Cap. 14

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"El diablo se comerá tu alma"

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"El diablo se comerá tu alma".

A Mei le dio tan mal rollo la frase que ya no quiso saber nada más del tema y yo... guardé el diario en un cajón hace tres días como si así pudiera hacerlo desaparecer. Me siento al escritorio y tamborileo con los dedos sobre la superficie de madera. "Venga, no podrás averiguar más si no lo lees". Lo digo para intentar convencerme, pero ganas, no me entran. Aun así, me armo de valor y tiro del cajón. Miro en su interior como si existiera la posibilidad de que hubiera desaparecido así por las buenas. Pero no, ahí está, esperando.

Lo cojo con miedo, convencida de que me va a dar calambre o algo y lo coloco junto al portátil. Busco la web de traducción que me recomendó Mei y después elijo una página al azar. Copio varias líneas con cuidado y las repaso un par de veces para asegurarme de que no me he comido letras. Cuando creo que lo he conseguido, doy al botón y observo el texto que aparece en la otra casilla: "No es el olor de la sangre lo que más me excita, es ver cómo la persona alcanza tal grado de sufrimiento que ya ni siquiera grita. Asume que este es su destino y que yo estoy ahí para ser su verdugo".

El corazón me da un vuelco al terminar de leer. ¿Qué es esto? Definitivamente parece el diario de un psicópata. La vibración de mi móvil sobre el escritorio junto a una atronadora melodía de "It's time" de Imagine Dragons hace que dé un brinco y ahora tengo una tremenda taquicardia. Miro la pantalla, pero no es un número que tenga en agenda. Aun así, decido contestar.

—¿Quién es? —pregunto con cierto temblor en la voz.

—Cualquiera diría que acabas de ver al mismísimo diablo —responde Samir al otro lado de la línea.

—Algo así. ¿Cómo es que tienes mi número?

No habla inmediatamente y eso me hace pensar que se está inventando una excusa.

—Digamos que he tenido que mover mis hilos para conseguirlo.

—¿Qué quieres, Samir? —No estoy de humor para seguirle el rollo y menos si él no me habla claro.

—Como llevas toda la semana esquivándome en el instituto, solo me quedaba esto o salir al descansillo y aporrear tu puerta. He preferido un método menos agresivo.

Sin querer se me escapa una sonrisa. Por suerte, él no la puede ver. Intento ponerme seria.

—Recuerda que vivo con una ertzaina que tiene más mala leche de la que parece, yo que tú no me la jugaba con nuestra puerta...

De nuevo silencio al otro lado de la línea. ¿En qué está pensando?

—¿Y bien? —insisto al ver que no añade nada.

—¿Y bien qué?

—No sé. Me has llamado tú.

—Solo quería saber hasta cuando vas a seguir ignorándome.

Pues tampoco es que haya echado cuentas.

—Es difícil hacerlo si me llamas. —Pienso en lo que acabo de leer y en realidad se lo quiero contar. Los sustos, compartidos, son menos. — Oye, ¿estás en casa?

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now