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Poco a poco Magaelle iba aferrándose a la mesa del consejo privado del rey con más garras que antes, sus propuestas eran aclamadas y los nobles miembros de aquella organización comenzaban a seguir al pie de la letra su causa

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Poco a poco Magaelle iba aferrándose a la mesa del consejo privado del rey con más garras que antes, sus propuestas eran aclamadas y los nobles miembros de aquella organización comenzaban a seguir al pie de la letra su causa.
Era imprescindible su presencia en cada reunión por lo que Aegon le había nombrado junto a Aemond bajo el título de consejeros.

Daemon Targaryen no solo conocería el lado más oscuro de Magaelle sino que también apreciaría la furia de su hija convertida en dragon.

Por su lado un iracundo Aegon II decreto que se prendiera y ahorcará a los cazadores de ratas, siguiendo sus órdenes Otto Hightower fue quien llevó a cabo aquella sangrienta tarea.
Magaelle por su lado reemplazó a los cazadores de la ciudad con cien gatos que ella misma pidió como obsequio por su vigésimo día del nombre.

Entretanto su prima Helaena parecía un vegetal en vida, no comía, no se bañaba y estaba negada a abandonar sus aposentos, por tanto tampoco era capaz de ocuparse de sus propios hijos.
La rubia no era capaz mas que de susurrar incoherencias al aire.

Por su parte la batalla del molino ardiente se desenvolvía bajo sus pies, ambos bandos habían agitado al aire con estridencia sus estandartes y la batalla estaba siendo tan brutal como sangrienta.
No se podía definir quién iba ganando, ambos estandartes estaban dando lucha a diestra y siniestra a sus enemigos.

Magaelle remoja el paño en un bote de agua y lo pasa delicadamente por la frente de Helaena quien aún duerme, como la mayor parte del día.
Helaena había sido la única que había permanecido junto a ella durante todo su embarazo, no encontraba razón para no hacer lo mismo ahora que su prima necesitaba la ayuda de alguien.

Y a decir verdad pocas personas visitaban a la soñadora.

Es por eso que Magaelle se alertó cuando oyó el sonido del picaporte, con sigilo y destreza tomó el cuchillo que tenía en su bota dispuesta blandirlo.
Más solo era el tonto Aegon merodeando por el castillo aunque con una emisión pendiente.

—Pasas más tiempo aquí que yo —Suelta con sarcasmo y una media sonrisa mientras observa su habitación.
O mejor dicho antigua habitación ya que había tenido que mudarse de cuarto por que al parecer no era bueno para su esposa loca que estuviese cerca de ella.

—Ella haría lo mismo por mi.

—De eso no tengo dudas, Helaena era buena con eso —Mientras avanza con cortos pasos observa a la mujer que no hace más que estar sedada por la leche de amapola, si se le suprimía aquel medicamento sus gritos histéricos eran incesantes — ¿Crees que se repondrá algún día?

—No —Responde con sinceridad, no se gastará en ser suave y menos con Aegon —Creo que sus pies ya están muy lejos del suelo.

—Nunca los tuvo en el suelo —Repone él, ella carraspea y vuelve a pasar el paño por la sien de la rubia.

Princesa Bastarda [Aemond Targaryen] Where stories live. Discover now