CAPÍTULO 33

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Las palabras de la señora Ross hacían eco en mi mente completamente exhausta debido a los acontecimientos de estos últimos tiempos. Si era cierto lo que ella decía, mi departamento me había mentido con respecto a las desapariciones que habían acontecido en el condado.

En caso afirmativo, estaba segura que era por el maldito de Nathan, cuyos chanchullos siempre los tapaba con el pretexto de la confidencialidad del cliente. Que él estaba metido en asuntos turbios, todo el mundo lo sabía, pero se lo callaban porque no tenían más remedio.

Tras la pista de la señora Ross, tomé la determinación de investigar mis alrededores. Era jueves así que era el día en el que poníamos orden a los historiales del último mes para archivarlos correctamente. En ocasiones, se revisaban los casos fríos que habían sido dejados en el olvido, cuestionando si podíamos echar un ojo y encontrar nuevas pistas para resolver el caso. Los más antiguos eran los que se revisaban antes puesto que los avances en ciencia habían sido brutales si los comparábamos a cuando no se podían tomar muestras de ADN o huellas del posible asesino.

Tenía un pretexto para abrir mis oídos e intentar verificar mi nueva información.

Tomé el coche para volver a la comisaría, no sin antes recibir un mensaje en mi busca. Aproveché que había parado en un semáforo en rojo para poner el manos libres y realizar re llamada.

―Espero que tu reunión haya sido productiva.

―Hola Chase, me alegro de tu llamada. Voy a la comisaría a haceros un poco de compañía.

Se hizo el silencio en la línea. Parecía ser que mi respuesta no le había gustado demasiado. Decidí preguntarle si había un problema con ello, a lo que respondió:

―Sabes que no hay problema, tan sólo se supone que estás de vacaciones...aunque más bien consideraría que estás de baja.

―No voy a quedarme de brazos cruzados y tú lo sabes bien.

Soltó un taco, ¿Qué escuchaba de fondo? ¿Acaso lo había pillado en un transporte público o algo así? La cobertura no parecía ser demasiado buena, por lo que le pregunté.

― ¿Dónde estás?

―Estoy en comisaría, hay un poco de jaleo porque hay varias personas discutiendo. Quieren ver al jefe y parece que se niegan a marcharse. Él no está porque se ha tenido que ir por unos asuntos los cuales no tenemos idea. Podría ser que simplemente quería refrescarse el gaznate.

Solté una carcajada dándole la razón a mi compañero; si estuviera un escalafón más arriba de ese gilipollas, no solo le había echado del cuerpo, sino que, además, buscaría entre toda la mierda que oculta para dar con algo lo suficientemente jugoso como para empapelarlo una temporada. Le prometí a Chase que no tardaría en llegar, que intentara calmarlos mientras tanto.

En cuanto pude moverme, aceleré lo más que pude para no hacerme esperar. Por lo que había escuchado, no parecía una simple pelea típica de borrachos y tampoco era hora de algo así. Estábamos en el comienzo de la tarde, un jueves normal y corriente donde el tiempo era agradable. La gente no se encerraba en los bares a las cinco de la tarde y, en ese caso, no salían hasta la noche.

Aparqué en mi plaza y apenas pude dar varios pasos hasta toparme con el enorme escándalo que estaba ocurriendo dentro del edificio. Respiré hondo varias veces y entré dispuesta a enfrentarme a lo que estaba sucediendo.

Un hombre y una mujer de mediana edad, le gritaban a un pobre agente que intentaba por todos los medios hacerles entender que el jefe no se encontraba allí, que como mucho, podía tomarles los datos y llamarlos cuando se encontrase disponible. Aquello solo sirvió para cabrearlos aún más.

― ¿No lo entiendes?¡Necesitamos hablar con vuestro superior y no podemos esperar!

Me acerqué a la mujer enseñando mi placa y presentándome formalmente. Su nerviosismo pareció amainarse ya que era la única que le había prestado una atención real.

―Agente Carpenter del departamento de crímenes violentos, a su servicio. Por el momento, nuestro superior no se encuentra en el edificio así que lo único que puedo ofrecerle es un par de oídos para que me cuenta qué le ocurre.

Les hice un gesto para que me acompañasen a una sala de interrogatorios vacía donde poder hablar con tranquilidad. Mis compañeros me agradecieron con la mirada que mantuviera bajo control la situación, pero era algo a lo que estaba acostumbrada. Chase se quedó en la entrada completamente pensativo; quizás estaba intentando localizar al capullo de Nathan.

Una vez cerrada la puerta, desconecté los micrófonos para que nadie de fuera nos escuchara. Les pedí que se sentaran y que comenzaran con su historia.

―Esta no es la primera vez que venimos y siempre tenemos las mismas respuestas―dijo el hombre.

―No comprendo la pasividad que os gastáis por aquí, ¡Se supone que defendéis al ciudadano!

No me exalté en ningún momento, manteniendo la tranquilidad que me caracterizaba cuando estaba inmersa en una misión. Puse las manos sobre la mesa acercándome a ambos y mirándolos fijamente con toda la seguridad que pude. Quería convencerles que podían confiar en mí.

―Quisiera saber las razones de su enfado, por favor, estoy aquí ante ustedes porque deseo ayudar.

― ¡Nuestra hija lleva desaparecida meses y nadie parece querer mover un dedo! Llevamos viniendo un tiempo y siempre nos dicen lo mismo, que han emitido una orden de búsqueda y que de momento no se sabe nada.

Aquello me hacía recordar lo que la señora Ross me había contado, ¿Aquella chica pertenecía a esas cinco desaparecidas que la policía intentaba ocultar al público? Si eso era así, Nathan tendría que dar unas cuantas explicaciones y razones coherentes por esa actitud de mierda. Les pedí más datos para rebuscar entre las órdenes de búsqueda que había en el departamento.

―Nuestra hija se llama Helen, Helen Harris. Desapareció este verano, en concreto, Julio. Pensábamos que simplemente se había despistado esa noche que se había quedado a dormir en casa de una amiga, que quizás se lo había pasado tan bien que no quería volver por el momento a casa. Pero cuando llegó la noche siguiente y no supimos de ella, fuimos corriendo a casa de su amiga.

―Nuestra Helen no llegó a pasar la noche con su amiga―dijo la mujer completamente devastada. Tomé mi libreta, apuntando todo aquello que sus dolidos padres me contaban acerca de lo que rodeaba a su desaparición. No había sido vista por el barrio según ellos, no había llegado a su destino cuando fue secuestrada y no habían recibido llamadas de rescate. Se había esfumado sin dejar pista alguna.

― ¿Podríais darme la dirección de la casa de su amiga? ¿Realizaba un camino en concreto cuando iba a visitarla?

Ambos se miraron pensando en la respuesta. Yo no cesaba en tomar apuntes de todo, activando mi mente a pleno rendimiento para dar con la clave de aquel horrible caso.

El padre se decidió a contestar.

―Suele usar varios caminos ya que está en un lugar concéntrico del condado. Le anotaré todo lo que recuerdo además de la dirección de Paige.

Asentí mientras que ambos se ponían de acuerdo y escribían sobre mi bloc. Con la mirada puesta en el exterior de la sala, mis preguntas eran mayores. Quizás debía de hablar con Chase y conseguir que mi compañero de aventuras me echase un cable.

Les di las gracias a ambos, dándole mi teléfono personal prometiéndoles que haríamos lo posible por su hija. Con lágrimas en los ojos, abandonaron el edificio, acompañándolos a la puerta donde Chase se encontraba fumando un cigarrillo a solas. Cuando desaparecieron de mi vista, le miré con seriedad.

―En el restaurante de carretera que tú y yo sabemos, a las nueve de la noche. Y no puedes negarte.

Asintió con una leve sonrisa mientras que se encerraba de nuevo entre sus pensamientos. Por el momento, debía ocupar mi tiempo mientras que se hacía la hora de la reunión así que me dispuse a ir a mi mesa para echar un vistazo a los casos que se habían resuelto en el último año. Quizás encontraría una pista que me llevase a lo que realmente buscaba.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora