Capítulo 35

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NARRA FABIOLA

— ¿Puedes dejar de moverte de un lado a otro? — preguntó Enzo por décimo octava vez.

— ¿Qué me recomiendas? —pregunté sin poder parar de moverme. — Me dijiste que todo iría bien, me dijiste que cogeríais a Paul lo antes posible, pero... no veo que hayáis hecho mucho.

— Te estoy protegiendo de cualquier mal.

— Solo pedía una cosa y es que nadie supiera de Paul... ahora Nadir sabrá todo... — quizás mi voz sonaba acusadora, pero realmente era conmigo misma con quien estaba enojada.

— No sabemos con exactitud que haya sido Paul —dijo, haciéndome parar en seco.

— ¿Me estás hablando enserio? ¿Acaso no viste el mensaje que dejó en la pared? — pregunté enojada. — No tengo problemas con nadie más, y lo sabes muy bien. No intentes buscar otro nombre cuando el culpable es claro.

— Fabiola, ese es problema mío y de mis compañeros — dijo, molestándome más. — No quiero que te involucres en el asunto.

— Si por lo menos hicieran bien su trabajo... — susurré, reprimiendo con más fuerzas las lágrimas que aún amenazaban con salir.

— Ve a dormir, te hará bien descansar.

— ¿Dormir? ¿Cómo dormiré cuando aún queda la posibilidad de que ese loco esté aquí dentro?

— Si siguiera en este lugar, ya lo habrían cogido. Cada rincón de este lugar fue revisado.

— Enzo, hazme el favor de ir a ver cómo va todo — pedí, colocándome frente a él con las manos cruzadas.

— No puedo dejarte sola y lo sabes.

— Vamos Enzo... — era todo un cabezota. — Será enseguida, ir y venir.

— Deja de insistir.

— Si no vas tú, iré yo.

— No iremos ninguno — mandó, como única palabra.

Sin nada más que añadir, me apresuré a subir escaleras arriba, escuchando como Enzo venía siguiéndome. Estaba harta el día de hoy, como para encima quedarme encerrada sin saber lo que sucedía de puertas para fuera.

Una vez en la habitación, me encerré, impidiéndole el paso al cabezota que se negaba a dejarme sola.

— Fabiola, abre la puerta —exigió, mientras tocaba seguidamente la puerta.

— Me iré a dormir y no quiero tener tu presencia aquí — era mentira, no me iba a dormir, pero no quería tenerlo pegado a mí en este momento.

De pie en medio de la habitación me quedé pensando en lo que acababa de pasar. Esta situación se estaba saliendo de control y la policía aún no decía nada favorable.

Quizás la desesperación me hacía pensar en cosas que no son, pero puede que para liberar al club de las locuras de Paul, lo mejor sería que le dé a ese psicópata lo que quiere, a mí. Me atemorizaba la idea de volver a él, pero realmente me negaba a involucrar a personas que tan bien me habían recibido y ayudado.

Sintiendo como los pies me temblaban por cada paso que daba, me acerqué a la mesita de noche a buscar el teléfono que llevaba guardado desde hacía meses. Tenía miedo de recibir una llamada suya y por eso lo guardé, pero ahora me tocaba a mí buscarlo.

Una vez con el móvil en mano, medité por un largo rato antes de hacer lo que estaba a punto de hacer. No quería dar el paso, pero tampoco quería perder la oportunidad de proteger al club.

Falsas Verdades (TERMINADA)Onde histórias criam vida. Descubra agora