CAPÍTULO 22

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Quizás había pegado los ojos un par de veces en lo que me restaba la noche desde la conversación con Chase. Como siempre acostumbraba a hacer, mi cabeza no me daba tregua ni un segundo, palpitando la enorme necesidad de olfatear sobre las pistas que había encontrado. Era muy temprano en la mañana, pero no lo suficiente como para que Sidney hubiera puesto sus piernas fuera de la cama, así que me preparé para dar un paseo por la zona antes del desayuno.

No tardé más de diez minutos; con lavarme la cara y ponerme cualquier cosa, era suficiente. No me olvidé de mi placa ni de mis utensilios de policía, porque nunca sabes cuando los necesitarás.

Tras bajar las escaleras, un ruido en el comedor me hizo frenar en seco antes de cruzar el lindar de la puerta principal del hotel. Nada más asomarme, sentí un gran olor a productos de limpieza, ¿Quién estaría limpiando a estas horas?

Un rostro gentil que conocía bien, se asomó al otro lado del mostrador; era Mila, la hija de Sidney.

―Bendito sean los ojos, si es mi buena amiga la agente Carpenter.

―Hola Mila, me alegro mucho de verte, aunque no sean en las mejores circunstancias.

―Sí, me he enterado y lo siento en el alma. Ten por seguro que iremos al funeral y...si necesitas algo, ten en cuenta que ésta es tu familia.

Asentí en silencio, agradeciendo profundamente las manos de esa familia que siempre estaban extendidas para mí. Me senté en una silla observando como Mila lavaba compulsivamente cada rincón del comedor. Su actitud era un tanto diferente a la que acostumbraba observar en ella; la conocía de muchísimos años y, en un instante, podía saber si le ocurría algo o, simplemente, si llevaba un mal día.

Demasiado silenciosa y demasiado triste. Detectaba algo más aparte de la muerte de mi hija; era algo que no lograba vislumbrar, ¿Preocupación quizás?

Antes de preguntarle, mi teléfono vibró dentro del bolsillo de mi pantalón. El nombre de Erika se iluminó en la pantalla mostrándome un mensaje.

Hola cielo, sé perfectamente que no deseas que asista al funeral para evitar problemas con tu familia, pero quiero que sepas que estaré siempre ahí para ti. Si necesitas hablar, no dudes en llamarme. Te espero.

Sonreí sin fuerzas agradeciendo que ella lograra comprender todo lo que estaba sucediendo. Casi me parecía una broma de pésimo gusto que ella fuera la que precisamente viera a mi hija por primera vez. En aquel hospital con un enorme cansancio a mis espaldas y la sensación de que algo me faltaba en la vida cuando se supone que ya te encuentras completa, ella fue mi punto de inflexión. Y el coincidir unas cuantas veces con ella me hizo replantearme que, seguramente, me había equivocado de rumbo y que tenía que hacer un cambio. Para ello tuve que esperar un tiempo porque no quería generar problemas en la vida de mi hija a una edad temprana, pensando en que seguramente, eran simples caprichos míos.

Quise que lo mío con Paul no acabara pues él representaba la estabilidad que tanto me había costado conseguir. Y no solo eso, comprendía y respetaba todas las aristas de mi persona y casi nunca comenzaba una discusión. Era el ejemplo perfecto de marido pacífico que es feliz con todo lo que le rodea.

Y como buena persona que soy, ni siquiera he hablado con él ni con mi hijo. Ni me atrevo a aparecer en el funeral―pensaba mientras que me abrumaba todo lo que se me abalanzó de golpe. Era algo que debía hacer y para ello disponía de poco tiempo: tenía que llamarlos. Lo mejor: sin anestesia ni pensar. Inspiré hondo varias veces, saliendo al exterior para que pudiera tener un poco más de privacidad. No dieron más de tres toques antes que una voz bronca se escuchara al otro lado de la línea.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora