CAPÍTULO 20

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El resto de la noche transcurrió tranquila entre tragos y sándwiches de cangrejo de Maine en compañía de aquel vejestorio que siempre conseguía relajar mis encrespados ánimos. Me conocía desde antes de saber hacia dónde giraría la veleta de mi vida, cuando la policía no me interesaba en absoluto.

Solía venir de visita incluso cuando Mila no había nacido. El terreno se encontraba dentro de la bahía de Merrymeeting, por lo que era un lugar perfecto para jugar y corretear. La cuestión es que tuvieron que vallar ciertas zonas por algunos accidentes que habían sucedido en el tiempo, ya que algunos niños cayeron al agua. Hubo una época en la que los padres soltaban a sus hijos sin pensar en lo que podía ocurrirles, quizás porque era un pequeño pueblo que no sucedía nada, pero hasta en ese tipo de lugares, las tragedias están presentes.

Y no es que hubiera estado envuelta en grandes casos desde que era policía, pero había tenido los suficientes como para comprobar que la maldad humana puede encontrarse en cualquier recóndito lugar. El que casi me hace dejar la policía pasó hace 22 años y fue uno de mis primeros casos, quizás, el que más curtió mi carácter.

Toda la resolución quedó entre unos pocos y daba gracias al cielo por ello. Mi baja también formó parte del secreto pues en un pueblo como éste no se tomaban bien que alguien encargado de proteger a la comunidad, tuviera problemas mentales.

Y luego estaba Sidney, con tantos secretos y problemas que se guardaba para sí, siendo un bloque de piedra irrompible. Un buen día, un bebé apareció en el hotel; por mucho que le preguntases, el viejo decía que era su hija.

Desde siempre, nunca le había conocido una mujer a ese Sidney; siempre atento a su hija y a su negocio como si el resto de las cosas no importasen. Tenía edad de sobra para jubilarse, pero decidió que no colgaría su uniforme hasta que la muerte le arrancase la vida de sus dedos fríos. Aunque lo que más le pesaba era dejarle esa gran responsabilidad a su hija.

―Tarde o temprano, tendrás que hacerlo. Ella lo sabe bien y ya no es una niña.

―Toda la razón, pero no puedo evitar sobreprotegerla. Es la única mujer de mi vida.

Esa última frase rezumaba un amargor que no todo el mundo podía detectar, pero para un sabueso como yo, era claro como el agua. El asunto era misterioso, pero creía que era mejor dejar ahí por el momento porque no deseaba romper esa armonía que se manejaba esta noche. Cuando mis sentidos me indicaron que era mejor parar, sonreí a Sidney para entonces, marcharme de nuevo a mi habitación. Mi busca siempre lo llevaba encima, pero lo había olvidado en mis pantalones, ya que me había cambiado en cuanto llegué al hotel. Una luz roja me indicó que alguien del trabajo había intentado contactarme.

Era claro que era Chase, pues era el que siempre me mandaba algo al busca, por lo que le llamé directamente. Eran más de las cuatro de la madrugada de una noche que no era de patrulla, por lo que esta llamada estaba fuera de toda jurisdicción. Respiré hondo y esperé a que me contestara.

―Sabes que estoy a punto de jugármela y que el inspector jefe va a triturarme vivo como se entere que te estoy dando información de Karma.

―Totalmente claro, yo asumiré toda consecuencia. Si se filtra algo, diré que fui yo la que metió las narices.

Un suspiro acompañado de varios tacos, dieron paso a una larga conversación. Me coloqué con la frente de nuevo en la puerta corredera que daba a la terraza de la habitación dispuesta aquello que Chase estaba dispuesto a contarme.

―Hay una testigo que vio a Karma la noche que ella desapareció. Por lo que pude averiguar, porque yo no estuve presente cuando le hicieron preguntas, vio a tu hija siguiendo a un hombre encapuchado de estatura media. Vestía de pijama, por lo que lo que comentaste de la ropa que ella vestía cuando la encontraron, tiene sentido.

―Era su pijama de patitos y sus zapatillas de talle alto. Puedo ver con los ojos cerrados ese conjunto de las veces que ella se lo ha puesto. Y la esclava...es tan estrecha que ni siquiera le entra a mi hija, ¿Qué clase de muñeca se debe tener para lograr colocársela?

―Estamos revisando el ADN del cuerpo de Karma al igual de todas las pertenencias encontradas. Pensamos que esa esclava perteneció a una niña de no más de cuatro años, puesto que no hay adulto que tenga tal circunferencia de muñeca.

― ¿Hay algún tipo de nombre? ―pregunté.

―No, al menos no es legible. El diseño no parece actual, por lo que quizás es más antiguo de lo que pensamos. Quizás lo mejor sería preguntar a un joyero para saber más acerca de la antigüedad de la joya. Eso podría darnos pistas.

―Además, poseen instrumental de aumento muy potente, por lo que cualquier muesca o nombre que haya en ella, será capaz de leerlo.

―Toda la razón, tengo que empezar a moverme pronto en la mañana y tirar de algunos hilos. Te recomiendo que descanses y que tengas cuidado a la hora de investigar o de interrogar a gente. Ten en cuenta que te dejaron dentro del caso de puro milagro.

Pero la realidad él no la sabía; uno de mis superiores estaba cogido por los huevos gracias a trapos sucios que sabía sobre él, así que, si mantenía un perfil bajo, estaría dentro del caso en todo momento. Antes de colgar la llamada, le pedí la identidad de la testigo.

―Cassy Ross, una vecina cercana que estoy seguro conoces. Yo no te he dicho nada. Cuídate y no trasnoches demasiado.

Tras colgar, mis manos fueron a parar a mi pecho, ¿Había sido demasiada casualidad que un familiar de esa mujer hubiera venido de visita y fuera el último visitante del hotel? ¿Con qué razón había venido? Conocía a esa mujer y no era precisamente alguien amable y charlatana, más bien lo contrario. Se sabe que tuvo hijos pero que, en cuanto tuvieron ocasión, huyeron despavoridos de su lado, poniendo toda la tierra de por medio por delante. Que alguien viniera a hacerle una visita, parecía algo un tanto extraño.

―Tengo que hablar con Sidney sin falta mañana. Quiero revisar la lista de huéspedes del último año―dije mientras lo anotaba en mi libreta. Era hora de descansar un poco, por lo que me tomé una ducha rápida, me volví a cambiar de ropa y me fui a la cama.

Tenía menos de cuatro horas de descanso, pues Sidney se despertaba temprano para poner todo en funcionamiento. Mandé un mensaje a Michael deseándole buenas noches y pidiéndole que, tanto él como su padre, cenasen bien, que había que mantener las fuerzas.

Aunque las mías a veces se esfumaban y me hacían temblar las piernas. No corrí las cortinas, me dormí con la luz de luna reflejada en el agua del lago, que impactaba en las paredes de mi habitación. Quizás era mi mente vívida o simplemente que echaba de menos a Karma, pero podía ver la silueta de ella sentada en la orilla de esas aguas como siempre hacía, mirando la calma y quietud mientras que pensaba en sus cosas. Era tan real que me oprimía el pecho, que me dolía hasta querer gritar, pero no poder.

Dormí llorando desconsolada, con la necesidad de pedirle a algo divino, que me devolvieran a mi hija.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora