Cuando la Madre Luna encantó las almas lobunas de los primeros Kim TaeHyung, Park Jimin y Jeon JungKook solo deseó que recibieran el amor que merecían, de que todo el mundo pudiera admirar y valorar tanto su fortaleza y alma como ella lo había podid...
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Jimin, que condujo en todo momento su coche de regreso a casa de su Alfa, no perdió detalle de como TaeHyung a su costado, y con el Beta en sus brazos, trataba de calmarlo y hacerlo volver en sí. TaeHyung lo llamaba, lo acariciaba y arrullaba, pero el Beta parecía negarse reticente a esconderse y dejar libre a JungKook.
Una vez en el apartamento, sentados en medio del pequeño salón compartido con la cocina, Jimin se pegó a la espalda de JungKook y lo rodeó con sus brazos también. El movimiento repentino de Jeon les sobresaltó. Lo sujetó y colocó a su antojo ante él, dejando así que ambos lo vieran de frente. Jimin había quedado sentado a horcajadas sobre los muslos entrelazados de JungKook y TaeHyung.
Los ojos dorados miraron sus cuerpos varias veces, analizando manos y brazos, torsos y piernas. Después treparon a sus rostros, llevando entonces esas yemas ensangrentadas por el romper de las garras, a recorrer sus facciones. TaeHyung y Jimin sonrieron de lado al comprender lo que su Beta hacía.
-Estamos bien. -Habló primero Kim. -No tenemos nada, amor. -El Beta miró al Alfa y asintió débilmente, su aroma más ligero poco a poco. Entonces comenzó a olfatearlos, haciendo muecas de desagrado y gruñendo cuando encontró otros aromas en ellos. Sobretodo, cuando olisqueó sus propias manos y olió el aroma de JaeBum.
-Shhh, no te enfades. -Siseó Jimin, retirando su camiseta como pudo en la estrecha cercanía de cuerpos e invitando a TaeHyung a hacerlo también. Ambos mayores, juntos, desnudaron la parte superior de JungKook. -Dame tu manita. -El Beta obedeció dulce, confiado, al darle una de sus mano al Omega y otra al Alfa.
TaeHyung lamió su palma, lavándola y besando en ella cada pequeña arruga a encontrar. Jimin la llevó a su frente como muestra de sumisión eterna a su Beta, después la dejó ahuecar su cuello para que el aroma de su glándula impregnara su piel.
-Beta. -Llamó TaeHyung aún con los dedos de JungKook pegados a sus labios. -¿Puedes dejar que Kookie vuelva? -El de ojos dorados negó.
-¿Por qué no? -Preguntó con la voz dulce y aterciopelada el Omega. -Estamos en casa, estamos a salvo, y Kookie tiene que hablar con TaeTae y conmigo. -La nariz del menor se arrugó mostrando su desagrado a tal idea.
-Kookie debe estar asustado ahí dentro. -Dijo TaeHyung refiriéndose al páramo del animal. -Deja que venga con nosotros, nosotros lo cuidamos.
Alfa y Omega vieron fijo al Beta. Esperando alguna reacción o respuesta de su parte. Las grandes orbes cayeron con un ligero pestañeo extenso, al abrirse de nuevo el dorado se había marchado. JungKook suspiró, encogiéndose en su lugar para llegar a reposar su cabeza de lado en el hombro de Jimin. TaeHyung los estrechó fuerte a ambos dejando su barbilla sobre el cabello azabache del menor. Jimin dio caricias a la mejilla con la cicatriz a su alcance.
El silencio extenso entre ellos, solo roto por los pequeños movimientos repetidos de caricias al menor o el sorber de su nariz cuando alguna lágrima fina caía en el cuello desnudo del Omega. JungKook no estaba enloqueciendo y aquello era más preocupante para ambos contrarios. No querían alterarlo, pero no sabían que estaba sintiendo más que lo que su lazo de unión mea deja procesar.