Cap. 29

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—Qué suerte la mía. Mira a quién tenemos aquí...

Qué mala suerte la mía, en cambio. De todas las personas con las que podía coincidir en la biblioteca, justo tenía que ser Andoni. Ni le miro y sigo buscando entre las baldas.

—No mientas —le pincho—. Llevabas un rato esperando a que se fuera Mei para acercarte a mí.

Tomo el libro que buscaba y regreso a mi mesa. Ahora me arrepiento de estar un poco apartada del resto. Aun así, se trata de un un lugar público, lo que me da cierta ventaja. Prefiero hablar con él aquí que seguir recibiendo sus mensajes.

En vez de sentarse enfrente, lo hace a mi lado y eso me incomoda hasta el punto de mover ligeramente la silla para que la distancia entre nosotros sea mayor. No se me puede olvidar que este tío me dejó en manos de sus amigos para que "jugaran" conmigo. Suerte tuve de no salir peor parada.

Deja sus cosas sobre la mesa, me quita de las manos el libro que acabo de coger y sé que lo hace más para disimular que otra cosa.

—¿Qué quieres Andoni? —pregunto sin entusiasmo, mientras tecleo en mi portátil. No quiero que note el temblor de mis manos y no se me ocurre otra forma de enmascararlo.

No dice nada, así que finalmente me giro y le encaro. Siento su mirada deslizándose desde mis ojos hasta el moretón que aún colorea mi mejilla. Estira la mano con intención de tocarme, pero por instinto retiro la cara. Él no insiste.

—Una pena estropear un rostro tan bonito como el tuyo. No sé qué no entendió Markel de las instrucciones que les di. Dije que no dejaran rastros evidentes, pero ¡mírate! Siento mucho que se portaran así de mal contigo. Solo se trataba de darte un escarmiento.

—No te preocupes por mí, por suerte no fui la única que recibió esa noche...

Andoni deja escapar una suave risa y no puedo evitarlo: me hiela la sangre.

—Me encanta tu humor. Y no solo eso, saber que te defendiste con uñas y dientes frente a esa jauría de animales, me excita... una pena que no pudiera presenciar tu momento de gloria. Le golpeaste con una piedra, ¿verdad?

—Hice lo que cualquiera en esa situación.

—La mayoría se hubieran quedado en el suelo hechos un ovillo, recibiendo los golpes entre sollozos. Y dime, ¿hubieras preferido golpear a otro, más que a Markel? No sé... por ejemplo ¿a Ane?

—Estás loco...

Le veo negar lentamente sin borrar la sonrisa de su rostro.

—No, Maite, no. Conmigo no hace falta que disimules. La otra noche demostraste que todos te habíamos menospreciado. Creímos ser los monstruos dispuestos a darte tu merecido, pero el mayor monstruo de todos ¡eras tú! Debería haberlo imaginado. No eres como las demás. A tí la vida te ha enseñado a base de palos y eso hace que te revuelvas como un animal si hace falta. Dejaste salir una parte de ti que te empeñas en mantener oculta, pero está ahí, deseando tomar el control.

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now