De vuelta a Colombia.

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Pov Poche

Estaba parada frente al espejo, me veía detenidamente de arriba hacía abajo, mi imagen no era la más llamativa, siempre me gustaba vestir con camisas de cuello de tortuga, tengo una colección de distintos colores, así que hoy opte por colocarme la que es color rosa, mis jeans negros y una gabardina de color beige, los zapatos son bajos y casuales, no me aplique maquillaje (no me gusta o bueno, no sé cómo usarlo), mi cabello estaba como siempre en ondas. Sé que mi apariencia no es la mejor, que la mayor parte del tiempo luzco como una nerd, pero así me siento cómoda y no creo necesario cambiar, baje mi mirada y ahí estaba mi gato obeso, Misifus, viéndome por el espejo muy serio.

—¿No quieres que tenga una cita, Misifus?—Le pregunté y el maullo—¡Oh señor Misifus, no se ponga celoso!, Nadie ocupa tanto lugar en mi corazón como usted—Le dije y el volvió a maullar, sonreí y lo acaricié despacio haciendo que el estire su cuerpo.

Terminé de acomodar unas cosas en mi casa, ¡Odio el desorden!, No lo puedo tolerar, me provoca ansiedad, así que siempre estoy ordenando cosas continuamente y no es que yo sea la desórdene, pero tengo un gato que es muy travieso y juguetón.

Mientras esperaba que mi cita llegará por mí, revise un poco mi Facebook y vaya…cada que entró las publicaciones se tratan de bodas o de bebés, deslizaba mi pantalla para ver las publicaciones cuando tocaron el timbre de la puerta, era él…mi cita.

Corrí rápidamente a la puerta, suspiré un poco nerviosa y abrí.

Ahí estaba él parado, Jasón, tal cual como estaba en las fotos, alto, castaño, musculoso, llevaba una chaqueta de cuero, una camisa blanca, unos jeans azules ajustados, unas botas militares de color negro y su cabello perfectamente recogido hacia atrás.

—¡Hola, nena!—Él me saludó con una sonrisa.

—¡Hola!—Salude tímidamente y arregle mis gafas.

El me miró de arriba hacia abajo y me sentí un poco incómoda.

—¿Quieres ir algún lugar o prefieres no sé…que veamos una película en tu casa?—Él me preguntó coquetamente con una ceja alzada.

”Hay que darle miel a la hojuela”

Pensé en lo que dijo Paula y sacudí rápidamente mi cabeza.

—Vamos a un café—Le dije a Jasón, él me miró raro y rasco su cabeza.

—¿A un café?, ¿No prefieres ir a un antro?, Digo estamos jóvenes y podemos divertirnos un poco—Él me dijo y yo seguía en la misma posición.

—No me gusta ir a esos lugares, hay mucha bulla y además no soy de tomar licor, tampoco de bailar, así que prefiero ir a un café—Le expliqué cerrando la puerta de mi casa.

—¡Ok…!—El me respondió no muy convencido.

Caminos por el pasillo del edificio, nos subimos en el elevador, Jasón tenía las manos en su bolsillo y yo jugaba con mis manos mientras el elevador terminaba de llegar al primer piso.

Salimos del edificio, caminamos hasta su motocicleta, él me ayudó a subirme, me entrego uno de los cascos y arrancó la motocicleta.

Llegamos al café, yo ordené un Late y el un capuchino, nos sentamos en una de las mesas que estaba al lado de la pared de vidrio y empezamos a platicar mientras nos traían los cafés.

—Así qué…¿Qué haces en tu tiempo libre, Poche?—El me preguntó apoyando sus manos en la mesa.

Acomodé mis gafas y le respondí.

—Me gusta leer, a veces escribo poemas o pensamientos, pasar tiempo con mi mejor amiga y mis demás amigos, también con mi papá y mi hermana Valentina, pero la mayor parte del tiempo me gusta estar en mi trabajo, trabajo en una biblioteca, así que para mí es muy fascinante. Te diré un dato curioso, ¿Sabías qué?…En 1959, una bibliotecaria de Carolina del Sur llamó a la Policía porque un niño negro de 9 años no quería marcharse. El niño obtuvo después un doctorado en Física por el MIT y murió en 1986, como uno de los astronautas a bordo del transbordador espacial Challenger. La biblioteca que en el pasado no le dejaba tomar libros ostenta ahora su nombre, Ronald McNair—Le conté a Jasón quien tenía la barbilla apoyada en su mano y no dejaba de bostezar.

La Eterna SolteronaWhere stories live. Discover now