushimatsu y Todomatsu regresaron acompañados de Karamatsu, quien no pudo hacer más que disculparse con la promesa que los contactaría cuando las aguas se calmen.
Desde entonces, todo volvió a la normalidad, o lo más cercano a eso.

Había un par de cosas rondando por la cabeza de Jyushimatsu, hacía un tiempo que había apuñalado a alguien por primera vez y la sensación en su mano no desaparecía. La culpa y la preocupación no lo dejaban en paz, hasta que tuvo el valor de preguntar por Sett a su hermano, siendo sorprendido con noticia de que finalmente le darían el alta ese mismo día.

Y ahí estaba, parado frente un hospital privado, propiedad de Karamatsu, y con la mente en blanco, sin ideas para el siguiente paso.

—¡Oh, si es Matsumatsu-kun! —escuchó gritar una voz conocida.

—¡Ah! —excalmó sorprendido Jyushi.

—¿Matsumatsu? —musitó una jóven con uniforme escolar.

La mirada molesta de un guardia en la puerta obligó a Sett a invitar a Jyushimatsu a un parque cercano, dónde se dirigieron en silencio.
Una vez dentro, tomaron asiento en un banco bajo la sombra.

—Tengo que agradecerte por salvarme, de verdad, casi estiro la pata allá —comenzó el mayor, soltando una risa escandalosa—. Te presento a mi hermana menor, Sen.

—Un gusto —dijo Sen, inclinándose con respeto levemente.

—Igual —asintió con nerviosismo, imitando su acción.

Sen acomodó su cabello castaño, que llegaba hasta sus hombros, trás su oreja, tenía una apariencia suave y pulcra. Sus rasgos delicados y elegantes evitaban que él despegara su mirada de su figura. Ella emanaba un aroma dulce que llenaba sus fosas nasales, y juraba que tenía un aura brillante que segaba sus ojos.

—Ejem —Sett aclaró su garganta con molestia, interponiéndose entre las fantasías de Jyushimatsu—. Sen, cariño, puedes adelantarte a la casa, Matsumatsu-kun y yo tenemos que hablar.

Ella asintió y se levantó de su asiento, caminando un par de pasos antes de detenerse y girar con un semblante tímido, jugando con sus manos.

—¿Tu nombre...? —Jyushimatsu escuchó decir a la joven, sonrojándose con fuerza.

—¡Matsuno Jyushimatsu! —exclamó con la espalda recta y sus manos posándose en sus rodillas.

Ella asintió y volvió a caminar alejándose lentamente hasta perderse en una esquina de la calle.

—Tiene 15 años, joder, que no se te ocurra volver a mirarla con esos ojos si quieres conservarlos —amenazó con un aire completamente diferente con el que lo saludó.

—¡No la miraba así! —exclamó indignado.

Sett guardó silencio y mantuvo su mirada amenazadora, hasta que estalló en carcajadas señalando su rostro avergonzado.

Jyushimatsu no pudo hacer más que soltar un gruñido, molesto.

—Bueno, ha pasado un tiempo —dijo recuperando el aliento—. ¿Todo en orden?

Jyushimatsu asintió.

—¿Y tú herida cómo está? —preguntó bajando la mirada a su abdomen.

—Perfectamente, no fue la gran cosa —expresó golpeando levemente su vientre, mirando el rostro preocupado de Jyushimatsu—. Nunca nos presentamos correctamente, soy Sakurai Shunsuke, Sett para los amigos —presentó ofreciendo su mano en forma de saludo.

—Matsuno Jyushimatsu —dijo tomando su mano, apretando suavemente.

—¿Matsuno, eh? Es un apellido curioso, creí que serías Tougou.

—No, ese es el apellido de mis hermanos mayores, Ichimatsu-niisan, Todomatsu y yo somos Matsuno —explicó levantando su mirada al parque—. Es el apellido de nuestra madre.

Sett lo miró un momento, antes de desviar la mirada.

—Es bueno saber que no eres mi jefe —dijo con un alivio fingido—, no eres tan aterrador como los Tougou.

—¿Karamatsu-niisan es aterrador? —preguntó sin poder imaginar una imagen como esa.

—Karamatsu-san es el más... inofensivo —habló en un intento de explicación—. Quien de verdad es peligroso es Osomatsu-sama, incluso a un año de su accidente su nombre sigue atormentado a muchos.

—¿Un accidente?

—No sé los detalles, pero sé que entró en un coma luego de eso, aunque muchos lo consideran muerto —respondió dejándose caer en el soporte del banco, mirando al cielo.

Jyushimatsu lo miró incrédulo, formando puños con sus manos.

—No lo sabía.

—Casi nadie lo sabe, solo unos pocos dentro del Fūkunakami.

—¿Fūkunakami?

[ . . . ]

Todomatsu huyó de su hogar, luego de su arrebato en la mansión regresó al departamento y empacó algunas de sus cosas. Sin Jimmy habría terminando en algún hotel con algún hombre extraño, pero en su lugar estaba disfrutando de un chocolate caliente en el sofá de su sala, mirando una de sus series favoritas envuelto en la manta favorita de su ex novio.

Era una noche fría, y al no saber cocinar no le quedó más opción que esperar a que Junichi terminará su turno en su trabajo para que regrese a cocinarle una comida.

—Maldita sea —maldijo tomando un sorbo de su bebida.

La puerta se abrió dejando ver a un cansado Jimmy tras ella, quién se apresuró a entrar, pues sentía algunas gotas de agua caer del cielo.

—Regresé —dijo quitándose sus zapatos en la entrada—. ¿Ya comiste, Todomatsu?

—No —negó sin despegar la mirada de la televisión.

—Entonces haré algo para ti —habló guardando sus cosas en su lugar, para luego entrar a la cocina con un mandil rosado.

Todomatsu lo miró un momento, sintiendo una punzada en su corazón.

—¿Aún amas a Ichimatsu? —preguntó repentinamente, provocando que Jimmy tropezara con sus pies.

—Todomatsu...

—Cada vez que intento olvidarte sigues apareciendo cuando más lo necesito, ¡Solo deberías dejarme en paz! No soy mi hermano y no lo seré nunca, ¿Por qué no puedes mirar a la persona que está frente a ti? —gritó dejando su vaso a un lado y levantándose de su asiento, mirando enojado a Jimmy mientras las lágrimas comenzaban a juntarse en sus ojos—. Para empezar Ichimatsu-niisan ni siquiera es gay, no tienes oportunidad.

—Yo... Te amo.

Todomatsu lo miró un segundo, cambiando su expresión enojada a una incrédula, soltando un gruñido antes de dirigirse a la puerta con furia, saliendo con rapidez bajo la lluvia.

Jimmy lo siguió alcanzando su paso en medio de la calle y lo detuvo tomando su mano.

—¡No me mientas, maldición! ¡Solo eres un mentiroso de mierda!

—No miento, Todomatsu —dijo soportando los jalones del menor, jalando su cuerpo hacia el suyo hasta envolverlo en un abrazo—. Te amo, desde hace tiempo que dejé mi amor por Ichimatsu atrás, eres el único a quien quiero.

—Lo dices cuando te conviene —gritó intentando soltarse del abrazo.

—Amo cada parte de ti, cometí el error de dejarte ir y no lo volveré a repetir. No me iré a ningún lado que no sea el tuyo, así que por favor... Perdóname.

Todomatsu no soportó más y se rompió a llorar, aferrándose a la ropa de Jimmy con fuerza hasta que él, con un beso calló sus sollozos.


Continuará...

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora