Cap. 31

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No tengo costumbre de ponerme vestidos

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No tengo costumbre de ponerme vestidos. Soy de vaqueros y camiseta desde que tuve edad suficiente para elegir mi propia ropa. Por eso no reconozco a la chica que me devuelve la mirada en el espejo.

—¡Maldita sea! No sé porqué me he dejado convencer.

Justo mi tía asoma por el marco de la puerta y se le ilumina el rostro al verme.

—¡Pero si estás guapísima! Ya sabía yo que ese vestido te quedaría bien.

—No sé si es buena idea...

Me hace un gesto con la mano para que me calle y se acerca a colocarme bien la manga. Me miro de nuevo, no deja de ser un sencillo vestido de terciopelo negro, sin embargo me siento disfrazada. Es como en las películas juveniles, siempre hay un puñetero baile.

—Es una fiesta, se espera que vayáis arreglados. Además, este vestido se merece que alguien lo luzca y yo ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve un plan en el que pudiera ponermelo.

Lo cierto es que no me apetece ni una pizca ir pero era a mi curso al que le tocaba organizar la fiesta benéfica de este año y no tengo muchas opciones de librarme. Es más, si no llega a ser por ese motivo, mi tía no me hubiera levantado el castigo.

Mi móvil suena y leo el mensaje.

—Me voy. Mei me está esperando abajo.

—¿No vas a maquillarte?

Echo mano del abrigo y el bolso.

—Ni quiero, ni tengo tiempo.

Por suerte, la marca de la cara ya apenas se nota.

—Ay, bendita juventud... si yo tuviera un cutis como el tuyo, tampoco me preocuparía de esas cosas...

Me río de su comentario de "señora mayor" y me despido a toda prisa.

—Vendré en cuanto acabe la fiesta. O antes.

—¡Más te vale! Ni se te ocurra irte por ahí ni entretenerte. No me obligues a esperarte despierta.

—De acuerdo. Hasta mañana.

Cierro la puerta y al girar, me encuentro con Samir saliendo de su piso.

—Vaya, qué casualidad —se le escapa.

Ya hace más de una semana que discutimos y en ese tiempo, no nos hemos cruzado ni una sola vez. Pulso el botón y comienzo a ponerme el abrigo mientras esperamos.

—Estás muy guapa.

Sabía que me estaba observando pero esperaba que no hiciera ningún comentario.

—Gracias —digo más por educación que porque quiera hablar con él.

—¿Cuánto tiempo va a durar esto? —pregunta un tanto molesto—. Por saber, más que nada.

El diablo se comerá tu almaWhere stories live. Discover now