Capítulo 26 - Su Tofu.

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Una puerta gigantesca que le triplicaba de tamaño era lo primero que enfrentó a Jiang Cheng cuando sus ojos se abrieron por primera vez.

Miró de lado a lado y se arregló la alargada bufanda cuando sintió una ráfaga de aire helado acariciarle el rostro.

Como si se tratara de un videojuego de plataforma con un solo sentido, la puerta ubicada estratégicamente frente suyo era la respuesta más obvia de hacia dónde debía dirigirse con ese clima, sin embargo, Jiang Cheng no recordaba siquiera porqué estaba allí.

No recordaba que hacía en la calle, ni siquiera la ropa que estaba usando, ¿Al menos su ropa combinaba? Su madre jamás lo dejaría salir si sus pantalones no hacían juego con su abrigo y sus botines.

Al ver sus manos pequeñas y enguantadas asimiló que se había perdido en medio de un paseo invernal.

No era alguien a quien le gustara mucho salir con semejante frío, pero también recordó que por cierto amigo lo hacía, que gracias a él podía olvidar y hasta ignorar lo frío que era el invierno con tal de verlo una vez más.

Miró nuevamente la entrada.

¿Qué tipo de idiota desesperado y perdido se metería a un lugar que no conoce y con un sospechoso y enorme portón como ese?

Él no.

Él no era ese tipo de idiota.

Se dio la vuelta girando y elevando con fuerza los pies para toparse de frente con un interminable desierto fabricado de blanca nieve y desolación.

No había nada, pero absolutamente nada aparte de nieve en todo lo que el pequeño Jiang Cheng alcanzó a visualizar. Incluso, cuando dio temerariamente un paso más hacia ese conjunto de nada absoluta y nieve, comenzó de pronto una horrible tormenta que empeoraba con cada paso que daba como si estuviera metido en una absurda caricatura que se burlaba de su valentía.

Se dio vuelta nuevamente mirando la sospechosa residencia mientras estrechaba los ojos con desconfianza.

—Por qué a mí...—suspiró resignado y tocó un par de veces el gran portón sin generar demasiado ruido.

Quizás sí era un idiota, o al menos uno que no veía lo favorable en salir a una extraña tormenta de nieve donde ni siquiera alcanzaba a visualizar algún otro edificio, un camino pavimentado, un árbol o siquiera un auto.

Ni siquiera el perro Balto saldría con semejante tormenta.

Lo sentía por su madre, pero tendría que desobedecerla y entablar conversación con algún extraño para salir de esa situación o morir en el intento.

Esperando no ser raptado y que no se tratara de alguna casa de brujos que comen niños, Jiang Cheng se armó de valor cuando el pesado portón comenzó a abrirse.

No tenía nada para defenderse, ni siquiera se armó con alguna piedra camuflada en una inocente bola de nieve oculta en sus manos.

Su corazón se apretó un poco cuando lo primero que se asomó no fue un grotesco monstruo de tres metros, una infame bruja ni un sospechoso anciano, para su sorpresa, era un rostro nostálgico y familiar.

—¿A-Cheng...? —preguntó el niño frente a él cómo si ni él mismo pudiera creerlo.

Jiang Cheng lo observó sin moverse, algo dolió, en su garganta, en su pecho y cerca de sus ojos.

—¿Tofu?

No era solo el alivio de encontrar a alguien conocido, era la extrema felicidad que ese conocido con quien había coincidido no fuera otro que su precioso Tofu.

Traductor de hermanosWhere stories live. Discover now