Cap. 35

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Caminamos bordeando la ría hasta una cafetería frente al Palacio Euskalduna

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Caminamos bordeando la ría hasta una cafetería frente al Palacio Euskalduna. Aunque estamos en pleno otoño, el sol calienta lo suficiente como para que sea agradable estar al aire libre y justo en la terraza, encontramos a Margarita Miralles. Cuando llegamos junto a su mesa, ella despega por primera vez la vista del libro que tiene entre sus manos y nos observa con interés.

—¿Margarita? Soy Maite y este es mi amigo Samir.

La mujer cierra el libro y esboza una cálida sonrisa.

—Sí, claro. Sentaos... estaba aprovechando para despejar un poco mi mente y para eso no hay nada mejor que un buen libro y un mejor café.

Tomamos asiento mientras el camarero apunta nuestro pedido y en cuanto se aleja me dirijo a Margarita.

—Quiero agradecerte que nos hayas dado la oportunidad de reunirnos contigo. Sé que no dispones de mucho tiempo libre y que aun así, nos dediques este rato, es más de lo que podía esperar.

—Tu correo despertó mi interés y mi lado curioso se puso a indagar de inmediato. Ha sido estimulante, la verdad.

El camarero deposita nuestras bebidas y el olor a café se cuela por mi nariz. Remuevo con cuidado mi capuccino intentando que no se derrame la espuma cubierta de una fina capa de canela.

—Maite me ha contado que es usted experta en el Holocausto —comenta Samir, queriendo saber más.

—Cierto. Todo comenzó por el mismo motivo: la curiosidad. Mi madre estuvo en un campo de concentración con apenas veinte años. Lo que vivió durante su estancia, le ha acompañado cada día. Ni mi padre, ni sus hijos conseguimos que olvidara del todo su experiencia. Ver sus secuelas me hizo querer saber más. Empecé investigando su historia y luego la de muchos otros. Hasta que ahora, a mi edad, como tú bien has dicho, me consideran una experta. No sé si lo soy, solo os diré que aunque he leído muchísimo sobre ello, siempre queda más por saber.

Saco el diario de mi bolso y lo coloco sobre la mesa, junto a ella.

—Por ejemplo, la historia de este diario.

—¡Lo has traído! —Lo toma entre sus manos con sumo cuidado y quita el cordel para ver su interior.

Durante varios minutos observa las páginas y se fija en diferentes fragmentos que se detiene a leer.

—Dijo que había averiguado algunas cosas sobre él... —la animo, deseando que comparta su información con nosotros.

—Así es. Me pareció muy curioso que no firmara con su nombre, así que tiré de lo que teníamos: Barbie. Creías que se podía tratar de una mujer pero yo al momento, pensé en otra persona: Klaus Barbie. ¿Os suena ese nombre?

—¿El carnicero de Lyon? —se aventura Samir para mi sorpresa.

La mujer esboza una amplia sonrisa. Está claro que ha acertado de pleno.

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now