Capítulo 13 - Camino sin retorno.

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Jiang Cheng se alegró de al fin dejar aquella extraña e incómoda habitación donde parecía cercano a la asfixia. Siendo sincero, el menor de los Jiang nunca había sido particularmente bueno en lidiar con gente verdaderamente enferma o en un estado terminal, era un sentimiento pesado y conocido que siempre lo llenaba de una profunda impotencia.

La gente simplemente se iba desvaneciendo poco a poco como si se tratara de agua entre tus dedos y todo lo que podías hacer era esperar el momento en que aquello sucediera.

Eso era todo, verlo suceder, llorar y aferrarse a una mano que en cualquier momento podría dejar de moverse y ponerse fría entre tus dedos.

Miró a Lan Xichen asegurándose que su expresión no reflejara lástima o un sentimiento parecido. Lo que menos deseaba era hacer sentir más desdichada a una persona que está pasando por aquel pesar tan angustiante y familiar.

Caminaron por dirección contraria a la habitación del padre de los hermanos Lan por unos cuantos minutos hasta llegar a una puerta en la sección más profunda de la residencia.

Jiang Cheng miró en silencio como Lan Xichen se tomaba demasiado tiempo solo para abrir una sencilla e inofensiva puerta que hasta un niño de cuatro años podría abrir sin mayor esfuerzo. Era solo halarla y ya, pero el mayor de los Lan no podía siquiera tocarla como si sus manos fueran a derretirse ante el contacto contra la madera.

—¿Me dejarás entrar o no? —preguntó con algo de impaciencia moviendo uno de sus pies contra el piso en un movimiento rítmico e inquieto.

Sus dedos jalaron ligeramente uno de los extremos de aquella larga cinta blanca decorativa que Lan Xichen tenía sobre la cabeza de forma increíblemente casual y espontánea, era casi como un niño en una aburrida consulta arreglada por sus padres en la que se distraía con los juguetes u objetos curiosos encima del mesón del especialista a cargo.

El mayor de los Lan giró de pronto increíblemente exaltado, o al menos para una definición de exaltado en que los hermanos Lan pudieran encajar. Ambos hermanos eran bien conocidos por no representar sus emociones o sus actos con demasiada euforia o entusiasmo, pero definitivamente, Jiang Cheng pudo vislumbrar con sorpresa la exaltación casi palpable de Lan Xichen ante la insistencia de abrir la puerta.

—No juzgaré lo que tengas adentro, en serio —dijo eso con sencillez mientras se encogía de hombros, pero claramente si entraba a un cuarto lleno de cosas extrañas dignas de una película de terror americano de dudosa calidad, sería el primer en salir corriendo como si de la nada se hubiera convertido en el representante nacional de atletismo de su país.

Lan Xichen sonrió gentilmente para pasar a relajarse un poco al ver al menor cruzarse de brazos impacientemente. La sonrisa del mayor fue ligera y a la vez endeble cuando por fin abrió la puerta de aquella habitación.

Jiang Wanyin entró luego de una innecesaria espera listo para ver qué cosas ilegales y turbias harían que Lan Xichen se demorara tanto en dejarlo entrar.

El menor miró de lado a lado tratando de no pasar por alto ningún detalle. La habitación era enorme, y a diferencia de la mayor parte de la casa, era de una ambientación semi-moderna con uno que otro detalle más inclinado a una decoración antigua.

Suspiró con algo de alivio al ver que el cuarto de Lan Xichen no estaba repleto de fotos suyas o con esas extrañas almohadas tamaño real con una imagen sacada de quién sabe dónde.

Jiang Cheng pensó que quizás estaba exagerando o todos los programas de televisión basura de estos días le estaban atrofiando el cerebro, porque siendo sincero, hasta un maldito altar religioso pensó que podría tenerle escondido por allí el mayor de los Lan.

Traductor de hermanosWhere stories live. Discover now