Capítulo 18 - El jarrón de Shi Hao.

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Las sábanas eran tan pulcras como los años anteriores.

Jin Guangyao se sentó en el borde de su cama amasando un poco una de las almohadas que reposaban en la cabecera. Si esa cama se convertiría en su nuevo y reluciente ataúd, al menos esperaba que esta vez las almohadas en donde yacería su cuerpo inerte fueran lo más cómodas posibles y sin compañía adicional.

Miró a Nie Mingjue en la otra cama de la habitación. Él se había quedado con la cama cuyo ventanal daba hacia un pequeño estanque de lotos. Quizás Jin Guangyao también habría querido ese sitio por la hermosa vista que aún ahora trataba de alcanzar desde la lejanía de su asiento cercano a la puerta que conectaba la habitación y el pasillo principal.

¿Quería la cama? Claramente.

¿Quería morir? No todavía.

El no discutir con Nie Mingjue era la clave para salir vivo de ese viaje, pero incluso alguien tan ocupado como él se aburriría un poco con un compañero que apenas le dirige la palabra.

Así que a pesar que su propia lógica se lo niega y su instinto de supervivencia titila en señal de peligro, se arriesga y se sitúa justo al borde del precipicio. Quizás a la cama tan relucientemente nívea le haga falta un poco de color rojo sangre, y como diría Barbossa, hoy es un gran día para morir.

—Sobre el juego de cartas...—comenta Jin Guangyao lo suficientemente alto para que su acompañante sepa que es a él a quien le dirige la palabra y que aún no se había vuelto loco por el miedo que causaría en una persona normal el estar en el mismo cuarto con alguien que ha dicho más de una vez lo mucho que quiere asesinarte.

—No sé de qué hablas—respondió, claramente con una terrible actitud, pero al menos respondió.

Jin Guangyao dedujo que estaba de un humor decente, hasta llegó a pensar que quizás las aguas temperadas lo adormilaron un poco y ahora era ligeramente más manejable. No dejó la seguridad de su acolchada cama, pero Jin Guangyao continuó hablando desde esa prudente distancia.

—Antes de dormir... ¿Qué tal un juego de cartas? —hizo una pausa mientras una pequeña sonrisa se instalaba en sus labios—Como en los viejos tiempos.

El silencio era de esperar, pero que Nie Mingjue se volteara hacia su dirección sin el rostro de alguien que está a punto de arrancarte la cabeza fue una verdadera sorpresa.

—Estoy cansado—respondió de mala gana —Voy a dormir.

Jin Guangyao abrió un poco más los ojos pestañeando sorprendido. No estaba de un humor decente... ¡Estaba de excelente humor! El tesorero ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que lo vio así de animado junto a él.

Tomó las cartas de su mesa de noche y las revolvió a pesar que Nie Mingjue había dicho indirectamente que no quería jugar con él. Jin Guangyao debía asegurarse que Nie Mingjue no causara problemas en el viaje y tenía una vaga idea de cómo conseguirlo y divertirse un poco en el proceso.

—¿Qué hay de una apuesta? —sus palabras nuevamente flotaron en el aire, sin embargo, Nie Mingjue quien se había recostado sobre su cama se levantó ligeramente ante las palabras de su acompañante.

Jin Guangyao sonrió al ver que aún a pesar de la distancia que han mantenido ese último tiempo, todavía era capaz de leerlo y adivinar algunas cosas que podrían estar pasando por su cabeza. Las apuestas siempre eran algo que hacían hervir la sangre y la masculinidad de Nie Mingjue con orgullo, y el premio, sí, claramente el premio era lo que haría que Nie Mingjue se dignara a preguntar.

—¿Y yo qué demonios gano? —el interés era obvio, pero su voz marcada y áspera parecía verse como todo lo contrario para oídos inexpertos que no conocían demasiado bien a ese hombre.

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