Capitulo 16: Señales de advertencia

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Quinn

Muchas veces encontramos consuelo en lugares, objetos o personas que consideramos constantes en nuestras vidas, cosas que pensamos siempre estarán ahí para nosotros, que nos brindan comodidad y seguridad, esa misma seguridad de que nunca podrían hacernos falta. Algunos encuentran consuelo en sus hogares tras terminar un largo día, ellos solo se lanzan en sus camas y toman una siesta en sus confiables camas tras haber deseado volver a recostarse sobre ellas para descansar durante el día, pues es algo seguro tras una larga jornada. Muchas veces encontramos consuelo en los brazos de nuestros seres queridos, nuestros padres, hermanos o amigos, personas constantemente presentes en tu vida, que te dan la certeza de que siempre estarán ahí para tenderte una mano.

Durante mucho tiempo me ha costado trabajo volver a conseguir ese reconfortante consuelo en alguna otra cosa que no sean las almohadas de mi cama, o las compras compulsivas en los centros comerciales. Hasta que, una vez mas, he vuelto a encontrar confort en los brazos de la única persona que ha sabido brindármelo, a pesar del tiempo y la distancia, si, la misma que fue causante de todo este desastre en primer lugar...

Supongo que esta es la parte de la historia que no debería contarte, sobre cómo, en un momento de debilidad, deje caer todas mis defensas sin ningún reparo, después haber pasado tantos años fortaleciéndolas. No debería decirte que ahora mismo estamos sentados en la banca del parque que solíamos frecuentar de pequeños, mucho menos que Thomas permanece a mi lado mientras yo degusto un helado de barquilla y pienso en todas las emociones por las que he pasado en las últimas horas: de la nostalgia a la tristeza, de la tristeza a la rabia, la melancolía y la vulnerabilidad.

Estoy bastante consciente de que no debería seguir aquí, sentada junto a Thomas, que debí haberme ido a casa como dije en un principio que haría. Pero hay una fuerza inexplicable que me hacer permanecer aquí, como si volviera a los viejos tiempos.

«Se supone que soy resistente, pero me estoy hundiendo en este barco».

Por un momento, fue como si la Quinn de 17 años tomara mi lugar en la mesa, tomando todo el control de la situación. Esa Quinn que empaco sus maletas sin mirar atrás, que tomó la decisión de sacar a Thomas de su vida, todo por su propio bien. Pero la Quinn de ahora, la del presente, ella realmente no sabe cómo sentirse.

¿Debería quedarme? ¿debería irme? ¿debería perdonarlo u odiarlo para siempre? ¿realmente quiero odiarlo para siempre? ¿Sería capaz de perdonarlo y no pelear? ¿acaso existe en mi la capacidad de perdonarlo y pretender volver a ser amigos?

Hace 5 años atrás estuve tan decidida. Si, lloré, me dolió y me costó lo que se sintió como una eternidad superarlo, pero lo logré, o eso me gusta pensar. Y ahora, estando aquí otra vez, tengo mis dudas sobre lo que debería hacer. ¿Cómo una persona podría saberlo todos a sus 18 y no estar segura de lo que debería hacer en su vida a los 22?

Hablaba enserio en cada palabra que le dije en esa mesa, por mucho tiempo le guarde rencor, lo resentí, me sentí traicionada, abandonada, olvidada, incluso, en algún momento desee que el llegase a sentir lo mismo que yo sentí. Pero ahora que se presentó ante mi tan destruido, vulnerable, arrepentido y rogando por una segunda oportunidad, me di cuenta que realmente nunca quise eso para él, verlo sentirse desdichado, simplemente no podría soportarlo, no podría soportar verlo mal.

Me di cuenta que preferiría volver a pasar por todo lo que pase antes que ver a Thomas así de destruido, preferiría cargar con todo el peso del mundo sobre mis hombros antes que verlo sufrir y sobre todo, preferiría ser yo quien caminase a través del fuego por el otro...

Aprendí a seguir adelante, me obligué a mí misma a conocer nuevas personas, a centrarme en los estudios, en obtener las mejores calificaciones de mi curso, fui a fiestas, baile, baile para olvidarlo, luciendo triste en los lugares más bonitos, me permití hacer muchos más amigos, me deje maravillar por las luces de la ciudad, tuve citas, me gradué con honores, conseguí un empleo y me centré en ello, todo para no volver a pensar en él y, aun así, nada fue suficiente para poder sacarlo de mi cabeza.

Alguna vez nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora