Cuando la Madre Luna encantó las almas lobunas de los primeros Kim TaeHyung, Park Jimin y Jeon JungKook solo deseó que recibieran el amor que merecían, de que todo el mundo pudiera admirar y valorar tanto su fortaleza y alma como ella lo había podid...
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El doctor ChangBin lo esperaba tras su escritorio, el ordenador a su izquierda y una sonrisa en la cara aún si sabía que JungKook no la podía distinguir.
-Tenemos buenas noticias, JungKook. -El Beta tomó asiento frente a él y suspiró. Ridículo, así se sentía, todo el miedo había abandonado su sistema con la simple mención de sus destinados ahí fuera. Las palabras del médico solo fueron una liberación. -He leído tu expediente médico y déjame enseñarte esto. -Ante él, sobre la madera de contrachapado, fue dejada un viejo TAC. -Este es tu cerebro dos días después de que nacieras. -Hizo un círculo con su bolígrafo alrededor del lóbulo frontal izquierdo. -La inflamación que te provocó la prosopagnosia. -Giró ahora la pantalla de su ordenador. -Tu TAC de hoy...
-No está. -Murmuró interrumpiendo al médico.
-No está. -Confirmó ChangBin. -Como bien predijo el médico Lee MinHo, la inflamación descendió por sí sola. -Los labios de JungKook comenzaron a temblar. -Lo sé, no entiendes porqué sigues sin poder distinguir rostros ni sentir aromas de otros lobos. -JungKook negó, quería llorar pero ya no le quedaban más lágrimas que dejar fluir. -Tengo una teoría y creo que concuerda perfectamente con el hecho de que hayas creído que podías estar loco.
-¿Cuál es? -Preguntó acercándose más al médico, pidiendo su mano como un cachorro desprotegido y recibiendo ambas del adulto que las apretó con devoción por su trabajo.
-JungKook, ve a ver a un Auror. -Pidió, viendo fijo los ojos del menor que recorrían toda la sala nerviosos. -La medicina física no puede hacer nada por ti en este caso. Creo que necesitas medicina del alma para tu lobo.
-¿Y a cuál Auror voy? -Preguntó asustado, perdido ciertamente incómodo.
-Eso no lo sé. -Suspiró. -Busca a uno que te haga sentir cómodo y seguro con él. -El Omega apretó una última vez sus manos antes de soltarlas. -Algo me dice que tendrás que dejar que vuestros lobos se conozcan para saber la razón de todo esto.
JungKook asintió, poniéndose en pie para despedirse tímido con un agitar de mano. Al salir a la sala de espera Aisha ya no estaba. Fue guiado hasta una sala donde pudo volver a ponerse su ropa y se despidió de la chica de recepción cuando salía hacia la calle. Un nuevo día daba inicio en Seúl y los cantos de los pájaros, junto al tráfico de los coches, lo dejaba en claro.
Cruzó la calle, quedándose quieto cuando el sol salió brillante tras los edificios. Rio, suspirando, al dejarse caer sentado en un banco de la acera. El petricor del rocío de la mañana bañaba la tierra de los maceteros a los costados del banco, el aroma a café llegaba a él de una de las cafeterías a su espalda, al igual que el del pan recién hecho de la panadería de la acera de enfrente o el polvo de maquillaje mezclado con colonia de limón que lo golpeó cuando el viento sopló hacía él despeinándolo.
