Cuando la Madre Luna encantó las almas lobunas de los primeros Kim TaeHyung, Park Jimin y Jeon JungKook solo deseó que recibieran el amor que merecían, de que todo el mundo pudiera admirar y valorar tanto su fortaleza y alma como ella lo había podid...
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El sol del medio día bajo el campo que rodeaba su coche y a ellos cargaba sus pieles de calor. JungKook estaba a unos pasos de ellos, hablando, en voz baja y al fin, con sus padres por teléfono. Jimin y TaeHyung se miraban el uno al otro en una conversación silenciosa que deseaban iniciara el otro.
-Deberías llamar a tus padres también. -Dijo comido por la cobardía el Omega.
-Les he enviado mensajes, ya saben que estoy en Busan con vosotros. -Respondió TaeHyung apartando la mirada ante de volverla a su rubio favorito en la tierra.
Las palabras su verdades escuchadas, aunque pareciera absurdo, estaban afectando más a ellos que a JungKook. El Beta había salido y se había despedido de el trio de mujeres con una leve sonrisa diminuta, casi imperceptible, pero brillante y latente en el aroma a libro nuevo que desprendía su lobo. Ellos, en cambio, se sentían quemados. El bizcocho estaba socarrado y el café olía a humo del tiempo pasado en el fuego.
-Talvez yo también debería llamar a los míos. -TaeHyung frunció sus cejas. El Omega no vivía con ellos, no era necesario avisarles de que no estaba en casa. -Decirles que estoy en casa y pasar a verlos. -Por la mierda que TaeHyung había olvidado completamente que Jimin era de Busan. Nunca se lo habían dicho, pero tenía todo el sentido del mundo. Cuando se conocieron, años atrás, TaeHyung estaba en sus primeros viajes para enseñarse a ser Batista profesional, JungKook tenía una excursión escolar y Jimin... tan solo paseaba por su ciudad. -Puedes dejarme cerca y puedo ir solo a verlos pero...
-Yo quiero conocerlos. -Se apremió a decir, tomando las manos de su Omega y besando sus nudillos varias veces. -Me encantaría conocer a quienes te dieron la vida, Mimi.
-A mí también. -En algún momento de su incómoda conversación JungKook había colgado el teléfono y se había acercado a ellos. -Amaría conocer a tus padres, Hyung.
-Entonces... -Susurró con las mejillas rojas ante la intensa mirada llena de amor a su persona, a las personas que lo criaron y formaron como persona. -Podemos ir a verlos y comer en casa. -Su voz subió con emoción ante la nueva mención. -¡Podéis conocer a mis hermanos!
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