Condena

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Sangre. El suelo tenía sangre, sus manos tenían sangre, su ropa estaba manchada de sangre, el rojo invadió su mundo y él sabía que se ahogaría en ella en algún momento.
Su mente se remontó al pasado cuando lo escuchó agonizar.

[ . . . ]

Jyushimatsu miraba los árboles, estaban verdes, brillantes y llenos de vida. Se sentía nervioso, era la primera cita que tenía en su vida, y su corazón no dejaba de latir al máximo. No tenía mucha ropa ahora que vivía con Sett, pero el overol azul obscuro le daba un toque diferente con su suéter amarillo de siempre.

—Lamento la espera —escuchó decir detrás suyo, él se volteó y miró a su cita—. ¿Esperaste mucho?

Ella vestía una falda marrón larga y una blusa blanca que tenía unas costuras en las mangas.

Sintió sus mejillas arder y negó rápidamente con la cabeza.

—Es un alivio —dijo llevando su mano a su pecho—. ¿Caminamos? —sugirió con una sonrisa.

Jyushimatsu asintió. Homura estaba más alegre, más felíz, eso lo aliviaba. Después de intercambiar números habían estado hablando por teléfono a diario, no había día en que ella no le deseara los buenos días y hablaran de todo un poco. Pero era la primera vez que se reunían en una cita.

Charlaron un poco mientras caminaban, incluso se encontraron un puesto de helados y compraron un par. Mientras Homura comía, pues Jyushimatsu se había acabado  rápidamente el suyo, ambos se sentaron en un banco a la sombra de un árbol.

—Jyushimatsu-san sabe mucho de mi —dijo de repente, mientras miraba el paisaje—, pero yo no sé casi nada de Jyushimatsu-san -habló girando a mirarlo, él le devolvió la mirada algo confundido y giró su cabeza levemente—. ¿Tienes familia, Jyushimatsu-san?

Jyushimatsu se tensó un poco y giró su mirada. Rascó su cabeza y se preparó para responder.

—Tengo a mi papá y mis hermanos.

—Oh, ¿Eres hermano mayor? —preguntó ella curiosa.

—Somos sextillizos —contestó alzando sus hombros, restándole importancia.

—Wow, su madre debe ser muy valiente.

—Murió.

Ella cubrió su boca con su mano.

—Lo siento, no debí preguntar.

Jyushimatsu sintió el nerviosismo de Homura, y se sintió algo culpable.

—Ichimatsu-niisan cuidó mucho de nosotros —habló, intentando no incomodarla—. No crecimos con Osomatsu, Karamatsu y Choromatsu-niisan. Mamá murió en el parto, papá se volvió alcohólico y nos golpeaba —relató recordando su infancia—, pero Ichimatsu-niisan siempre se llevaba las peores palizas —explicó dolido y culpable —. Todomatsu y yo dependíamos mucho de Ichimatsu-niisan, aunque ya no es así.

Homura recostó su cabeza en su hombro, mientras tomaba la mano de Jyushi entre las suyas y la acariciaba con suavidad.

—Gracias por compartirlo conmigo —dijo sin mirarlo a los ojos, pero él sabía que estaba triste—. Jyushimatsu-san también ha vivido cosas duras.

Él sintió su cálido apoyo contra su cuerpo, y de alguna forma se sintió acompañado. Esa soledad que antes lo perseguía de repente había desaparecido.

Durante el resto de la cita vieron una película y almorzaron en un restaurante, pero no pudieron hacer más cuando una llamada le avisó a Homura que tenía que ir más temprano al trabajo.

—Lo siento —se disculpó desanimada—, tengo que irme a trabajar.

—Te acompaño.

Homura le sonrió pero negó con su cabeza, mientras jugaba nerviosa con sus manos.

—Yo... Me siento muy felíz cuando estoy con Jyushimatsu-san —comenzó a hablar con sus mejillas rojas haciendo que Jyushimatsu también se sonroje—, quiero estar juntos todo el tiempo y hablar más seguido... —habló levantando la mirada a sus ojos—. Pero no puedo salir contigo.

Se sentía felíz y confundido, pues lo rechazaron antes de que pudiera confesarse.

—¿H-Homura-chan?

—A mi superior... No le gusta que salga con un hombre —explicó con un aspecto sombrío —, sabía que pronto me lo iban a prohibir, pero tenía la esperanza de... —ella tragó en seco, mientras tomaba las manos de Jyushimatsu—. Te quiero, pero no puedo seguir viéndote, no mientras arrastre está deuda conmigo. Lo lamento.

Tenía sentido, ella no quería involucrarlo en el oscuro mundo en el que ella vivía ahora. Pero era muy tarde.

—No lo hagas —respondió él después de un momento de silencio—. Te esperaré hasta que termines tu deuda —dijo determinado, apretando sus manos con cariño.

Ella rió ligeramente mientras lágrimas se acomulaban en sus ojos.

—Estaré arrugada cuando la termine —habló con una sonrisa afligida.

—No importa —negó mientras la abrazaba—, no te dejaré sola.

Homura se aferró a él y lloró en su hombro. Finalmente susurró un "gracias", mientras se encajaba en él, cual niña pequeña.

[ . . . ]

De repente volvió al presente, pero aquel hombre ya se había desmayado. Cansado, lo dejó caer en el suelo y observó la oficina en la que había irrumpido, calmando su agitada respiración. En su mano derecha estaba un bate de madera, también manchado de carmín, la adrenalina comenzaba a dejar su sistema por lo que el cansancio lo invadió, su costado comenzó a doler y el olor metálico de la sangre lo comenzó a marear. Se tambaleó ligeramente pero no cayó cuando un ruido lo alertó.

Preparó su bate nuevamente y se acercó al escritorio de la habitación dando la vuelta hasta ver a un hombre temblando y apuntando su cuerpo con un arma, y disparó.

La bala rozó su bate y su brazo, de inmediato él golpeó su mano con su arma y agarró su cuello con su mano, sacándolo de su escondite a la fuerza.

—¡Suéltame! —gritó Atsushi cuando lo agarró y lo estrelló contra el escritorio, tomando sus brazos detrás de su espalda y posando su peso contra él— ¡¿Quién eres?! ¡¿No sabes con quién te estás metiendo?!

Sett entró en la habitación, intacto y con una sonrisa extensa en su rostro.

—Bien hecho Matsumastu-kun —felicitó con un aplauso, mientras observaba a los hombres derrotados en el suelo—, tenemos a nuestro hombre, es hora de irnos.

—¡No, alto! Les daré lo que sea —rogó mientras forcejeaba contra Jyushimatsu.

Sett puso su mano en su mentón y lo pensó un momento.

—No queremos causar un escándalo ¿Verdad, Jyushimatsu?

Un golpe provocó que se desmayara y Jyushimatsu pudo liberar la presión, luego lo lanzó a su hombro y comenzó a caminar fuera de la habitación.

Antes de abandonarla, Sett sostuvo su hombro libre y se acercó a su oído por detrás.

—Felicidades —susurró—, es hora de conseguir lo que mereces.


Continuará...

Hitsuyō - Osomatsu-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora