CAPÍTULO 37

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Estuvo en el interior de aquel edificio hasta el anochecer, es decir, todo el maldito día. Desesperado, me encontraba en lo alto de un árbol observando cualquier movimiento que me brindara una información importante. El caso es que nunca vi un enfermo pasear por el exterior ni tampoco entrar o salir a nadie.

Por la fachada y la inactividad, cualquiera que pasara por allí pensaría que se encontraba en completo abandono, pero viendo la pequeña excursión del jefe de policía, lo evidente era lo contrario. Además, no podía haber encontrado un lugar más apartado...

Anoté mentalmente que debía investigar la historia de ese extraño edificio que daba el aspecto de ser un hospital, quizás una residencia para ancianos, lo que significaba tener que interactuar con humanos. Tanto mi hermana como yo éramos invisibles para los que no pertenecían al Inframundo, así que debíamos de gastar un extra de energía para mostrar nuestro aspecto como un humano normal y corriente.

Me morí de la vergüenza durante todo el día, tan solo haciendo pequeñas pausas para mirar el móvil. Mi hermana no me había dicho nada ni tampoco Masaru, el cual siempre me mantenía informado acerca de la situación en casa cuando estaba ausente. Seguramente, todo estaba muy tranquilo y no había sucedido nada relevante.

Cuando por fin el tipo se montó en el coche, pude seguirlo con mayor seguridad gracias a la oscuridad que me ocultaba mucho mejor que antes. Mientras tanto, mi mente volaba una y otra vez a Karma y a la cantidad de preguntas que todavía quedaban sin responder. Desgraciadamente, muchas de ellas ni siquiera yo mismo sabía cómo responderlas. Por mucho que fuese el señor del Infernum, mucho del Inframundo era un secreto para mí. Y para colmo, ahora debía de cargar con un tremendo secreto por el bien de todos.

El camino que seguía era exactamente el mismo que tomó cuando salió del restaurante, pero esta vez, hizo algunos desvíos. Si pudiera acercarme un poco más, podía interceptar alguna llamada por si acaso el tipo estaba hablando con alguien, pero era extremadamente arriesgado. Decidí tener paciencia para lograr algo jugoso.

Se detuvo en la estación de policía, la cual tenía algunas luces encendidas, pero destilaba una enorme tranquilidad. Por la hora, habría algunos agentes en turno de noche, pero no demasiada actividad. Tras aparcar, ingresó en el edificio con cierta celeridad, por lo que aproveché para descender entre unos árboles y tomar mi forma más humana.

Ahora con los pies en el suelo, podía moverme sin problemas; debía de acercarme al edificio con cuidado porque divisaba ciertas cámaras con las que podían pillarme. Podía fundirlas perfectamente con mis poderes, pero quizás era demasiado arriesgado si alguien se encontraba en el panel de control y perdía la visión del exterior. Provocaría un revuelo y la actividad normal de la comisaría, se vería afectada a la vez.

No tenía más remedio que pedir refuerzos. No solía hacerlo porque trabajaba solo o, como mucho, con mi hermana. El caso es que necesitaba crear una distracción que me permitiera entrar sin problemas y ver de cerca a ese tipo.

Tomé el teléfono y mandé un mensaje a Masaru que esperaba que leyera en seguida.

—Envía a Amanda, por favor.

La respuesta afirmativa llegó en apenas segundos. Esperaba que la encontrase libre y no metida entre trastos o problemas. Como descendiente de una deidad, se le otorgaba una inmunidad especial que le daba carta blanca a estar donde quisiera. Unas veces, en el Infernum, otras en el Confractus y en la mayoría de las ocasiones, en la Tierra. Se había comprado una casa en Tokio, nada más ni nada menos, donde ejercía la profesión de informática autónoma en la comodidad de su hogar. Aquella cría era capaz de hacer cosas tan increíbles que a veces, tenía que frotarme los ojos para creerlo.

Una vibración me hizo mirar la pantalla: me estaba llamando.

—Me preguntaba cuando me pedirías ayuda.

—Hola Amanda, yo también estoy encantado de hablar contigo.

Un leve ruido al otro lado de la línea. Me indicó que estaba mascando chicle. Ese silencio me indicaba que quería que le hablase de las razones de mi llamada.

Esperaba que no me colgara o se negara a colaborar conmigo.

—Estoy en una misión importante de infiltración. Necesito de tu magia para poder pasar a un edificio sin ser visto por las cámaras de seguridad.

—Es bien sencillo, puedo teletransportarme en unos segundos—dijo con naturalidad. Pero algo me decía que había trampa. Tras una breve pausa, añadió—pero creo que estoy demasiado a gusto en casa como para moverme de aquí.

Como siempre, aquella cría lograba sacarme de mis casillas. El caso es que no podía meterme demasiado con ella porque su familia era bastante poderosa y movía hilos que podían serme útiles más adelante. Debía de convencerla con un trato que no podría rechazar.

—Lo comprendo, pero podía ayudarte con algo que necesites.

Aquello pareció interesarle, explotando varias pompas mientras que toqueteaba el teléfono con una de sus uñas. Estaba pensando, estaba seguro que algo se le ocurriría y que no iba a gustarme en absoluto.

—Eso me parece justo, pero antes deberás de ayudarme a mí. Si lo logras, yo te ayudaré con tu investigación, con todo lo que tenga que ver con ella.

—De acuerdo, dime la trampa.

Una carcajada sonó al otro lado. Me preparé para cualquier cosa; los clientes de Amanda eran muchos y muy dispares, tanto de la Tierra como del Inframundo. Era la intermediaria perfecta con apariencia completamente humana, por lo que nadie sospecharía de su procedencia.

—Tengo que entrar en los archivos del Nihil, donde se almacenan los recuerdos de todos los humanos que han vivido en la Tierra. Tengo un cliente que sospecha que su padre ha sido asesinado por un ajuste de cuentas y que no se ha suicidado. En Japón, es una de las principales formas de muerte que hay en la población, así que no es raro toparse con cosas así. El caso es que el hombre no tuvo contacto con su padre en unos meses debido al trabajo, pero siempre hablaban y lo hacían por videollamada. También estaba en contacto con amigos y vecinos de él que lo veían casi a diario, por lo que dice que sabe con certeza que su padre no se ha suicidado.

—¿Quieres ver sus recuerdos para saber más acerca de lo que le pasó?

Afirmó rotundamente, no dando su brazo a torcer ante el trato. Por lo que ella me contó, era alguien de confianza que había requerido de sus servicios con anterioridad, pagándole unas buenas sumas de dinero. Ella siempre se movía por ese código más que el de la moralidad y el orden, así que, mientras le daba lo que ella quería, cumpliría su palabra hasta el final.

—Sabes que es casi imposible acceder a tal lugar. Ni yo que soy el que más poder posee en el Infernum, soy capaz de convencerles de que me den acceso. Tan solo a los archivos de los fallecidos que aún no han vuelto al inframundo.

—Podrías hablar con tu querida madre.

Un latigazo me sacudió en la espalda; no, cualquier cosa menos esa. No quería involucrar a nadie que tuviera un poder tan inconmensurable como ella o como mi padre. Lo más probable es que incluso quisieran castigarme por desear hacer algo que es ilegal. Amanda no era estúpida y sabía perfectamente que no podía hacerlo.

—No voy a involucrar a los señores del Confractus o del Infernum. Por mucho que sean mis padres, son seres supremos que están más allá que cualquier ser sobrenatural. Lo que pides es casi imposible y una temeridad.

—Pero si quieres mi ayuda para resolver ese caso que parece tan importante para ti, deberás de trabajar antes para mí. Quizás deberías de encontrar unos aliados fuertes que te ayuden en tu busca. Nomura Yakamoto, 52 años. Espero tu respuesta.

Sin decir nada más, Amanda me colgó y con ello, las cartas ahora estaban sobre mi mesa.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Where stories live. Discover now