CAPÍTULO 17

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Nada más llegar a la escena del crimen, un sentimiento de que algo iba mal me asaltó de golpe. Llámalo instinto maternal, pero había algo que se nos escapaba mientras que revisábamos el cadáver de Karma. La ropa no era algo que me sonara de entre todas la que ella guardaba en el armario; desde el estilo hasta el patrón de los bordados, era algo que nunca se pondría bajo ninguna circunstancia.

Una camisa de manga larga y unos vaqueros largos demasiado abrigados para la época que estábamos. Era una ropa muy estándar y con demasiada poca personalidad, casi como si el asesino no quisiera llamar demasiado la atención o fallar en cuanto a la elección del atuendo. Pero no contaba con que su madre iba a ser una de las que investigara el caso y que no pasaría por alto algo como aquello. Karma no era de las que vestía camisas; ya me costó lo mío vestirla con traje de chaqueta para la boda de uno de mis jefes. Se pasó varias semanas molesta mirando aquel conjunto pulcramente colgado de la puerta de su armario, casi como si quisiera prenderle fuego con la intensidad de sus ojos.

No pude evitar esbozar una sonrisa triste.

Aquella era la primera inconsistencia. La policía científica revisaba el cuerpo con gran meticulosidad, tomando muestras que introducía en bolsitas zip de plástico. Les observaba detenidamente mientras escribía todo lo que iba encontrando; silenciosos pero meticulosos, así trabajaba la científica. Me acerqué a ellos para que me revelasen más información. El olor a café era típico de cualquier escena en la que ellos estaban: curados de espanto por todo lo que vieron a lo largo de su carrera profesional, no les impresionaba ver un cadáver fuera o no de una niña.

Y esa desensibilización comencé a sufrirla con la primera muerte que tuve que investigar. Uno de ellos comenzó a hablarme sin apenas mirarme.

―Probablemente, por el estado del cuerpo, lleva más o menos una semana muerta. Lo más seguro es que muriese la noche en la que ella desapareció. Una auténtica tragedia, pobres padres.

Hice caso omiso a ese comentario lleno de falsa comparecencia. Daba gracias a que un reducido grupo de personas sabía el parentesco de Karma conmigo y no tenía que escuchar estupideces todo el tiempo. La pena no me traería a mi hija de vuelta, pero haría pagar al cabrón que se le ocurrió poner un dedo encima.

Retomé la conversación.

―Pero la bahía fue uno de los primeros lugares que revisaron tras su desaparición. Eso nos indica que el cuerpo quizás fuera movido o bien que no fue asesinada exactamente el mismo día en el que desapareció. Si estuvo cautiva en algún lugar, debemos encontrarlo―Le expliqué al agente.

―Quizás se encontraba en alguna zona de difícil acceso y con el tiempo el cuerpo llegó a tierra firme. No podemos descartar eso. Por lo pronto, veo cosas que no me cuadran debido al lugar y al tiempo en el que el cuerpo se encuentra en estado de descomposición. Quizás tengas razón con que el cuerpo fue movido, pero entonces encontraríamos un grado de putrefacción diferente y el cuerpo plagado de insectos.

―Soy toda oídos―Dije sombríamente.

―Bueno...para empezar no hay fauna acuática necrófaga en el cadáver. Eso es ciertamente extraño además de que un cuerpo en el agua presenta una mayor descomposición e hinchazón debido precisamente a los microorganismos. La bahía presenta siempre unas temperaturas excepcionalmente bajas, por lo que casi siempre se puede encontrar hielo en sus aguas. Quizás eso hizo que el cuerpo se mantuviera en buen estado, pero eso no es impedimento de que no haya insectos u otro tipo de animales en su cuerpo. Debemos analizar la superficie de su piel para ver si existe algún químico que actuara y que nos de pistas acerca de ciertas cosas. Como colofón, está el tema de las malditas huellas dactilares.

― ¿Qué sucede con eso?

―No hemos encontrado huellas en el cuerpo de la niña, pero es que su identificación ha sido posible gracias a un testigo que nos contó la ropa que Karma llevó la noche que desapareció. Una de sus vecinas estaba tirando la basura cuando la vio corriendo por la carretera con sus auriculares puestos. Las huellas de la niña fueron borradas porque sus dedos fueron quemados. Ese cabrón tiene que ser fanático de los gánsteres o algo así.

―Si hay una testigo, debo hablar con ella―Dije impacientemente, pero el tipo negó con la cabeza. Según él, pidió que su figura fuese anónima porque quería protegerse en cuestión de que se descubriese al asesino. Quise convencerlo, pero Chase palmeó uno de mis hombros en señal de que lo acompañase. Por mucho que intenté pasar olímpicamente de su petición, el pellizco que sufrí en mi brazo era una alerta de que su paciencia estaba acabándose.

Me disculpé con el agente, alejándome de la escena a regañadientes. Varios soplidos después, Chase procedió a darme un buen sermón.

― ¿En qué cojones estás pensando, agente Carpenter?¡No queremos que los de la científica sepan tu relación con la víctima! Ya sabes como son y no les gusta que haya "taras" en su investigación. En todo momento se ha visto un lado tuyo demasiado visceral, totalmente diferente a como sueles ser. Es cuestión de tiempo que hilen las cosas y sepan que tú eres su madre.

―Mi apellido no es precisamente poco escuchado. Hasta hay un maldito director de cine con mi mismo apellido. En caso de interrogarme, haré lo posible para evitar que sepan la verdad. Por lo pronto, todos los resultados que salgan del laboratorio, los quiero ipso facto al igual de quién testificó.

Chase se estrujó las sienes; sabía que lo que le pedía era algo arriesgado y que podía cabrear a los jefes, pero se trataba de mi sangre la que había sido derramada en aquella bahía. No dejaría las cosas así, por lo que todos mis modales y buen proceder, se irían a la mierda si con ello encontraba información valiosa.

Chase sabía que no tenía escapatoria: tarde o temprano sabría de quién se trataba e intentaría acceder a las cámaras de esa vecina para intentar ver lo que pasó esa noche.

Tras la charla, volví de nuevo a la escena, observando como el cuerpo de mi hija era levantado para llevarlo a la morgue. Pero algo extraño fue encontrado abajo; un bote de pastillas sin abrir y una pulsera. Aquellas pastillas eran somníferos y eran de una marca que me eran familiares, cosa que no me ocurría con la pulsera. Estaba segura que no le pertenecía a ella sino a quién le hizo daño.

―La talla corresponde a una muñeca muy pequeña. Por el diseño hay amplias probabilidades de que sea de una mujer. No estoy seguro de si se tratan de diamantes, pero las probabilidades son altas. Esto nos puede dar una pista del poder adquisitivo del asesino. Lleven el cuerpo a la morgue para realizarle la autopsia.

Mi respiración se quedó cortada cuando veía esos brazos amenazando con desprenderse y caer al suelo. Mi hija estaba destrozada, demacrada y en unas ropas que no eran las que ella se pondría. Si a eso le sumamos que esa noche fue vista corriendo sola y los artículos que habían sido encontrados, se me hacía demasiado difícil elaborar una hipótesis de la cronología de todos los eventos.

Demasiados vacíos temporales y un solo testigo que quería quedarse en las sombras.

Pero no contaban que, en el último caso de mi vida, sacaría la artillería pesada.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora