Cap. 2

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Alguien golpea la puerta con demasiada mala leche. Al escuchar el ruido, me sobresalto y suelto el libro que tenía en la mano.

—¡Sandra! ¡Abre la puerta!

Dudo. No sé qué hacer. Hace más de una hora que mi tía se fue y no volverá hasta que su turno termine. No le hacía ninguna gracia dejarme sola esta primera noche, pero con todo lo que está sucediendo, le había resultado imposible cambiar su horario. No pensé que fuera un problema. En casa estaba acostumbrada a pasar muchas horas sola y ya soy mayorcita, pero lo que no esperaba era tener que aguantar a un energúmeno dispuesto a tirar la puerta abajo.

—¡Joder, Sandra! Sé que estás ahí, tienes la luz encendida.

Me está dando mal rollo pero no tengo muchas opciones y más si está convencido de que hay alguien en casa. Me acerco a la puerta justo cuando la golpea una vez más. Por instinto retrocedo, sin embargo mi miedo no hará que se vaya.

Al abrir, me encuentro con el chico de antes, el que casi nos lleva por delante. Su brazo derecho está apoyado en el marco de la puerta, su frente descansa sobre él y permanece con los ojos cerrados. Cuando los abre y me ve, puedo leer la confusión en su rostro.

—Tú... no eres Sandra —indica.

—Lo sé. ¿Puedes dejar de aporrear mi puerta? No creo que tenga culpa de nada y si la rompes, te aseguro que te haré pagarla.

Frunce el ceño totalmente descolocado. He intentado parecer la persona más segura del mundo, no sé si lo he conseguido o no. Mejor eso que dejarle ver que tengo miedo.

—¿Dónde está?

—En la comisaría —le informo—. Si quieres vas allí a darle la tabarra.

El chico se pasa las manos por el pelo y recula, hasta terminar sentado en el descansillo. Sé que debería cerrar la puerta y seguir a lo mío, pero en contra de lo que mi razón grita, me apoyo en la puerta, dispuesta a saber qué le ocurre.

—¿Es por lo de tu hermana? ¿Por eso la buscas?

—¿Qué sabes tú de mi hermana? —me espeta.

Está de un humor de perros, no hay duda.

—Poco, o mejor dicho, nada —le explico—. Después de nuestro encontronazo de antes en el portal, ella no ha tenido más remedio que contarme que había desaparecido.

—¿Encontronazo?

Vaya, ni siquiera recuerda haberse cruzado conmigo apenas hace unas horas. Sé que soy una chica fácil de olvidar, ¿pero tanto?

—Sí, antes, cuando saliste como alma que lleva el diablo.

Me mira una vez más y entonces parece caer.

—Vale, cierto... ibas con ella... ¿Eres su nueva novia?

Vaya, no se ha acercado ni un poco.

—Soy su sobrina.

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now