Especial - San Valentín.

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Lan Xichen parecía cercano a un ataque al corazón cuando vio el improbable y ridículo escenario ante sus ojos.

Acababa de mudarse con Jiang Cheng a una casa gigante que tenía una linda y preciosa vista al mar y tres pisos llenos de habitaciones con ambientación temática. Se sentía un marido orgulloso y responsable, después de todo, gastó horas y horas con un jefe explotador y con un trabajo de mala paga que aguantó día tras día como un esposo ejemplar solo para darle un mejor futuro a Jiang Cheng y a su perrito Tofu.

Y allí estaba, en una casa reluciente, moderna y espaciosa, con el menor de los Jiang enamoradísimo de él saltándole a los brazos mientras se llenaban de besitos.

Y no solo besitos allí. Lan Xichen probó con una sonrisa todos los lugares donde podía darle besitos a Jiang Cheng.

Podía darle besitos en una pared, en el sofá, en la cama, en el jacuzzi, en un arbolito, en la piscina, cerca de la chimenea, una cabina fotográfica, en el balcón, en una hamaca y contra el espejo.

No había superficie virginal ni tabla alguna en la que Lan Xichen no hubiera intentado comerse a besos a su compañero.

Todo bien, todo como lo planeó.

Pero allí estaba el horror, gastando todo en una excelente ducha, en una reluciente cocina y en una habitación matrimonial a la que no le faltara nada Lan Xichen no pensó en que algo más hiciera falta.

Excepto la maldita alarma contra incendios.

Jiang Cheng se había puesto a cocinar una simple pasta que muy improbablemente se le podría quemar y en eso, la estúpida cocina se prende en llamas con todo y Jiang Cheng en el proceso.

Lan Xichen llegó enseguida a ver cómo la casa y su esposo empezaban a quemarse lentamente, pero por más que luchaba, lo único que hacía era gritar y sufrir como un retrasado mental en vez de poder hacer algo realmente útil para poder salvarlo.

—¿Por qué?—casi grita Lan Xichen golpeando ligeramente el teclado. —Vamos bebé, no te mueras...

Y allí estaba Lan Zhan, mirándolo recostado en la cama mientras Lan Xichen sufría por su pobre unidad doméstica en los sims.

—¿En serio? ¿Suicidio? ¿Te estás tirando al fuego con él? —preguntó Lan Zhan al ver que su hermano apretaba insistentemente el puntero de su personaje hacia el ardiente fuego que se producía incluso arriba de la cerámica.

—¡No tiene sentido vivir! Mi sims no puede existir en un mundo sin él, nada tendría sentido... —se explicó Lan Xichen al haber agotado sus intentos de salvar a Jiang Cheng que ya estaba a punto de rostizarse por completo.

—Bien...—susurró Lan Wangji dándole la vuelta a la página del cómic que sostenía en sus manos —¿Pero qué hay con el perro?

Los ojos de Lan Xichen se abrieron y pensó en su pobre perrito abandonado que moriría de hambre al ver que sus dos papis acabarían hechos dos cúmulos de románticas cenizas que se dispersaban en el aire.

Lan Huan rápidamente iba a apretar el comando para darlo en adopción pero en el instante en que se distrajo, Jiang Cheng se había terminado de quemar y él aún continuaba vivo y sufriendo por unos cuarenta años sims más.

Su perrito que no alcanzó a ser dado en adopción caminó hasta el sims de Lan Xichen y empezó a consolarlo mientras éste le lloraba a las cenizas y la fea muerte lo dejaba en un tacho asqueroso y maltrecho.

—No...—susurró petrificado —He gastado horas en esta partida, nuestro final feliz...—su voz estaba consternada, como si realmente se hubiera muerto alguien en la vida real.

Traductor de hermanosWhere stories live. Discover now