Cuando la Madre Luna encantó las almas lobunas de los primeros Kim TaeHyung, Park Jimin y Jeon JungKook solo deseó que recibieran el amor que merecían, de que todo el mundo pudiera admirar y valorar tanto su fortaleza y alma como ella lo había podid...
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Como se arrepentía Kim TaeHyung de haber dado todo por sentado. Toda su vida había sido igual. Algo no salía bien, ya se arreglaría. Tenía sed, encontraría una fuente de camino a casa. Estaba lloviendo, pues en llegar a casa de daría una ducha caliente.
Ese era su pecado. Vivir con pausa y tranquilidad demasiado pacífica. Tan calmado que hasta sus padres perdían algunas veces los nervios con él. Pero así se había enseñado a ser a sí mismo. Tras adversidades simples en su vida donde la gente le miraba ligeramente atemorizado por su voz gruesa, por su alto porte y cuerpo musculoso.
TaeHyung era un Alfa, uno común, pero con la capacidad de sobreponerse ante cualquier otro lobo de su casta por su gran porte.
Así que era calmado, muy relajado para que nadie temiera al hablar con él o estar cerca de él. A su vez esa era su arma de doble filo, porque podia leerte, tus intenciones, tus gestos y aroma, hasta descubrirte y siempre ser superior a ti con gentileza y chulería mezcladas siendo cosas contrarias.
Volviendo al tema, TaeHyung se arrepentía. Se lamentaba sublimemente de haber dicho a aquel joven adolescente Omega que el destino los volvería a unir y por haber dejado marchar al chiquillo de grandes ojos en Busan.
TaeHyung había viajado a Busan aquel año cuando terminó el instituto en busca de una beca para el extranjero. Algo que no logró y no le sentó mal, porque siempre calma y aceptación de los acontecimientos en su vida. Así que terminó por viajar por su cuenta a China, encontrar un trabajo como camarero en un bar de mala muerte y terminó, siete años después, siendo el mejor barista de la zona central de Shangái.
Siete años, donde cada día, comenzó a echar en falta a dos personas de las que desconocía el nombre y soñaba que cruzaran la puerta de la cafetería donde trabajaba.
-¡TaeHyung! -Ante el grito alegre se giró buscando al que le llamaba tan emocionado en la terminal de Seúl.
-Jackson. -Saludó envolviendo a su amigo en un cálido abrazo. -Gracias por venir a por mí.
-Solo tú coges un vuelo a las tres de la mañana de un día para otro. -TaeHyung rio asintiendo para darle la razón al chico chino que se convirtió en su mejor amigo cuando ambos se conocieron con dieciocho años trabajando de camareros en aquel viejo bar de mala muerte. -¿Qué se te ha cruzado por la cabeza para venir tan repentinamente a casa? -Preguntó tomando una de sus maletas para ayudarlo a salir del aeropuerto. -Bueno, tú nunca haces nada a la ligera.
-Es cierto. -Asintió, porque él todo lo tenía a su modo repensado y elegido con sumo cuidado. -Pero esta vez he de aceptar que ha sido un impulso. -Jackson se detuvo de golpe mirándolo con asombro.
-Explícate. -Pidió atónito.
-Algo me gritaba que debía volver a casa. -Murmuró tajante.
-¿Tu lobo? -Cuestionó volviendo a caminar, TaeHyung a su lado asintió débilmente. -¿Crees que sean los chicos de los que me hablaste?
