Capítulo 45

672 29 0
                                    

NARRA FABI

Había aceptado salir con Nadir, a pesar de que lo único que me apetecía era esconderme bajo una piedra. Lo bueno era que había cogido mi moto, la que me obsequió Nadir, la famosa moto del gran Leo. No conocía a ese chico, pero solo hacía faltar oír a todo el club hablar de él para saber lo grande que fue en vida.

Me sentí un poco rara al montarla, pero era imposible disimular lo bien que me sentí sobre ella.

Nadir me trajo hasta un gran lago, hermoso y solitario. Todo este bello lugar lo disfrutaríamos solo nosotros dos.

Estaba feliz, estaba muy feliz. Pensaba que después del día de ayer, todo estaba acabado entre nosotros, pero por fortuna no fue así. La charla que tuve con Roque también me dejó algo mal y me desencajó en muchos aspectos.

Afortunadamente es Nadir del que estamos hablando, el cual es un completo cabezota. Se negó a aceptar mi enfado, y eso me alegró mucho. No quería estar lejos de él, pero sentía que si me acercaba después de todo, acabaría llorando a mares.

En este momento me encontraba sentada sobre una roca, riéndome de las ocurrencias de Nadir. Al loco le pareció divertido tirarse al lago, con ropa incluida.

Él se divertía como un niño y a pesar de que me pedía entrar con él, yo disfrutaba observándolo desde mi lugar.

Verlo feliz me alegraba el día y la vida. Los ratos con él no tenían desperdicio, eran momentos de valor para mí.

Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta de que Nadir había salido del agua y se acercaba velozmente a por mí. El susto provocó un fuerte grito de mi parte. Me apresuré en levantarme del sitio, huyendo de mi loco novio.

Los gritos se mezclaron con risas, no me importaba que me mojara, pero me divertía tenerlo persiguiéndome.

— ¡¿PARA YA?! —gritó mientras seguía tras de mí.

— ¡JAMÁS! —grité a todo pulmón mientras procuraba no resbalarme con las miles de piedras que habían.

Corría con todas mis fuerzas para que no me alcanzara. Giré por un segundo para ver qué tan lejos estaba, pero mi sorpresa fue grande al no verlo. Paré en seco mientras inspeccionaba el lugar, definitivamente no estaba en ninguna parte.

— ¿Nad...? — mis palabras fueron interrumpidas cuando unos grandes brazos rodearon todo mi cuerpo. Nuevamente grité, mientras una gran sonrisa decoraba mi rostro.

— ¿De verdad creíste que no te iba a pillar? —preguntó Nadir mientras reía de forma tan malévola.

— Nadir... suéltame ¡SUELTAME! —grité fuertemente cuando me alzó entre sus brazos.

Se dirigía al agua conmigo en brazos. No quería mojar la ropa, ¿Cómo carajo se supone que volvería después a la casa?

Empecé a forcejear pero ni se inmutaba el imbécil, y no me sorprendía ya que mi fuerza comparada con la suya no era nada. Le rogaba a gritos que me soltara pero ni caso, como siempre hizo lo que quiso, y eso era adentrarse al lago conmigo.

Tanto que supliqué y fue en vano. Acabé mojada de la cabeza a los pies y no me gustó nada. Lo miré con la mirada más triste que podía, provocando que el idiota riera más fuerte.

— Te odio — dije mientras chocaba mi cabeza contra su pecho.

— ¿Me odias? —preguntó, alejándose un poco de mí.

— Sí — respondí frunciendo el ceño lo más que podía.

Entonces empezó una guerra, la guerra del agua. El imbécil no contento por haberme metido en el lago, desencadenó entre nosotros una batalla para ver quien se rendía antes.

Así pasamos toda la tarde, jugando entre risas y disfrutando de nosotros mismos. Él y yo solos, aprovechando de nuestro día.

Al caer la noche, lejos de irnos, nos sentamos en una gran roca a contemplar la luna. El silencio se instaló entre nosotros, pero no era incómodo, nada con él lo era.

Entonces se me atravesó a la cabeza una duda que llevaba arrastrando tiempo atrás. Estábamos solos y veía que era el momento perfecto para preguntar, por lo que eso mismo hice.

— Nadir — llamé, ganando toda su atención. — Quiero preguntarte una cosa.

— Cuéntame.

— Cuando me hablaste de Leo me dijiste que él iba a ser el presidente del club.

— Sí.

— Dijiste que en tus planes no estaba ser presidente del club.

— ¿Dónde quieres llevar Fabi? — preguntó entrecerrando los ojos.

— Dijiste que tenías otros sueños — dije girando completamente para mirarlo mejor. — ¿Cuál era tu mayor sueño?

— ¿Para qué quieres saber eso? —preguntó esquivando mi mirada. — Eso quedó en el pasado.

— Me interesa saber tus gustos, tus sueños — y era verdad, todo de él me interesaba.

— Desde siempre me rodeé en un mundo donde la gente que nos veía nos definía como criminales y vándalos. Nadie se molestaba en conocer sino en criticar — nunca pensé que Nadir sería de esas personas en las que pensaban en lo que decían los demás. — Mi sueño siempre fue contar lo que los clubs realmente reflejan: confianza, lealtad y respeto.

— Escritor... — hablé para mí misma, mientras escuchaba embobada cada palabra.

— Pensé muchas veces cómo podría transmitir todo lo que vivíamos — su mirada se volvió a fijar en mí. — Hasta que decidí relatar la historia de la persona que más admiré en toda mi vida.

— ¿Quién?

— Mi hermano — sus ojos brillaron como siempre lo hacían cuando hablaba de él. — Siempre admiré su forma de ser y sus ganas de cumplir cada sueño que tenía. Amaba su pasión por las motos y fidelidad al club. Leo es la historia que siempre quise contar.

— ¿Por qué no escribiste tu libro?

— Lo empecé — dijo mostrando una pequeña y triste sonrisa. — Pero la responsabilidad que obtuve con el club me hizo escribir menos y cumplir más. Mi deber es ejecutar cada una de las normas establecidas, y una en específico impide a todo miembro rebelar lo que pasa en el club de puertas para adentro. —me explicó y entendí perfectamente su situación.

— Me contaste sobre Leo y su vida es impresionante incluso sin incluir nada del club — no es mala idea contar la historia de una persona que quisieron y admiraron mucho, y que mejor que ser contada por parte de su hermano.

— A Leo lo dejo descansar en paz, siendo que su historia quedaría grabada en los corazones de quienes lo conocieron y amaron tanto — era tan hermoso y triste oírlo hablar así.

Estoy segura de que hubiese sido un gran escritor, pero es su decisión y decirle otra cosa solo serviría para hurgar más en la herida. Quizás más adelante se lo piense mejor y lo haga.

— Siempre y cuando la decisión que tomes te haga feliz, yo me alegro y te apoyo —dije mientras apoyaba mi cabeza sobre su hombro.

Disfrutaba tanto de la paz que él me daba, la paz que por tanto tiempo anhelé. Nadir es mi mayor regalo en la vida, por eso mismo quería verlo bien y no arrepintiéndose de lo que no hizo.

De repente el móvil de Nadir sonó anunciando un mensaje entrante. No pregunté ya que seguro sería alguien del club solicitando su presencia, y lo confirme cuando anunció que era hora de irnos. 

Falsas Verdades (TERMINADA)Onde histórias criam vida. Descubra agora