Familia: Segunda Parte.

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Un joven Karamatsu se movió en su lugar incómodo, mientras miraba su libreta frente a él.

Si bien en la clase había hecho apuntes, mirándolos con más atención no los entendía del todo. Además, su timidez le impidió preguntar a su tutor lo que se enredo en su cabeza, por lo que como consecuencia aquí estaba, con muchas dudas y pocas respuestas.

Suspiró exhausto y cerró el cuaderno, cansado de pensar en lo inútil que era al no entender, en palabras de su tutor, lo más básico del tema.

Si ahora no lo entendía ¿Qué haría cuando lleguen los exámenes?

Derrotado, mordió su labio inferior con fuerza, reprimiendo las lágrimas que amenazaban con recorrer sus mejillas.
No fue hasta que saboreo la sangre que se detuvo, y sin mucha emoción se levantó para despejar su mente.
Caminó por los pasillos de la mansión, llenas de cuadros pintados de manera  viva y llamativa, cada uno con  texturas y significados únicos, que hacían que su ánimo se levantara solo con mirarlos.

Aquellas pinturas lo distraían de su realidad, sumergiendo su mente en una especie de trance cada vez que apreciaba con atención los trazos que, con cada mirada, podía diferenciar más y más.

Pensó en volverse artista, pero no tenía la suficiente habilidad para crear algo tan complicado como arte, y tampoco pensaba tener el talento necesario.

"¿Siquiera él lo aprobaría?" Pensó volviendo a suspirar y regresando a su mundo.

Una mucama lo llamó y le hizo saber que su padre lo llamaba. Él asintió y fue a la sala de descanso dónde siempre los citaba.

Dentro lo esperaban sus hermanos, Choromatsu y Osomatsu, ya sentados en los sofás correspondientes. Intercambiaron miradas antes de que Karamatsu se sentara a su lado en silencio.

—Tenemos hermanos —dijo Osomatsu de repente, mientras miraba  una ventana cercana—, somos seis.

—¿Hermanos? ¡¿Tenemos más familia?! —preguntó exaltado Karamatsu.

—¡¿En serio?! —exclamó Choromatsu, con el mismo brillo que su hermano.

Osomatsu los miró y asintió, indiferente.

—Eso no es tan bueno como esperan —dijo de repente una voz extraña, tensando más el ambiente—, pero podemos sacarle ventaja.

—¿A qué se refiere, Tougou-san? —preguntó Choromatsu, confundido.

—Te gusta adelantar sorpresas —habló recibiendo un gesto indiferente por respuesta del mayor—. Osomatsu, Choromatsu, Karamatsu, ¿Quieren saber de dónde vienen? —preguntó cerrando la puerta trás él, con un tono serio.

Los dos menores tragaron seco, y dudosos, asintieron con determinación.

—No es una historia feliz —advirtió—, cuando lo sepan, sabrán lo afortunados que fueron al ser abandonados.

Osomatsu soltó una risa corta y amarga, y se levantó.

—¿Para qué? —preguntó sin esperar respuesta— No cambia nada —dijo levantándose llevando ambos brazos detrás de su cabeza—, tampoco es como si fuéramos a reencontrarnos algún día.

Luego de eso se acercó a la puerta y Tougou se hizo a un lado para dejarlo salir.

—¿Alguien más? —preguntó mirando a los dos hermanos restantes.

Choromatsu se vió pensativo, murmuró una frase antes de levantarse y salir detrás de Osomatsu.

Karamatsu fue el único deseoso de conocer su origen.

—Karamatsu, hijo ¿Realmente quieres saberlo? —preguntó para confirmar, recibiendo una mirada diferente del rostro del menor.

Una llena de seguridad.

—Sí.

[ . . . ]

—¿Realmente no quieres saber? —preguntó Choromatsu a su hermano, deteniendo su caminata.

Él se dió la vuelta y su rostro se volvió despreocupado.

—Yo ya lo sé —respondió—, me lo contó cuando nos recogió ese día.

—¿Y no quieres conocerlos? —preguntó dudoso.

El mayor suspiró y cruzó sus brazos.

—Pues no, no podemos conocerlos —contestó bajando su mirada—. Es lo mejor para nosotros.

Choromatsu asintió en silencio.

Osomatsu se acercó a él y lo rodeo repentinamente con su brazo, acercándolo a su pecho de forma juguetona.

—Vamos, no te pongas triste —dijo recuperando su sonrisa—, ¿Por qué no visitamos un rato a Haru?

—¿Podemos?

—Si Tougou no se entera, sí.

Ambos rieron y corrieron, escabulléndose por alguno de los pasillos de la mansión.

[ . . . ]

Choromatsu observó el nuevo hogar de su casi hermano, sus ojos no podían despegar la mirada a pesar de las brillantes llamas de fuego cubrían el terreno. Paralizado, espesas lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas en el momento que recordó quien seguía dentro.

Ahogó un grito y se obligó a correr al peligro, sintiendo el calor de las llamas ardiendo conforme avanzaba y, aunque eso no lo desánimo, un olor nauseabundo inundó sus fosas nasales.

Olor a carne quemada.

No pudo reunir el valor suficiente para acercarse más, asustado de la escena que podría encontrarse dentro se limitó a temblar.

Escuchó unos pasos familiares acercarse por detrás, y observó a su hermano mayor mirar el lugar. De alguna forma, él parecía diferente, estaba absorto en el fulgor de las llamas, ignorante del porqué Choromatsu estaba tan preocupado. Hasta que sus labios hicieron una mueca.

Una sonrisa.

—Haru... ¡Haru sigue dentro! —gritó sobre el crujiente sonido del fuego.

La sonrisa se deformó en otra mueca, en una aterrorizada.

Rápidamente se introdujo dentro de la casa, las sirenas de la policía, bomberos y ambulancias ensordecieron sus sentidos, dejando sólo un sentimiento de pánico en su cuerpo, sentimiento que lo movía mientras avanzaba por el hogar, esquivando los muebles y evitando el fuego.

Escuchó un grito y se dirigió sin pensarlo demasiado, encontrando a una persona en llamas, cubriendo con su cuerpo a un adolescente que no dejaba de llorar.
Haru gritaba de terror observando como la piel de su madre adoptiva ardía frente a él, paralizado por sus brazos alrededor de su cuerpo con la intención de protegerlo

Osomatsu intentó separarlos, con su fuerza no sería capaz de salvar a la mujer, aunque lo intentara, y sólo venía por Haru, sin embargo, ninguno de los dos iba a ceder ante sus esfuerzos y sin tiempo, tuvo que tomar una decisión.

Rompió el dedo de la mujer, escuchando un desesperado grito por parte de ambos. Aprovechando su dolor, abrazó a Haru y lo arrastró fuera de la habitación, regresando en sus pasos hasta la puerta, dónde Choromatsu los recibió con una sonrisa aliviada y los abrazó a ambos mientras lloraba.

Los bomberos entraron en acción.

—¿Mamá? —balbuceaba el menor en presencia de Choromatsu, quien solo podía observarlo con lágrimas.

Osomatsu hablaba con un policía, algo alejado de la ambulancia en la que se encontraban ambos, un paramédico lo había revisado y no encontró ninguna herida grave, pero Haru seguía en estado de shock, por lo que tardaría un rato en reaccionar.

La muchedumbre comenzaba a reunirse cerca del lugar, siendo contenidos por la cinta amarilla y unos cuantos policías. Choromatsu y Osomatsu tenían absolutamente prohibido exponerse a los medios de comunicación, por lo que, al ver que una camioneta de una cadena de televisión se acercaba, se vieron obligados dejar a Haru solo.

Sin un hogar, o familia.

Continuará...

Hitsuyō - Osomatsu-sanHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin