CAPÍTULO 47

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No me preguntéis como, pero logré mandarle un mensaje a Chase para decirle que quería verlo afuera de la entrada del hotel Merrymeeting. Desde que recibí ese mensaje y sabía la mierda que comenzaba a llegarnos hasta el cuello, no cesé en mis tembleques, en vómitos ocasionales y tragos de agua para evitar caer enferma de deshidratación. No estaba segura si Chase había recibido la noticia de la autopsia de Karma, pero sabía que aquello me dejaría devastada, así que esperaba cualquier cosa.

Siete veces, siete malditas veces había vomitado el árbol en el que me apoyaba a duras penas. Había probado a permanecer de pie, sentada e incluso plantearme subir a lo alto de las copas para que las vistas me hicieran sentir mejor, pero nada había funcionado.

Ya nada funcionaba cuando quería sentirme mejor. Y con cada nueva pista, esa sensación evolucionaba hasta el punto de que temiera acabar con mi propia existencia, porque comenzaba a ser un suplicio respirar. Nunca había sido una persona con pensamientos tan oscuros como para plantearme algo de eso, pero nunca había sufrido tales reveses de la vida como los que había sufrido en el último mes.

Quise gritar, de hecho, lo hice, aunque eso supusiera que Sidney me preguntase después. Si algo bueno había traído todo esto, es que cada vez me importaba menos las opiniones ajenas y hacía lo que considerara correcto para mí.

Miré al cielo con los ojos entornados; una migraña aplastante también me hacía gemir de dolor. Me froté las sienes, cerrando los ojos ante la poca claridad que indicaba la proximidad de la noche.

Comenzaba a oscurecer y seguía sin señales de él. Yo le esperaba fuera porque no quería encerrarme y que todo el mundo se me cayera encima. Deseaba respirar, aunque me costara esfuerzos titánicos lograrlo. A pasos agigantados, la luz natural se iba esfumando y con ello, mi esperanza de contactar a mi compañero.

Comencé a preocuparme, mucho, demasiado. La ansiedad se instaló junto con mis náuseas en la boca del estómago, sujetándome de nuevo al árbol que me mantuvo el pie por el resto de la tarde. Al menos quería saber si todo iba bien; no podía evitar estar con la mosca tras la oreja sabiendo el terreno peligroso por donde nos movíamos. Pero, a diferencia de mí, Chase tenía todas las papeletas de no saber en qué se había convertido el caso y eso lo hacía vulnerable a cualquier ataque sorpresa.

―Jodida mierda, mierda Chase...contesta al maldito teléfono. Pero no lo hizo, no lo hacía, ni siquiera alguna señal que me dijera que todo había salido a pedir de boca. Habían sido muchas horas, desde primera hora de la mañana hasta poco más de la siete de la tarde que ahora marcaba mi reloj. En todo ese tiempo, él ni siquiera me mandó su posición, algo que era costumbre entre nosotros.

Y aún había un tema que no le había dicho a mi compañero: la foto, esa que encontré en los alrededores del hotel, no muy lejos de dónde Karma había aparecido. Casualidad o no, era algo que me había obsesionado desde el primer momento. Si no era nada, mejor, pero cualquier pista esa bienvenida para sacar cualquier trapo sucio.

Justo cuando mis pasos comenzaron a llevarme al interior, el pitido de una llamada entrante me hizo sobresaltar; maldita sea, era Chase. El alivio que sentir me hizo temblar y tomar una enorme bocanada de aire antes de coger la llamada. El enorme jaleo de fondo me dificultaba escucharlo con claridad.

― ¿Chase? ¿Pero qué...?

―Siento no haberte dicho nada, pero he estado investigando los alrededores de la propiedad de la señora Ross. El caso es que estuvo en todo momento en casa, no se movió para nada de allí, pero lo más extraño de todo es que permaneció pegada a la ventana toda la tarde. Miraba de un lado a otro de la calle, como si esperase a alguien. Sé que me dijiste que tenía familia pero que no tenía buena relación con nadie, así que pareció muy extraño todo eso.

― ¿Nadie apareció? ―pregunté con nerviosismo. Él lo negó, suspirando pesadamente con la voz temblorosa. Había algo más, podía sentirlo.

―No apareció nadie, pero...joder tengo los malditos pelos de punta. Me dispuse a grabarla por si se me escapaba algo. No estaba lejos pero no lo suficientemente cerca como para ver detalladamente lo que estaba haciendo. No me quise arriesgar así que la grabé y le hice el zoom. Esa mujer, en toda la tarde, no se movió, pero su boca...no cesó de hablar. Ni un maldito momento.

Los pelos de cada parte de mi cuerpo se pusieron de punta. Aterrada, esa era la palabra exacta para describir todo aquello, pero también intrigada. No había forma humana de que alguien hubiera entrado en todo el día ya que Chase estuvo haciendo guardia, por tanto, o alguien se escondía en su casa o bien la señora Ross había perdido el juicio por completo. Lo ideal sería pedir una orden de registro, pero eso alertaría a cualquiera que estuviera escondido en su casa. No quería ser visto, eso era más que evidente.

Así que todo apuntaba a que teníamos que entrar de la forma menos ortodoxa, aunque efectiva. Me podía meter en un lío enorme, pero éste sería el último caso de mi carrera.

Ni siquiera pretendía cobrar por ello.

Pero había algo más, algo que Chase se estaba tomando su tiempo en decirme. El ruido era cada vez más ensordecedor, así que me tomé la libertad de preguntarle dónde narices se había metido. Y no, su respuesta no me gustó una mierda.

―Ante todo quiero...por favor, te pido que no la líes.

―Si vas con ese cuidado conmigo, hay más probabilidades de que la quiera liar―me sinceré. La línea quedó silenciosa, pero él seguía allí, sopesando, barajando cómo me diría sabe Dios lo que tenía que decirme. Era algo delicado, y pocas cosas eran para mí tan delicadas como para que mi compañero de toda la vida se trabase con las palabras.

Si alguien tenía la boca tan o incluso más grande que la mía, ese era Chase.

—Sé lo de los resultados forenses y pienso como tú, que hay gato encerrado. Pero lo peor no es eso, sino que, debido a los resultados han decidido cerrar el caso.

El teléfono cayó de mi mano al igual que mi cuerpo, hincando las rodillas sobre la tierra húmeda. De entre todos los males que podían derrumbarme del todo, era no tener ni una sola oportunidad de averiguar la verdad de Karma. Porque sabía perfectamente que no había sido algo natural sino un asesinato.

No era solo mi instinto de detective, sino de madre. Había demasiadas inconsistencias como para aceptar algo así, y lo más evidente; movieron el cuerpo, porque ella no fue encontrada cuando se peinó la zona de la bahía. Ni tampoco tenía señales de haber permanecido en el agua, por lo que alguien le hizo algo y ese alguien fue visto por la señora Ross. Era lo único que parecía tener sentido y, si sumaba dos más dos, si Karma formaba parte de las víctimas de la trata de órganos, entonces la señora Ross estaba amenazada por esa mafia. Porque la vigilarían y sabrían perfectamente que habló con la policía varias veces.

Esa gente no dejaba clavos sueltos, así que ahora más que nunca, debíamos tener los ojos puestos sobre la única que posiblemente nos podría dar la clave para demostrar lo que pasó en realidad.

Comprendía perfectamente el ruido de fondo, ahora lo escuchaba con claridad. La prensa había llegado a la comisaría y estaba metiendo las narices para saber todos los detalles del caso. Chase, como buen compañero y mejor amigo, había ido a liarla por mí, porque mi estado apenas me hacía mantenerme en pie.

Tomé el teléfono, colgando en completo silencio, adentrándome en la oscuridad del hotel sin ser vista por ninguno de los dueños. Sidney era genial, pero yo no era buena compañía esa noche. No tenía mucho más que hacer ni que decir, tan solo abandonarme al dolor que había estado soportando durante el día y que había hecho mi bola de pena más grande.

Mañana pensaría, si, todo lo pensaría con perspectiva. Ahora me permitía dejar de ser la agente Carpenter y ser simplemente Bridget. Llorar mi pérdida, ahogarme en ella y, durante el proceso, hallar una tabla que flotase en mi mar de lágrimas.

Si quería ser más fuerte, debía de romperme, de fragmentarme, dislocarme, para ser indestructible.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Where stories live. Discover now