CAPÍTULO 28

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La ausencia de Pain debería de traerme paz, pero la preocupación me ganaba esta vez. A toda velocidad, su presencia se desvaneció como el humo de las atracciones de feria en el ambiente. Destina se había ausentado desde el extraño ritual debido a una serie de asuntos los cuales estaba segura que tenían que ver con la mujer que acababa de llegar al inframundo. Las horas o los días ya no tenían el mismo significado para mí; no podía medirlos y más en un lugar cuya luz era siempre la misma, en este caso, tan sólo era la que proporcionaban algunas velas de las habitaciones y pasillos. Si lo pensaba fríamente, no había salido al propio Infernum para darme un paseo.

La enorme tentación que albergaba mi pecho unido a la necesidad de cambiar de aires, me hizo replantearme el modo de salir de allí. Nunca había encontrado lo que se supone que sea la puerta de entrada de la casa, por tanto, estaba sumida en un laberinto de estilo elegante y refinado. Y si pensaba en contar con Masaru, en pocos instantes descarté la idea debido a la gran fidelidad que guarda con su buen señor.

Además, la visita de Syra lo mantenía bastante ocupado para dominar la mala sangre de la Banshee, cuyos gritos aún me hacían estremecer el espíritu cuando me ponía a pensar acerca de nuestro encontronazo. No, desde luego no era una visita cordial.

Me armé de valor para levantarme de un salto de la cama; la pasividad había terminado y quería pasar a la acción. No podía olvidar que disponía de muy poco tiempo para esclarecer aquello sobre lo que se me acusaba. Y no solo tenía que deshacerme de estas paredes sino encontrar fuentes de información que me sirvieran para defenderme de todas y cada una de las normas que imperaban en el Infernum.

Tan sólo sabía lo poco que los hermanos me habían contado, y no, tampoco conocía hasta dónde podrían llegar mis capacidades. Estaba harta de procrastinar entre algodones porque se suponía que debían protegerme, ¿Acaso olvidaban que ya estaba muerta? Bufé desesperada, echando un vistazo a mi apariencia en el espejo. Vestía un pantalón y camiseta de colores pastel, entre blanco y azul, cuya ausencia de detalles me hacía sentir aburrida. Tan sólo un leve brillo rojizo en la muñeca, algo semejante al hilo rojo que hablaba Destina. El mío había sido cortado y no podía volver atrás, quizás ese detalle era el único remanente de mi vida mortal, muy a mi pesar. Pero no era mi estilo regodearme de mi mala suerte sino buscar la grieta que me hiciera ver la luz de una vez.

Tomé el pasillo que había a la salida de mi dormitorio, probando a caminar a ver si encontraba algo interesante. Reinaba el silencio como casi cada día, a excepción de los pasos o murmullos de Masaru cuando se encontraba en casa. Respiraba aliviada de encontrarme sola.

Recordaba la ubicación de la sala que Pain me había prohibido entrar, aquella cuyo agujero guardaba un líquido de tonalidades místicas. No deseaba tropezarme con tal peligro, así que hasta que no supiera más del mismo, no pondría los pies en terreno pantanoso. Quedaba descartada por goleada.

Continué caminando no sin antes revisar cada paso que daba. No quería ser pillada in fraganti y tener que explicarme ante un Masaru altivo o un Pain cabreado. La exasperación llegaba de nuevo a mis labios conforme daba vueltas en círculo, ¿Y si la salida no estuviera a la vista? No podíamos olvidar que el lugar estaba oculto de los miembros del Nihil por miedo a que descubriera en verdadero paradero de Destina.

Las cosas por aquí no eran sencillas, no podías dejarte llevar por las imágenes o las personas que tenías delante. Era la perfecta definición de no es lo que parece. Debía encontrar el punto cambiante de este círculo interminable si quería salir de allí.

La casa es grande, estoy segura de ello, no puede ser tan pequeña como me están haciendo creer. Comienzo a pensar que hay una especie de hechizo para impedirme husmear―pensé en voz alta. No me parecía descabellado puesto que encontré lo que se supone que era una habitación prohibida. Puse mi espalda sobre la pared, deslizándome como un detective olisqueando las huellas del criminal. Cada vistazo era importante y los pasos eran cruciales para evitar entrar en el bucle de nuevo; la grieta, el pequeño escape de la realidad en la que me habían metido por mi seguridad. Si rompía esa realidad, sería libre para caminar por donde me placiese.

Palpaba la pared, la rugosidad de la misma. Era lisa y del mismo color, sin ningún tipo de desperfecto a la vista. Realmente comenzaba a pensar que no saldría de allí.

―Siempre que Pain se iba, salía al pasillo, está claro que no usaba su dormitorio para salir de casa. Debo de estar cerca de la maldita clave, ¡Piensa Karma, piensa!

Uno de los pasos me hizo frenar en seco, ¿Había titilado la luz del pasillo? Di un paso atrás, encontrándome con el fenómeno de nuevo: había encontrado un punto en el que la luz de la vela del candelabro de pared, parecía estar a punto de apagarse, casi como si una ráfaga de viento se colara por algún lugar de las paredes del pasillo.

En ese preciso punto, podía adivinar un ligero vendaval. Miré de nuevo la vela, y vi claro que la grieta se debía encontrar en la pared apuesta, en la de la izquierda. Di varios pasos en esa misma dirección hasta que mi nariz quedaba apoyada sobre la superficie. La brisa era mucho más evidente.

Puse las manos e intenté empujar, ¿Acaso era una puerta secreta como las películas? No albergaba mucha esperanza, pero cuando comenzó a moverse hacia delante, casi grito de la emoción y la sorpresa: había encontrado la clave de mi libertad. No quise esperar mucho más, así que entré sin detenerme, porque temía que el miedo me paralizara y volviera de nuevo a mi lugar seguro.

La luz que me dio la bienvenida era semejante a la de la casa de Pain, tenue pero suficiente como para admirar lo que tenías delante. Lo más curioso es que, nada más salir, mis pies se encontraban en una vía de tren suspendida en el aire. Si miraba abajo, no podía divisar nada, tan solo unas nubes completamente negras peores que las que amenazan tormentas con rayos y centellas. Si me cuentan que era una pesadilla y que pronto iba a despertar, me lo hubiera tragado.

Estaba en una estación de tren de aspecto demoníaco, cuyo horizonte se perdía en la espesa niebla. Conforme caminaba por los raíles, podía ver algunos puentes que comunicaban con lo que se podía decir eran andenes. Casi podía sentirme en una ciudad normal y corriente a no ser por la inmensidad que se abría bajo mis pies y por los ruidos de ultratumba que me hacían sobresaltar a cada paso. No, en infernum no era como en los libros; no había llamas ni demonios con cuernos, sino caminos largos cuyo final no puede divisarse. Por el momento, se sentía más la soledad que el dolor.

Un rugido me hizo quedar congelada, ¿Había animales salvajes? No, no podía ser...

Pero otro vino a continuación haciéndome gritar y correr todo el camino que había andado. La puerta de la casa de Pain era visible hasta que la pasé de largo en busca de un sitio donde permanecer segura.

― ¡Un puente, un maldito puente para cruzar y salir de estas vías! ―grité mientras intentaba impulsarme lo más rápido posible. Mis energías comenzaban a disiparse al igual que mis esperanzas de salir ilesa. Una pregunta me cruzó la mente, ¿Acaso podía desaparecer por completo si "moría" en el Inframundo? ¿o tan solo saldría dañada?

No era el momento idóneo para hacer tal experimento, así que recé lo que sabía mientras que algo que seguía oculto en las sombras, me perseguía sin piedad.

Y gracias a algo ancestral, fui empujada por algo que me hizo chocar contra el andén de la derecha, viendo pasar finalmente lo que iba tras de mí.

En las vías, un enorme dragón corría como alma que le llevaba el diablo mientras que podía observarse unas ventanas a lo largo de su lomo. ¿Había personas dentro o era mi imaginación? ¿El dragón era como un autómata? Pero mis preguntas fueron interrumpidas por los improperios de algo que estaba a mis espaldas. Era cierto, un alma caritativa me había echado una mano para evitar ser atropellada por un falso dragón que, en vez de ir por el cielo, prefería la incomodidad de las vías de un tren. Esperad un segundo, ¿Me he planteado la capacidad aérea de un dragón por encima de su existencia? Quizás me estoy creyendo demasiadas leyendas y me comienzo a volver majara.

Pero una simple vista me llevó de cabeza al instituto, en concreto, a las historias de mitología que debíamos saber de cultura clásica. Grandes alas de color blanco, cuello de colores rojizos y un pecho cubierto de plumas tan negras como el carbón. Conforme más lo miraba, más encontraba la semejanza de un Grifo de la antigua Mesopotamia. Suspiré alucinada con el pecho hecho un lio mientras que agitaba su enorme cabeza adornada con muchos abalorios; casi me recordaba a un gatito acicalándose.

―Estos niños de hoy en día no respetan las normas. Tendré que avisar al jefazo, ¿Has visto como quedaron mis horquillas? ¿Ahora como podré seguir siendo la criatura más hermosa del Infernum?

Pero mi mente ya volaba lejos. Si hubiera podido, en aquellos momentos, me hubiera desmayado.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Where stories live. Discover now