Capítulo 9 - Anochecer.

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Wei Ying se quedó estático con el papel aún en las manos. No movió ni un músculo hasta que sintió que Lan Wangji dejó la habitación al oír el sonido de la puerta corrediza una vez más.

Sus manos temblaron un poco de forma torpe y descuidada cuando trató de activar aquella ingeniosa compuerta que era similar a una entrada giratoria. Wei Ying necesitaba poner todo en marcha rápido para ver la flor de Lan Wangji y confirmar quizás por los colores de los pétalos que lo que veían sus ojos era cierto.

El sistema se atascó de golpe, incapaz de traer el objeto al otro lado.

Wei Wuxian no tenía el tiempo suficiente antes de que hicieran pasar al siguiente fanático de la puntualidad a la entrega de flores, pero tenía que hacerlo, tenía que comprobar con sus propios ojos que no estaba teniendo un extraño, alucinógeno y loco sueño de esos que suele tener cuando comía algo muy picante en plena madrugada.

Abrió la puerta una vez más hasta llegar al otro lado de la cabina y ver la enorme planta sobre el miserable mesón delgado que a penas y aguantaba el peso extra del macetero.

—Estas flores...—se quedó estático, comprendiendo todo de golpe.

El color, el tamaño, la palpable nostalgia.

Wei Wuxian comprendió que aquellas flores eran las mismas que estaba cuidando Lan Wangji aquel día que entraron de forma imprudente en el invernadero, pero también comprendió aquel sentimiento de familiaridad y nostalgia que le produjo ese hermoso arbusto de mudan.

—¿Desde cuándo?—fue todo lo que salió de los labios de Wei Ying mientras su voz tembló de forma insegura.

¿Desde cuándo Lan Wangji estaba tan enamorado de él?

Lo que había frente a él no eran más que aquellas mismas preciosas flores que recibió desde el primer año en aquel instituto. Cuando todos lo despreciaban a él y a sus hermanos por ser los lastimosos estudiantes que fueron ingresados por caridad, alguien se atrevió a darle flores.

—Fuiste tú...—su voz volvió a disolverse al mirar con profunda pena aquel hermoso regalo.

Recordó aquel día, recordó aquella solitaria mudan sobre su mesa, era pequeña y a penas había abierto del todo sus pétalos, pero fue suficiente como para estremecer el corazón de Wei Ying aquel año en donde no esperaba nada de nadie.

Incluso aunque al año siguiente su popularidad creció notablemente, Wei Wuxian buscó inconscientemente aquella flor entre todos sus demás presentes, encontrando todo un ramo de ellas en aquella siguiente ocasión que lo hizo sonreír por lo que le parecieron semanas.

Y ahora, justo frente a él, ya no había una pequeña flor ni un precioso ramo, sino un matorral grande y frondoso lleno de vida en cada una de sus hojas y pétalos.

Como si aquello representara cuánto y cómo el cariño de Lan Wangji crecía y florecía en silencio año tras año.

Wei Ying bajó la mirada y decidió llevar el macetero hasta el otro lado con un sentimiento extraño y pesado en el pecho.

Lo tomó con ambas manos y se sintió como un pequeño conejo tratando de mover una piedra que era diez veces su tamaño. La levantó como si su vida dependiera de ello. Una vez que lo sacabas de una superficie plana el macetero parecía un poco más ligero, sin embargo, con cada paso que dio, Wei Ying se aseguraba que estaba apunto de llegar a los treinta con bastón, cojera y una severa escoliosis si no soltaba aquel macetero de una vez por todas.

La cara de Wei Wuxian se puso algo roja mientras trasladaba el pesado macetero hasta el otro lado, lo depositó con el mayor cuidado sobre el mesón contrario de la cabina esperando que la tabla resistiera el exagerado peso una vez más.

Traductor de hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora