CAPÍTULO 23

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No vi a Destina en todo el día, tan sólo estuve acompañada por El Cretino en una forma bastante menos cretina de lo normal. Ese aire de superioridad nunca le abandonaba, pero hoy parecía ser distinto con respecto a lo que yo consideraba la normalidad. Desde el incidente de esa habitación oculta en la que ingresé sin permiso, no es que hubiera hablado demasiado al respecto por mucho que le interrogara acerca de ese líquido que emanaba del agujero que había en ese mismo suelo. Quizás consideraba que mi pequeña mente jamás comprendería la envergadura de los conocimientos del inframundo, pero la verdad es que apenas me daba oportunidad para demostrarlo. No quería parecer demasiado niña, así que abandoné toda esperanza de conseguir una palabra más de su retorcida boca.

Repasaba algunos libros que tenía sobre la mesa con bastante atención, unos que ni siquiera tenían título. Me llamaba poderosamente la atención esa vena erudita que demostraba en esos momentos; de nuevo, algo me sorprendía sobre él, aunque si lo pensaba con detenimiento, él era alguien admirado y respetado en el inframundo y eso no se consigue solo con buenas decisiones. Debía de tener un enorme conocimiento de todo y de todos los seres que poblaban el lugar.

Durante el buen rato que estuvo inmerso en papeles, se levantó excusándose de que necesitaba tomar un poco de aire. Asentí en silencio, aprovechando su ausencia para ojear lo que él estaba mirando. Muchos documentos referidos a la identidad y vida de una persona, en concreto, una mujer bastante joven, de unos 32 años. Sentí una enorme pena por ella, pero yo no me encontraba precisamente en una mejor situación para ser su hombro. Desde luego, ella había vivido unos cuantos años más y se había graduado, cosa que yo nunca haría.

Aquel estudio era nuevo para mí, aunque más que eso era como una biblioteca. No es que fuera inmensa, pero era lo suficientemente grande como para decir que nunca tendría algo así en la vida por mucho que ahorrase. Era elegante y nada pretenciosa, toda hecha de mármol negro que brillaba con las luces tenues de la estancia. No era nada sobrecargado sino limpio y ordenado. Me sorprendía lo enorme que podía ser la que se consideraba su casa y tenía cierta curiosidad por mirar al exterior y descubrir el famoso Infernum. Aunque claro, teniendo la experiencia de minutos anteriores, iba a esperar a que él mismo me llevara bajo su supervisión para evitar meterme en líos.

Revisé la cubierta de algunos de esos libros, descubriendo que en su mayoría no había títulos, incluso muchos de ellos tenían grabados una serie de números como si se tratase de un código. Quizás era una forma de organizar toda la información o simple jerga, aunque las cosas cambiaron cuando tomé uno de ellos y me topé con la realidad.

Cada libro era la vida de una persona, desde su inicio a su final. Incluía posibles muertes y, finalmente, la que realmente había sucedido, como si desearan medir las probabilidades de acierto. En ellas había fotografías que incluso podían moverse; al igual que una televisión, miraba embobada la sucesión de movimientos conforme pasaba las páginas. Esa magia extraña era algo que podía sacarse de los sueños de cualquier persona con una cierta dosis de imaginación y al pensar que en uno de esos libros podría estar yo, un ligero escalofrío me recorrió la espalda. Observé detenidamente todas las baldas: era imposible tener a todas las personas que vivieron en la Tierra en un lugar tan pequeño como éste, eso era totalmente claro.

Dejé el libro a un lado, observando uno que parecía estar hecho de un líquido semejante al que vi en el agujero de esa habitación: la dichosa esencia de las que estamos formados los fantasmas y seres del Inframundo.

Humor esencial, La Vida después de la vida. El cuerpo hecho aire, más denso que el mismo. Nube de energía ilimitada, donde se alberga el mismo universo. Infinitos pensamientos, sentimientos, latidos, vibraciones...acumulados en su interior. Es la esencia misma de la existencia de todo― comencé a leer. Cuanto más lo hacía, más enfrascada estaba en la lectura. Según el texto, en el Inframundo existen unos archivos donde se guardan todos y cada uno de los registros de todos los seres de la Tierra, los cuales forman parte, cuando dejan su vida terrenal, de ese humor esencial. Toda vida tenía impresa otras tantas que ya han existido, por lo que por eso se piensa que el ser humano es capaz de aprender ciertos comportamientos con bastante simplicidad. Es por eso que se tienen deja vú o sueños extraños, porque ese podría ser alguien que está formando parte de ti y te está mostrando parte de su vida. El saber que todo y todos estaban relacionados, amenazó con hacerme explotar la cabeza, haciéndome recordar las palabras de Pain con respecto a ese líquido.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Where stories live. Discover now