Cap. 11

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Cojo el móvil y las llaves y salgo del piso intentando no hacer ruido

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Cojo el móvil y las llaves y salgo del piso intentando no hacer ruido. Encuentro la puerta de Samir entornada, así que me apresuro a entrar, antes de que me pare a pensar en lo que estoy haciendo. Las luces están apagadas por lo que avanzo con cuidado para no tropezar.

—Estoy aquí —me indica.

Sigo la voz hasta lo que supongo que es la sala, teniendo en cuenta que la distribución es justo la contraria que en casa de mi tía. Le encuentro sentado en el sofá, alumbrado por una tele que permanece encendida pero con el volumen al mínimo. Está terminando de liar un nuevo porro y yo permanezco de pie un poco cohibida.

—No pensaba que te atrevieras a venir —reconoce. Toma el mechero y se afana en encenderlo.

—Necesito un par de caladas más de lo que imaginas. —Me fijo en las volutas de humo y el característico olor me satura las fosas nasales—. Oye, ¿a tu madre no le importará que dejes semejante peste en sus sofás?

Me señala con un gesto de la barbilla, la ventana abierta.

—Sigue en casa de su hermana. Seguramente pasará semanas allí. Así es nuestra familia, querrán estar a su lado las veinticuatro horas del día para llorar las penas con ella. —Me mira y da una palmada a su lado—. Puedes sentarte, no muerdo.

Analizo la situación en décimas de segundo. Estoy en el piso de un chico que apenas conozco, no hay nadie más y llevo un ridículo pijama de unicornios. Bah, de perdidos al río. Me siento a su lado y cojo el porro que me ofrece. Doy una larga calada y expulso el aire lentamente.

—La que morderá será mi tía si se entera de esto. Por suerte, duerme como una marmota y ni un terremoto podría despertarla. —Doy otra calada y se lo paso.

—¿Sueles fumar? —pregunta con curiosidad. Seguro que pensaba que era una mojigata.

—De vez en cuando.

—Y hoy es una de esas ocasiones... ¿estás bien? No tienes muy buena cara.

Con la tercera calada comienzo a estar la mar de relajada, tanto que hasta estoy dispuesta a hablar de ello. Ahora parece algo lejano...

—Me he despertado y no era capaz de recordar la voz de mi madre. Tenía imágenes frescas en mi cabeza pero no podía escucharla. Me ha pasado más veces y cuando ocurre, pongo algún mensaje de voz, de esos que tengo en el whatsapp y que siempre son sobre cosas intrascendentes. Pero esta vez eso no me ha calmado, al contrario me ha generado más ansiedad. Pensar que cada vez será más difícil recordarla...

Samir permanece inmóvil y prácticamente tengo que quitarle el porro de entre los dedos.

—A mí me pasará lo mismo. Joder, vaya mierda.

Al contarle mi problema no había caído en que él se pudiera sentir identificado.

—Lo siento.

Se echa hacia atrás en el sofá y deja la vista perdida.

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now