Capítulo 17 - Un grano de arena.

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La conversación entre los estudiantes fue persistente durante un tiempo dentro del bus turístico, sin embargo, a estas alturas del viaje, alguno que otro pobre pasajero dormía indefenso para deleite de un malvado ser como Wei Ying quien se levantaría sin dudarlo con el bus aún en movimiento y con la gracia de un circense solo para retratar la vergonzosa escena de descanso en una fotografía de la que su celular haría al menos dos respaldos mientras uno iba directo a su nube.

Su primera víctima fue sencilla y una de las más gratificantes, el orgulloso Jin Zixuan, quien era su problemático e indeseado compañero en aquel viaje.

¿Cómo se descuidó? ¿Cómo cayó dormido teniendo al travieso Wei Ying a su lado? ¿Valentía o estupidez? Ciertamente, era más simple de lo que uno podría pensar.

Simplemente, no lo conocía.

Y por ello, no sentía peligro alguno a su lado.

Jin Zixuan estaba muy enfrascado en sus asuntos académicos o familiares para prestar una innecesaria atención en Wei Ying, que a pesar de ser un estudiante que resaltaba notoriamente entre los demás, no era alguien al que aquel adinerado chico le prestara mucha atención al final del día. Lo único que podía unir a Jin Zixuan y a Wei Ying en la misma isla desierta sin volverlos locos sería la hermana de este último, Jiang Yanli, y era la única y principal razón por la que a Wei Ying no le agradaba del todo aquel sujeto.

Su hermana era un ángel, una diosa provista de incontables virtudes, y claramente, Wei Ying no veía a ese chico tratando a su hermana como la divinidad celestial que era, lo que con el tiempo y con la actitud molesta que parecía tener Jin Zixuan hacia su adorada hermana, produjo una rivalidad un tanto unilateral entre ambos.

Por ello, capturar esa obra de arte, la cabeza caída, el ceño ligeramente fruncido, el cabello desordenado y la boca abierta sin rastro de elegancia mientras una gotita de baba llegaba hasta su mentón...

¡Oh, sublime! ¡Un retrato verdaderamente sublime! Ni la Mona Lisa parecía dar un combate decente ante la inmortalización del príncipe Jin Zixuan siendo un dormilón desarreglado, amargado y hasta cómico.

El resto de los estudiantes que no habían caído dormidos a esas alturas del viaje, escuchaban música o miraban su celular en busca de algo que pudiera entretenerlos y que no drenara toda la batería de su teléfono.

Ciertamente, había conversaciones. No es que aquellos estudiantes fueran unos adictos cibernéticos que necesitaran el internet como un diabético necesitaba la insulina o algo por el estilo, pero incluso los temas de conversación eran derivados de algún artículo que rondaba por la internet, desde historias locas y bobas contadas con una molesta voz computarizada y protagonizada por perros hasta la nueva víctima de un reciente meme que se hacía más y más masivo a cada segundo.

A esas alturas, la película que veían juntos Lan Xichen y Jiang Cheng estaba llegando a su fin.

Jiang Cheng era alguien fuerte emocionalmente hablando, una piedra podría llorar antes que él en un duelo de miradas, pero cuando uno ve morir a un suave y adorable perrito tiene que ser un bárbaro sin corazón para no sentirse tocado o emocionado al respecto.

Sin embargo, con algo de temor a lo que podría pensar su compañero de viaje, Jiang Cheng resistió toda esa lacrimógena película como un campeón, batalló incansablemente contra sus lágrimas y una garganta adolorida y rasposa soportando ver a más de un perrito muriendo como todo un guerrero mientras se deshacía de pena por dentro con la música triste y una familia completa despidiéndose de su peludo amigo por última vez, la escena que pareció patear su gran muralla emocional como si fuera un simple castillo de arena frente a una ola demasiado alta llegó luego de la muerte del carismático perrito protagonista.

Traductor de hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora