Epilogo

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Quinn

Dos años después...

La campanilla del lugar suena cada vez que ingresa un nuevo cliente, ocupo la mesa junto a la ventana, desde donde puede observar a la gente pasar por la calle. El aroma del café recién hecho llena el aire, mezclándose con el sonido suave de las conversaciones y la música de fondo. Cada rincón del local parece contar una historia y cada detalle está cuidadosamente diseñado para crear un ambiente acogedor y encantador.

El lugar está decorado con gusto, con paredes de ladrillo expuesto y grandes ventanales que dejan entrar la luz natural. Las mesas de madera oscura están adornadas con elegantes arreglos florales.

La campana del local vuelve a tintinear anunciando la llegada de un nuevo cliente, sostengo una taza de café humeante entre mis manos mientras paso la página del libro que estoy leyendo. Escucho el ruido de las máquinas de café cuando el barista prepara con destreza diversas bebidas detrás del mostrador, creando una sinfonía de sonidos de vapor y el tintineo de tazas. El muchacho se gira para llamar a el nombre de un pedido.

—Thomas Addams—llama—. Aquí esta su café con leche de avena—le hace entrega.

Cierro cuidadosamente el libro que sostengo entre mis manos, pasando un dedo por la tapa del libro para admirar con cariño la portada, en ella veo la ilustración de una chica rubia y un chico castaño bailando en una cafetería muy similar a la que me encuentro ahora mismo. Mis ojos se deslizan por la habitación, admirando los detalles cuidadosamente seleccionados de la cafetería. Los estantes exhiben una variedad de tazas de porcelana fina y cafeteras vintage, mientras que las pinturas coloridas cuelgan de las paredes, agregando un toque artístico al lugar. Mi mirada se encuentra con un par de ojos marrones que me saludan con alegría.

El café se enfría gradualmente en mis manos, pero esto no podría importarme menos ahora mismo.

—Comenzaba a preocuparme—comento cuando se acerca—. Temía que los pingüinos no te dejasen salir.

Rueda los ojos con diversión, pero se inclina para dejar un beso sobre mis labios antes de tomar asiento.

—Lamento la demora, fue un día de locos en el trabajo—dice—, me agrada este sitio.

—No se compara con el café de Nicole, pero pronto le haremos una visita de todas formas—comento—, me muero de ganas por visitarla ahora que han remodelado el lugar.

Thomas le echa un vistazo al libro que deje sobre la mesa.

—Veo que tú también has recibido el tuyo—señala el libro, antes de mostrarme la copia que saca de su mochila.

—Por supuesto, no fue fácil encontrarlo, es el libro más vendido del año—comento—, pero ser amiga de la autora tiene sus ventajas—guiño un ojo.

—¿Ya leíste el capítulo veintiuno? —pregunta, frunciendo ligeramente el ceño cuando pasa de página.

—Por tu cara de espanto me imagino que debes agradecer que Abby cambiara los nombres de los personajes—me burlo y sus mejillas se tornan color de rosa, bebe un sorbo de café con el vago intento de disimularlo—. ¡No te quejes, Tommy! Puede que todo el mundo odie a tu personaje al principio, pero debes admitir que todos aman cuando un personaje tiene una buena redención—comento.

—Eso solo lo dices porque todos aman a tu personaje—toma un sorbo de su café.

—Eso es porque que soy genial—le lanzo un beso. 

Veo como el rubor de sus mejillas se expande por todo su rostro cuando refunfuña algo por lo bajo y suelto una carcajada. Distraídamente vuelvo a abrir el libro para pasar las paginas, una vez más leo la dedicatoria en la contraportada de libro:

Alguna vez nosotrosWhere stories live. Discover now