CAPÍTULO 5

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Esperar formaba parte de mi esencial entrenamiento. Desde siempre, mi paciencia albergaba límites demasiado elevados si los comparábamos con el humano promedio. En cambio, mi hermano era por completo mi antítesis; quizás era por ello que cada uno se había encargado de diferentes áreas del submundo.

Aunque, por mi parte, no me encontraba en el lugar para lo que fui concebida. Seguía pagando un terrible error del pasado que, si me preguntaran de nuevo, no me arrepentí de cometer.

A veces ciertas decisiones pueden llegar a acarrear consecuencias fatales, pero el resultado merecer la pena.

El tiempo no podíamos medirlo en esta parte del universo, pues técnicamente era otro universo distinto cuya puerta daba con el correspondiente a los que habitaba los humanos. Incluso llamarlo "universo" era una especie de falacia, pues era un limbo extraño entre la realidad y la fantasía, casi como un libro de ficción.

Incluso para mí, que había vivido tanto que no recordaba ni siquiera los años, mi mera existencia era insólita e inexplicable; no tenía muchas respuestas acerca de mí y era irónico pues yo era una fuente de información para cualquier humano que me preguntara acerca de su vida pasada.

Cada persona que poblara el planeta, estaba atada a mí por un hilo rojo. La explicación de ese color es debido a mi pelo, del color del fuego, con el cual lograba mantener una conexión con ellos de por vida. Cuando sentía un fuerte tirón en mi muñeca y tiraba del cordel, el mismo llegaba hasta mí ya que el humano había fallecido y se había desprendido de él. Era entonces el turno de mi hermano de ir al lugar marcado siguiendo el rastro del cordel rojo para recoger el alma de la persona que ahora pertenecía al inframundo.

Pain era el que mandaba en el Infernum. Junto con nuestra creadora, que siempre supervisaba sus pasos, administraban esa parte tan conflictiva como horrorosa del submundo. Cuando me ponía en su lugar, comprendía las razones por las que era tan frío como un copo de nieve, pues debía de ser así para no volverse loco.

Aun a pesar de los horrores del infernum, era necesario para mantener un correcto equilibrio; los que en vida provocaron calamidades, debían pagar las consecuencias de sus actos sin excepción. Además, los condenados no podían optar a reencarnarse si en un futuro se les daba la oportunidad. Y eso se les hacía saber desde un inicio para que supieran que jamás volverían a la vida y que su eternidad estaría resumida en dolor y trabajo sin descanso.

Aun a pesar de la crueldad con la que Pain manejaba todo aquello, yo lo conocía bien y no era tan oscuro o maquiavélico como parecía. Todos le respetaban, pero nadie le profesaba cariño alguno a excepción de mí y de su amo de llaves.

Cuando los miembros del Nihil decidieron castigarme, mi hermano llegó a un acuerdo con ellos. Las negociaciones fueron duras y arriesgadas, pero cuando a Pain se le metía algo en la cabeza, no había diablo que le hiciera cambiar de opinión.

—Yo seré el que elija su lugar de reposo. Les aseguro que aprenderá la lección.

Todos ellos tenían plena confianza en sus juicios, pues era cierto que Pain siempre hacía lo que tenía que hacer sin importar nada más. En mi lugar, yo había nacido más humana y sensible, características indispensables si tenía que entender tanto a ellos como sus vidas tanto extrañas como interesantes. Los miembros del Nihil conocían perfectamente esa faceta mía y el riesgo de que mis padres me mantuvieran con vida; no siempre acataría las órdenes con la misma eficiencia que Pain y sufriría lo indecible por el resto de mi existencia. Sería un grano en el culo para esa parte del inframundo en el que la eficacia era norma y ley para todos ellos.

Tras esa charla cuya duración fue imposible de determinar, mi hermano me tendió su mano. No hubo palabras entre ambos, tan solo mi alrededor quedó oscuro como la boca de un lobo. No pude evitar temblar, pero Pain me apretó con mayor fuerza para que confiara.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Where stories live. Discover now