Cap. 4

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Camino entre calles, mirando los escaparates y descubriendo un poco más de Leaza. Estaba convencida de que no iba a sobrevivir a la primera semana de clase, pero así ha sido, y hoy que por fin es sábado, no lo he dudado y he salido a explorar.

Me sorprende el constante ir y venir de gente haciendo sus compras, pensaba que este pueblo tendría menos vida. No tardo en darme cuenta de que estoy equivocada en muchos aspectos. A primera vista, creí que se trataba de un lugar más pequeño, pero cuanto más me adentro en sus calles, veo que aún quedan más por recorrer.

Cambio varias veces de dirección y entonces ocurre lo inevitable. ¡Estoy perdida! Trato de situarme, normalmente tengo buen sentido de la orientación pero creo que esta vez iba excesivamente despistada. Y este no deja de ser un lugar desconocido...

Intento volver sobre mis pasos, sin embargo no veo ningún punto que me sirva de referencia para encontrar el camino de vuelta. Ni siquiera sé dónde está el río que sirve de eje central del pueblo.

—La próxima vez, vete tirando migas de pan Maite... —murmuro.

Saco el móvil pensando en mis posibilidades. Sandra está trabajando, así que ni hablar. Quizás Mei... Mejor el Google Maps.

Busco la aplicación y justo cuando la abro, el icono de batería aparece en la pantalla y el teléfono se apaga.

—De verdad que esto no me puede estar pasando... ¡joder!

Eso me pasa por tener una antigualla como móvil.

—¿Qué no te puede estar pasando?

Doy un brinco y al apartarme veo que se trata de Samir. Le señalo con el dedo en modo acusador.

—No hagas eso.

—¿El qué?

—¡Asustarme! No deberías acercarte así a traición.

El chico sonríe, apoya en el suelo las bolsas que lleva y levanta las manos en señal de rendición.

—Tienes razón. Acepta mis disculpas. Y bien ¿A qué viene el agobio?

No quiero contárselo, va a pensar que soy idiota.

—No es tu problema —respondo malhumorada.

—Tienes razón.

Coge de nuevo sus bolsas, se da la vuelta y comienza a alejarse. ¡Maldita sea! Realmente no tengo nadie más a quien recurrir.

—¡Espera! —. Samir se detiene—. Verás... es que... salí a dar una vuelta... y bueno... entre tanta calle...

Gira sobre sí mismo y puedo ver su expresión de sorpresa.

—¡No jodas! ¿Te has perdido?

Se acerca a mí y soy incapaz de mantenerle la mirada, así que, clavo la vista en mis zapatillas..

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now