Cap. 46

835 90 20
                                    


No tengo tiempo de hojear nada más, pues escucho pasos y apenas tengo tiempo de guardar de nuevo el diario en su mochila

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

No tengo tiempo de hojear nada más, pues escucho pasos y apenas tengo tiempo de guardar de nuevo el diario en su mochila. Intento disimular una sonrisa para que no note mi inquietud, pero él ni se fija ya que viene haciendo equilibrios con una bandeja.

—No he tardado mucho, ¿verdad? Lo que te he dicho, solo lo hace para asegurarse de que acudo a su llamada, nada más.

Se dirige a una mesa frente al ventanal que da al jardín trasero, iluminado por las últimas horas de sol y me hace un gesto para que me acerque.

—Si fuera otra época del año, podríamos salir a comer fuera, pero ahora ni con el sol es suficiente —protesta mientras toma asiento.

Le imito y miro la bandeja llena de sándwiches, queso, fruta y embutido.

—Si nos sentáramos con esto en la hierba, parecería un picnic —apunto mientras cojo una uva —. Gracias por la invitación.

—De nada. Así por una vez no comeré solo... —Al darse cuenta de lo triste que ha sonado el comentario, intenta arreglarlo—. Mi amama dice que se rige por las costumbres europeas, así que le gusta comer a la una. Y mis padres la acompañan cuando están. Así que el que se queda siempre sin compañía soy yo.

Le lanzo una mirada de soslayo.

—No creo que te importe demasiado, te pasas el día rodeado de gente...

—Eso no significa nada. Al final lo que todos buscamos es conectar y eso no es tan fácil. ¿No crees?

Estira su mano y me coloca un mechón detrás de la oreja. Un gesto que resultaría romántico si no fuera porque no puedo quitarme de la cabeza el puñetero diario. Realmente me estoy mordiendo la lengua para no soltar la ristra de preguntas que bulle en mi cabeza.

—No, no lo es —concuerdo.

—Tú y yo nos parecemos, Maite. Somos dos personas que no encajamos en este mundo...

La piel se me eriza y por inercia me encojo un poco. No sé qué me asusta más de sus palabras: que piense que nos parecemos, o que pueda tener razón.

—Al poco de conocernos, dijiste que yo no te interesaba en absoluto —le recuerdo.

—Y así era —afirma. Coje un sándwich y le da un mordisco—. Tú eres la responsable de que haya cambiado de opinión. Pensaba que eras una triste niñita que arrastraba un montón de traumas, pero resultaste ser de lo más estimulante. Me gusta no saber a qué atenerme contigo.

Ojalá pudiera decir lo mismo de él.

—Solo sobrevivo, nada más.

—Cierto, pero cuando es necesario, te defiendes con uñas y dientes y eso hay que saber valorarlo.

El móvil de Andoni suena y este mira la pantalla, contrariado.

—Está en la misma casa que yo y aun así me manda un puto mensaje —masculla—. Podría dignarse por lo menos a buscarme en persona en vez de hacerme ir a él una y otra vez... Lo siento, tengo que ver qué quiere.

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now